En la vorágine del día a día, a menudo olvidamos las historias que hay detrás del uniforme. Pero hoy quiero sumergirme en la vida de un hombre que ha pasado por caminos que muchos de nosotros no podríamos imaginar. Manuel, un antiguo miembro de la Guardia Civil, ha compartido su viaje desde los terribles años de plomo hasta la paz que finalmente ha encontrado. Acompáñame a explorar su historia, llena de luces y sombras, que nos enseñará sobre el sacrificio, la dedicación y, por qué no, un poco de locura.
Una historia de valor y tragedia en el País Vasco
Cuando Manuel llegó a la Comandancia de Vizcaya, su historia apenas comenzaba. Fueron tiempos difíciles, inmersos en el contexto de una España marcada por el terrorismo de ETA. ¡Imagínate! Un joven de 19 años destinado a un lugar donde el miedo y la incertidumbre caminaban de la mano en cada esquina. Hace no mucho, un amigo me decía que la policía debe tener un amor especial por el peligro. Quizás tenía razón.
Manuel relata con una frialdad inquietante cómo él y sus compañeros realizaban vigilancias «de paisano». Un momento, te detendré aquí. ¿Te imaginas estar casi a la vista de un coche bomba? Un rato antes, paseabas por las mismas calles y dos coches volaron en pedazos, llevándose a tres de sus compañeros. Manuel confiesa que sintió una enorme suerte por haber salido ileso. Una suerte que, en la vida real, puede parecer más una improvisada lotería que otra cosa.
«Fue una lotería que no me tocara a mí y sí a ellos», dice con voz temblorosa, reflejando un dolor imborrable. Puedes sentir el peso de esa frase, ¿verdad?
A lo largo de su carrera, su viaje lo llevaría a enfrentarse a situaciones desgarradoras, donde la sombra de la muerte nunca estaba lejos. Recuerda con desgana el asesinato de su amigo, el teniente Ignacio Mateu Istúriz, un icono en la Guardia Civil que también fue víctima de la barbarie terrorista. Ahí, Manuel decidió que, a sus 27 años y tras siete de tortuosa experiencia en el País Vasco, era el momento de salir de ese torbellino emocional.
Un viaje por el mundo: San Salvador y la hepatitis como souvenir
Después de pedir una excedencia, Manuel se embarca en un viaje por América. ¡Y qué viaje! Durante 20 meses recorrió 20 países, probando sea con un avión o a pie, y hasta haciendo de polizón en un carguero. “Fue complicado y tuve miedo”, dice mientras recuerda sus travesuras por Colombia.
Una parte de mí no puede evitar preguntarse cuánto de locura, valentía o pura ignorancia se requiere para aventurarse en una travesía así. Pero adivina, no todo fue gloria. La hepatitis le dio la bienvenida de vuelta a España, y lo único que quedó fueron historias que contar y, por supuesto, algunas historias que probablemente debería olvidar.
De vuelta a la realidad: una mirada a la administración de justicia
Manuel regresó a la Guardia Civil, esta vez a Madrid, donde se encarga de la seguridad en los juzgados de la Plaza de Castilla. Cuentas del día son un mar de historias grotescas. Tienes a un asesino en serie conocido como «el Matamendigos», quien dejó una amarga impresión. Y, claro, el famoso caso de Blanca Rodríguez-Porto, donde tuvo que asegurar que su esposa no fuera esposada antes de entrar ante el juez.
¿Te imaginas la escena? La reputada esposa de un figura política, rodeada de periodistas y, aún así, con un guardia civil que debe seguir el protocolo. La vida real no siempre es una película de acción, aunque a veces caiga en ese cliché.
«Impresionaban los muleros, que tragaban hasta 120 bellotas de cocaína», dice Manuel, quien no puede evitar reírse ante lo absurdos que se ven ciertos momentos de su trabajo. “A lo mejor en prisión encontraban un trabajo”, añade con una carcajada.
La lucha contra el narcotráfico: un viaje a Tenerife
Luego llegó el momento de ser parte de una unidad fiscal en el aeropuerto Reina Sofía de Tenerife. Realmente, la pura realidad que representa la llegada de vuelos desde Venezuela no es necesariamente una fiesta de colores. En vez de eso, sabías… con solo mirarlos… quién llevaba lo que no debía.
Te puedo imaginar en la cinta del equipaje, observando rostros conocidos e historias tristes en cada uno. No es un cuadro que todos tendríamos coragem para retratar, pero así fue. La necesidad llevó a muchos a convertirse en “muleros” y, créeme, no es nada fácil tragar un kilo de dentro de ti.
El regreso a la vida en los pueblos pequeños: una mezcla de poderes
Después de Tenerife, llegó el destino de Carboneras, donde Manuel se sintió algo así como un rayo de esperanza encarnado en un cuerpo uniformado. La vida en los pueblos pequeños era diferente, había más conexión con la comunidad. A veces, compartía la cena con el cura y el alcalde, forjando una cierta camaradería, un ambiente casi rural… te diré que me encantaría formar parte de esa típica conversación.
“Eres uno de los poderes fácticos”, bromea Manuel, entremezclando humor y una sincera admiración por la gente de la zona.
Un hombre en conflicto con su propia historia
Sin embargo, a pesar de regresar a su tierra, aún sentía el peso del pasado. Durante una década, se encontró lidiando con la corrupción, el narcotráfico y las tragedias detrás de un escenario que podía parecer paradisíaco a simple vista. Al final de su carrera, se ubicó en Alsasua, un lugar que le ofreció una oportunidad de cerrar un ciclo.
“Me había ido con rencor hacia la sociedad vasca y al regresar sentí como si hiciera la paz conmigo mismo. Parece una frase cursi, pero es verdad”, reflexiona. Este viaje parece un testimonio profundo de cómo las complejidades de la vida en servicio pueden moldear nuestra visión del mundo.
Algunos últimos pensamientos
Cuando hablas con alguien que ha estado en el epicentro de una tormenta, realmente nunca puedes ver la historia completa. Puede que pienses que sabes, pero cada historia es única. La vida de Manuel no solo se trata de terrorismo, justicia o dolor, sino también de restauración, entendimiento y una búsqueda constante por la paz personal.
Así que, antes de que te marches, te dejo con una pregunta: ¿qué historia hay detrás de cada uno de nosotros? Nuestros caminos, a menudo repletos de decisiones difíciles, coexisten con momentos de felicidad y satisfacción. Manuel ha encontrado esas pequeñas victorias en medio de un océano de desafíos. Tal vez, al final del día, todo se reduzca a cómo decidimos darle forma a nuestras vivencias, a cómo elegimos resurgir. ¿No crees?
La historia de Manuel es solo una de las muchas que hay ahí fuera, esperando ser contadas. Historias que no solo importan a quienes las viven, sino que enriquecen nuestra comprensión de lo que es ser humano.
Así que, mientras tomas un sorbo de tu café o te preparas para dormir, recuerda que cada sonrisa, cada lágrima y cada paso en el camino cuentan. Y, como bien dice Manuel, es posible hacer las paces, incluso cuando el camino ha estado lleno de heridas. ¿Estás listo para dar tu siguiente paso?