El fenómeno del turismo dark ha resurgido y cobra especial relevancia en tiempos de conflictos abiertos, como el caso de Ucrania, un país que ha estado en guerra durante más de 1,000 días. Pero, ¿qué lleva a la gente a elegir destinos marcados por la tragedia y el sufrimiento? En este artículo, exploraremos este fenómeno complejo, que mezcla curiosidad, emoción y una pizca de controversia, mientras compartimos anécdotas personales, reflexiones y, por supuesto, una buena dosis de humor sutil.

Un destino turístico inesperado: Ucrania

Cuando uno piensa en Ucrania, tal vez no le venga a la mente un lugar ideal para pasar las vacaciones. Pero, para algunos, la imagen de edificios destrozados, calles bombardeadas y paisajes marcados por la guerra se convierte en una excusa para empacar maletas. Como si se tratara de un atractivo turístico más, las devastadas ciudades de Kiev, Járkov y Bucha han visto crecer el interés entre los viajeros, quienes buscan ser testigos del horror con sus propios ojos. Y, seamos sinceros, esta búsqueda de «experiencias» es tan curiosa como inquietante.

Cuando oímos que alguien ha reservado un billete a una ciudad en guerra, nuestra primera reacción puede ser de incredulidad. ¡¿De verdad?! A veces me resulta difícil entenderlo, pero seamos honestos, ¿cuántos de nosotros hemos sentido una punzada de morbo al ver noticias sobre conflictos? No somos malas personas; simplemente somos humanos, y la curiosidad a menudo nos lleva a lugares inesperados.

¿Por qué el «turismo dark» atrae a tantos?

La respuesta a esta pregunta no es simple, y va más allá de las modas pasajeras. Algunos viajeros argumentan que su interés por visitar áreas en conflicto proviene de la necesidad de comprender el mundo en un sentido más profundo. Otros ven esto como una forma de respeto hacia la historia, siendo testigos presenciales de los estragos y devastaciones. A veces me pregunto si realmente lo hacen por comprensión o por «selfies dramáticos» para sus perfiles de redes sociales.

Un ejemplo notable es el caso de Stephan, un joven alemán de 29 años, quien decidió visitar Bucha para «contemplar los efectos de la guerra». Es fascinante pensar que algunos viajeros deseen capturar la realidad de países en guerra, pero, al final del día, me pregunto: ¿qué ganan realmente? ¿Unirme a un «Instagram Tour» en un campo de guerra? No gracias, prefiero mis vacaciones en la playa más tranquila.

Los precios escandalosamente altos del turismo oscuro

¡Hablemos de precios! Desde 150 hasta 250 euros por tours organizados que pueden incluir visitas a campos de batalla o zonas devastadas. Hay empresas que ofrecen experiencias más intensivas, con paquetes que pueden costar hasta 3,300 euros. Suena a una locura, ¿no? A mí, sinceramente, me atrae más la idea de unas vacaciones en un todo incluido en algún lugar soleado. Pero, claro, cada quien tiene sus gustos.

Uno de estos tour operadores, War Tours, ha tenido alrededor de 30 clientes en lo que va del año. Ignoro si sus clientes se sienten como héroes al regresar de sus vacaciones de «turismo dark», pero han viajado desde Estados Unidos y varias naciones de Europa para documentar sus experiencias. Quizá haya algo en el aire, o en el deseo de contar una historia que no se vive en sus cotidianas vidas de oficina.

Reflexiones éticas sobre el turismo oscuro

Cada vez que me encuentro con la idea de visitar un lugar en conflicto, me asalta una pregunta ética: ¿es razonable rentabilizar el dolor ajeno? ¿Deberíamos hacerlo? Algunos argumentan que este tipo de turismo puede ser visto como una forma de conmemoración o educación, contribuyendo a la visibilidad del sufrimiento y la importancia de recordar la historia. Pero, seamos realistas, esto puede sonar un poco como excusa.

Por otro lado, hay quienes ven este fenómeno como un «dinero de sangre», un lucrativo negocio formado alrededor de la miseria. La concejala de Irin, Mkhailyna Skoryk-Shkarivska, contextualiza el dolor que sienten algunos ucranianos al ver a turistas buscando «experiencias» en su sufrimiento. Para muchos en Ucrania, esta situación puede resultar incómoda, casi grotesca.

Una de las afirmaciones más peculiares que leí fue la del gerente de Capital Tours Kyiv, quien declaró que organizar viajes «dark» era una «vacuna» contra la guerra. Personalmente, no puedo evitar preguntarme si se refiere a la heroína tras la batalla o a algo más metafórico.

Historias de viajeros: emociones e impulsos

Las historias de aquellos que se aventuran hacia áreas en conflicto son muchas y diversas. Por ejemplo, una mujer estadounidense de 34 años que viajó a Járkov confesó que, mientras antes podía disfrutar de saltar desde aviones, ahora buscaba algo más emocionante: visitar un área de guerra. ¿Cómo así? No puedo dejar de imaginarla metida en un avión, emocionada por su «viaje de adrenalina», recordando que hay formas más inocentes de buscar emoción, como el paracaidismo.

Su búsqueda de experiencias emocionalmente intensas es una tendencia. ¿Realmente necesitamos ir a lugares marcados por la guerra para sentir algo? Hay un mar de opciones; visitar museos, hacer senderismo en montañas, ¡hasta participar en un retiro de bienestar! Pero claro, eso no se lleva consigo el mismo tipo de «historias».

La atracción del morbo en el turismo

Es innegable que parte de esta atracción por el «turismo dark» se basa en el morbo. A veces, parece que la gente está interesada en visitar estos lugares únicamente para satisfacer una oscura curiosidad. La doctora Julieta Rogers, experta en criminología, argumenta que «la tragedia atrae». Ante esta afirmación, no puedo dejar de preguntarme: ¿será por estos momentos difíciles que la gente siente que la vida es más real que en su zona de confort? Quizás, pero honestamente, hay otras formas de encontrar autenticidad sin viajar a un campo de batalla.

Desenlace: una reflexión conjunta

El «turismo dark» es un fenómeno que no parece estar disminuyendo. Como todo lo que tiene que ver con el ser humano, esta tendencia es compleja y llena de matices. La lucha interna entre la curiosidad y la ética a menudo deja a la gente preguntándose si sus vacaciones deben involucrar lugares de sufrimiento.

Quizás algunos viajeros piensan que están haciendo una diferencia al «conmemorar» el horror ajeno. ¿Pero vale la pena? Para muchos, la respuesta sigue siendo incierta. La guerra es un recordatorio trágico de que siempre habrá dolor en este mundo, y si hay algo que podemos aprender, es que en nuestra búsqueda de experiencias, debemos ser humanos. Al final del día, todos somos parte de esta historia.

Así que, queridísimos lectores, la próxima vez que se encuentren planificando unas vacaciones, piensen en el significado detrás de su destino. Tal vez unas vacaciones de aventura en un lugar lleno de selvas profundas, montañas majestuosas o playas soleadas sean el recordatorio que necesitan de la belleza de la vida.

En conclusión, aunque el «turismo dark» continúa atrayendo a los más valientes, siempre hay que recordar que hay un mundo rico en experiencias que no necesita estar marcado por la guerra. ¿Están listos para su próxima aventura sin traumas?

Imágenes | UNDP Ukraine y Tommaso Pecchioli