La sensación de cruzar una meta maratoniana es indescriptible, casi como un viaje en montaña rusa, pero con un toque de magia. Si has estado ahí, sabes de lo que hablo. ¿Pero qué pasa cuando ese viaje empieza en un pueblo en Kenia, donde los campeones nacen y se forjan en la altitud? Permíteme contarte cómo viví esta experiencia que es la mezcla perfecta de superación personal, lecciones de vida y, por supuesto, un toque de humor.


Alturas de Iten: donde los sueños corren en línea recta

Despertar cada mañana en Iten, un pequeño pueblo a más de 2.400 metros sobre el nivel del mar, era como un sueño envuelto en una atmósfera de esfuerzo y determinación. La altitud fue mi primera enemiga; esos primeros pasos se sentían pesados, como si mis piernas no quisieran salir de la cama. Pero pronto me adaptaron a este nuevo mundo. La frescura del aire, las vistas impresionantes de colinas verdes… ¡e incluso el canto de los gallos a las cinco de la mañana! Entendí que no solo los cuerpos, sino también las almas requieren cierta elevación.

No puedo olvidar mis trotes matutinos en este entorno idílico. Cada carrera comenzaba un poco como si estuviera persiguiendo una maratón de Netflix: caótico, emocionante y, a veces, un poco agobiante. Pero al finalizar, siempre prometía que «eso lo haría mañana… o no». Aquí, cada zancada me recordaba la dedicación de quienes habían estado allí antes que yo. Entrenar en el mismo estadio que Eliud Kipchoge (sí, el hombre que rompió la barrera de las dos horas en maratón) fue dejarme llevar por la corriente de la grandeza.

Un encuentro con la humildad

A lo largo de mi estancia, aprendí que el verdadero valor de Iten no está en sus instalaciones deportivas ni en sus impresionantes paisajes, sino en la humildad de su gente. Conocí a jóvenes corredores que soñaban con ser campeones, pero que también eran increíblemente accesibles. ¿Te imaginas ser un deportista de élite y aún así mantener los pies en la tierra? Eso es lo que vi en cada entrenamiento, en cada conversación.

Los campeones keniatas, tan impresionantes como eran, luchaban con dedicación y simpleza. Y como un buen episodio de Friends, te dejaba con la lección de que detrás del éxito hay mucho esfuerzo y corazón. Recuerdo a un joven corredor que, mientras compartía su sueño de ganar una medalla olímpica, se reía sobre un intento fallido de cocinar ugali (una especie de papilla de maíz). ¿No es significativo que el camino hacia la gloria puede incluir algunos tropiezos en la cocina?


La gran cita: preparativos y ansiedades en Berlín

Con las lecciones de humildad y colaboración en Iten grabadas en mi mente, llegó el momento de enfrentar el maratón de Berlín. El 29 de septiembre de 2023 sería mi prueba de fuego. ¿La tensión? Palpable. ¿El miedo? También presente. Y, por supuesto, mi padre decidió acompañarme en este viaje, casi como el segundo protagonista de una comedia romántica en la que correr es el hilo conductor.

Durante meses, dedicamos horas a preparar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Al principio, solo quería terminar la carrera. Pero, como bien dicen, «el hambre nace del comer». Con cada entrenamiento, mi confianza creció y mi lado competitivo salió a relucir. Me planteé un objetivo ambicioso: ¡bajar de las tres horas!

Un objetivo ambicioso

Imagina estar en la línea de salida junto a 58,000 corredores. ¡Eso es como una fiesta de cumpleaños en un espacio cerrado! Y yo solo me quería escapar de la multitud, como cuando intentas evitar a tu tía política en un almuerzo familiar.

Mis primeros 25 kilómetros se sintieron como un paseo en bicicleta, pero como todo buen viaje, fue una montaña rusa. De pronto, la fatiga comenzó a apoderarse de mí. En esos momentos críticos, recargué mi energía con los recuerdos de Iten: la humildad, la alegría del esfuerzo. Decidí disfrutar el momento en lugar de perseguir un número. Y, ¿saben qué? Bajar cinco segundos en ritmo por kilómetro no suena tan drástico en un maratón, ¿verdad?


Pasando bajo la Puerta de Brandeburgo: un momento que vale oro

Al atravesar la Puerta de Brandeburgo, esos momentos que se inmortalizan en la memoria parecen cobrar vida. El aire fresco golpeaba mi cara, y las lágrimas a menudo se mezclan con sonrisas, como si estuvieran en una competencia propia. La alegría, el sacrificio, el orgullo… todo en un instante.

¡2 horas, 51 minutos y un segundo! Sé que a un alma competitiva como la mía le importa, pero en ese momento, solo existía un agradecimiento profundo. En el fondo, sabía que ese logro no era solo mío. Era de todos los que me acompañaron en este viaje, especialmente mi abuela Angelita. Su recuerdo siempre sería mi medallista más inspiradora, aunque nunca haya corrido a través de una línea de meta.


El viaje continua: ¿qué sigue después del maratón?

Después del maratón, la sensación de satisfacción fue pura. Pero, como un buen anniversary, uno no se queda solo con un evento. Comenzamos a planear nuevas aventuras: Behobia-San Sebastián, la San Silvestre Vallecana y la media maratón de Sevilla. Y, por supuesto, la idea de volver a Roma (¡donde prevemos que nuestros amigos maratonistas de Iten hagan otra aparición!), nos llenó de energía.

Lo que entendí en este recorrido, lo que realmente perdura, son las memorias, el sudor, las risas y las experiencias compartidas. Sin duda alguna, el verdadero éxito no está en el tiempo que hacemos, sino en el amor con que lo vivimos.


Reflexiones finales

Correr es más que un deporte; es una metáfora de la vida. Nos enseña a abrazar las curvas y las rectas, a levantarnos después de cada caída. En Iten aprendimos a ser humildes, y en Berlín descubrimos que la pasión puede llevarnos a lugares inimaginables. No hay palabras suficientes para describir la gratitud que siento por cada persona que ha estado conmigo en este viaje.

Y si alguna vez te encuentras dudando de si deberías correr esa carrera, recuerda: no hay peor carrera que la que no se corre. Al final, lo que realmente importa es cómo hacemos el camino, con quién lo compartimos y qué aprendemos a medida que avanzamos.

Iván del Dedo es un apasionado del atletismo y la escritura. En su tiempo libre, adora compartir sus experiencias a través de su cuenta de Instagram @vanchirunner, donde mezcla diversión y desafíos deportivos, siempre con un guiño a la importancia de la comunidad.