En el vertiginoso reloj que marca el tiempo en Guerrero, el pasado 3 de diciembre de 2023, la sociedad se sacudió una vez más al conocer la noticia del asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, y su secretario, Francisco Tapia, quien apenas llevaba tres días en funciones. Uno más en la lista interminable de víctimas en un ciclo de violencia que parece no tener fin. Pero, ¿qué es lo que está sucediendo en esta región de México? ¿Por qué la violencia está tan arraigada en la vida cotidiana de sus ciudadanos? Hoy, vamos a explorar estas inquietudes, echando un vistazo a la historia trágica y complicada de Guerrero.
Historia de una lucha sin fin
Guerrero no es simplemente un estado en el mapa de México; es un microcosmos de lo que sucede en muchas partes del país y del mundo. Con un largo historial de conflictos sociales, Guerrero ha sido testigo de eventos que van desde la represión de guerrillas en los años sesenta y setenta hasta la escalofriante desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014. Y, como si esto no fuera suficiente, hay grupúsculos del crimen organizado que luchan por el control de un territorio marcado por la pobreza y la desesperación. ¿Por qué no recordar que esta es también la tierra donde el popolo busca pan y donde el narcotráfico encuentra su naturaleza?
La llegada y el trágico desenlace de Alejandro Arcos
Poco tiempo después de que Arcos asumiera el cargo, su vida fue brutalmente segada. Como cualquier alcade, puede que haya comenzado su labor con la esperanza de cambiar las cosas. Pero, en su primer día, tal vez se imaginó que los cambios no solo tendrían que ver con la infraestructura o los programas sociales, sino también con verdaderas batallas por la supervivencia. Viniendo de un partido que ha tenido sus altibajos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la realidad que enfrentó fue desgarradora.
Tras el homicidio de su mano derecha Francisco Tapia, Arcos expresó su deseo de justicia en una declaración conmovedora: “Es muy doloroso, muy lamentable”. Pero, como suele pasar, los sentimientos de los funcionarios se desdibujan ante la cruda realidad. A menos de una semana, el propio Arcos se convirtió en una víctima más de la violencia que asola a Guerrero. El impacto de su muerte repercute no solo a nivel local, sino que refleja una problemática que atraviesa todo el país. ¿Cuántos más tendrán que caer antes de que algo cambie?
Los informes indican que Alejandro Arcos fue hallado sin vida, decapitado y expuesto de forma macabra. En su momento de muerte, supuestamente estaba dedicándose a visitar barrios devastados por inundaciones, una situación que refleja una de las graves crisis que enfrenta Guerrero. Las lluvias llegaron acompañadas de desengaños, y sus promesas de cambio, como un castillo de naipes, se desmoronaron al iniocultar un secreto tan oscuro y violento.
Guerrero: entre la indiferencia y el constante combate
El asesinato de Arcos también pone de relieve un fenómeno traumático en la sociedad mexicana: la normalización de la violencia. ¿Cómo ha llegado el pueblo de Guerrero, tradicionalmente conocido por su rica cultura y su belleza natural, a convertirse en un campo de batalla? Los Tlacos y Ardillos son solo dos de los grupos que llevan años en esta guerra de titanes, luchando por el control de un territorio repleto de oportunidades para el crimen organizado. Y mientras eso sucede, el gobierno y las autoridades solo pueden ver cómo el caos se apodera de las calles. Como si de una obra de teatro trágico se tratara, la gente se ve atrapada entre el deseo de vivir en paz y la realidad descarnada que vive a su alrededor.
Es curioso cómo, con todo este desánimo, algunas personas encuentran la forma de reír y sobrevivir incluso en las peores circunstancias. Recuerdo una vez que visité Guerrero y un grupo de mujeres me recibió con una sonrisa a pesar del día gris. Tal vez fue la forma en que bromeaban sobre la iglesia local, que ofrecía servicios de oración cada vez que se interrumpían los tiroteos. «¿Acaso creerían que eso funcionaría?» me dijeron risueñas. Pero detrás de esa alegría, existía el temor de perder a un ser querido, la angustia de la incertidumbre.
El impacto en la comunidad
La violencia ha despojado a Guerrero de su esencia comunitaria. Las familias ya no se sienten seguras en sus barrios; las calles se han vuelto desoladas y, las luces de las casas toldan más que iluminan. En lugar de celebrar fiestas y compartir momentos de calidez, hay miedo y desconfianza. Aquellos que han sobrevivido a esta espiral de violencia cuentan historias de momentos en los que la vida cotidiana se detuvo; de cuando una simple compra de víveres puede convertirse en un caos.
Sin embargo, el hilo de resistencia no se ha cortado. Los obispos de las diócesis locales han intervenido, actuando como mediadores en un intento por conseguir la paz en una situación que parece incontrolable. Iniciativas comunitarias y diálogos han surgido en este turbio contexto. La pregunta es: ¿será esto suficiente para encontrar una solución duradera?
La política en el epicentro de la violencia
La relación entre el crimen organizado y los funcionarios públicos en Guerrero no puede ser ignorada. La débil institucionalidad ha proporcionado un terreno fértil para la corrupción y la impunidad. La historia de la alcaldesa anterior, Norma Otilia Hernández, es un claro ejemplo de cómo la política se convierte en un juego de poder y de supervivencia. ¿Cuántas reuniones secreta se habrán llevado a cabo entre los criminales y los políticos que deberían proteger a la comunidad? La idea de un «segundo desayuno» puede ser divertida en la boca de un comediante, pero en la realidad de Guerrero se convierte en una sombra de traición.
La presente gobernadora, Evelyn Salgado, apenas ha hecho eco de los crímenes, más allá de un tuit condenando el asesinato de Arcos. Pero, ¿realmente está la población dispuesta a conformarse con un pronunciamiento en redes sociales? La falta de acción ha alimentado el escepticismo y la frustración entre quienes pacientemente esperan un cambio.
La búsqueda de una solución
Si bien la violencia puede parecer omnipresente, la sociedad civil todavía alberga la esperanza de un mañana mejor. La movilización de grupos comunitarios, las intervenciones de la Iglesia y las iniciativas de defensa de derechos humanos son pasos hacia una resistencia pacífica. Las voces que claman «¡basta!» se hacen cada vez más fuertes. ¿Es este un rayo de esperanza en el oscuro horizonte?
Las experiencias compartidas también juegan un papel crucial. Las anécdotas de quienes han enfrentado la adversidad y han emerged como líderes en sus comunidades son las que alimentan las llamas de la esperanza. Aunque cada historia es dolorosa, se encuentran semillas de valentía y resistencia que pueden germinar en el inminente futuro.
Reflexiones finales: un futuro incierto
Las tragedias continúan acumulándose en Guerrero, pero no podemos dejar que la desesperanza nos ciegue. La comunidad sigue luchando por recuperar lo perdido y por encontrar el camino hacia un futuro donde la paz y la justicia sean more than words. Pero, ¿realmente estamos dispuestos a cambiar nuestra narrativa y a trabajar en conjunta por una paz duradera?
Al observar la situación actual de Guerrero, se evoca la pregunta retórica: ¿qué harías tú si fueras parte de esta realidad? Las vivencias diarias van más allá de lo que imaginamos y, aunque el futuro se presenta incierto, siempre hay una chispa de luz que puede iluminar la penumbra.
Así que, mientras nos encontramos en este lado del telón, reflexionemos sobre nuestras propias vidas: ¿qué nos impide levantarnos y gritar “¡basta!” ante lo que se permite? La historia de Guerrero es, en muchos sentidos, una historia de la humanidad en su totalidad, y ahora, más que nunca, necesitamos contarla y hacer que nuestras voces realmente cuenten. En medio de la tristeza, el dolor y la desesperanza, recordemos que la lucha sigue en pie y que cambiar juntos es la única forma de liberar al pueblo de Guerrero de estas cadenas.