¿Alguna vez te has detenido a pensar en el impacto que tiene la gastronomía en nuestras vidas? A menudo, olvidamos que comer no es solo un acto físico; es una experiencia emocional, un momento de conexión con las personas que nos rodean y, sobre todo, una forma de expresión cultural. En este contexto, hoy queremos rendir homenaje a un gigante del periodismo gastronómico, Víctor de la Serna Arenillas, quien a través de su alter ego Fernando Point, ha dejado una huella indeleble en nuestras mesas y corazones.
La primera vez que escuché sobre Fernando Point
Recuerdo la primera vez que escuché el nombre de Fernando Point. Era un día soleado de 1993, y yo, un joven entusiasta de la gastronomía, acababa de entrar en EL MUNDO. La curiosidad me llevó a preguntar por este misterioso autor cuyas críticas parecían no solo describir platos, sino casi contar historias. Fue entonces cuando me enfrenté a la incredulidad de algunos colegas que, en tono burlón, me preguntaron: «¿Para qué quieres conocer a Fernando Point?»
Con esa vehemencia juvenil que todos hemos tenido en algún momento, respondí: «¡Porque es el mejor escritor gastronómico que existe!». No sabía entonces que detrás de ese seudónimo se escondía un hombre con un profundo conocimiento del mundo culinario, un auténtico maestro que llevaría nuestras papilas gustativas hacia nuevas alturas.
Un crítico con alma: el viaje de Víctor de la Serna
Víctor de la Serna no solo era un crítico; era un verdadero conocedor del arte culinario. Sus estudios en Suiza y Nueva York le otorgaron una perspectiva única que combinó con su vasta experiencia en los mejores restaurantes de todo el mundo. Pero lo que realmente hacía brillar a Víctor era su curiosidad insaciable.
Cuando uno lee sus artículos, que solían aparecer cada viernes en la sección de Metrópoli, no puede evitar sentirse identificado, como si estuviera conversando con un viejo amigo frente a una copa de vino. La ironía sutil, el ritmo ágil y laertes nostálgico en su escritura te transportaban, ya fuera al bullicioso mercado de Barcelona o a la tranquila bodega en La Manchuela. ¿No te ha pasado alguna vez que, al leer una crítica de Víctor, te das ganas de coger el cuchillo y la tabla de cortar para cocinar algo especial?
La revolución del vino y su legado
Uno de los mayores legados de Víctor fue la creación de elmundovino, un portal vitivinícola que se convirtió en referencia en lengua castellana durante dos décadas. Gracias a su visión, catadores y aficionados de todo el mundo pudieron sumergirse en el apasionante universo del vino. Recuerdo mis primeras catas, donde intentaba imitar su estilo, mientras intentaba descifrar las notas frutales y minerales de cada sorbo.
Es casi irónico pensar que mientras muchos en la industria del vino se dejaban llevar por la presión de las cifras y las tendencias del momento, Víctor se mantenía firme, defendiendo el arte de la celebración culinaria y la exploración de sabores auténticos. «El vino es poesía embotellada», solía decir, y era cierto. Cada vino cuenta una historia, y Víctor era ese narrador que saboreaba cada palabra, cada sorbo.
Anécdotas que nos unen
Recuerdo una cena a principios de los 2000, organizada por un grupo de amigos que tenía la suerte de compartir con Víctor. Cada uno de nosotros llevó una botella de vino, y lo que comenzó como una simple cata de vinos se convirtió en un festín de anécdotas, risas y una buena dosis de bromas. Víctor siempre sabía cómo iluminar la sala con una historia divertida sobre un restaurant que había visitado, con un detalle tan vivaz que parecía que estábamos allí con él, compartiendo esa experiencia gastronómica en carne y hueso.
Se dice que el mejor gourmet es aquel que sabe cómo disfrutar la comida, una filosofía que Víctor encarnó hasta su último aliento. Las noches de vino, risas y discusiones sobre cuál es el mejor vino de Navarra o el restaurante más innovador de Madrid se convirtieron en una tradición, y, sinceramente, nunca pensé que aprender sobre gastronomía podría ser tan entretenido.
Una visión rebelde: Desmitificando la alta cocina
En un mundo donde muchos creen que la alta cocina es el culmen de la experiencia gastronómica, Víctor siempre fue un rebelde. Se deleitaba más en descubrir pequeños comedores de barrio que en los últimos platos del chef más famoso. Como él decía, «A veces, lo auténtico se encuentra en los lugares más inesperados». ¡Y cuánta razón tenía! Eso me recordó mi propia búsqueda de ofertas culinarias en pequeños restaurantes escondidos que se convirtieron en mis favoritos.
Un maestro del lenguaje
Además de su amor por la comida y el vino, Víctor de la Serna era un verdadero maestro del lenguaje. Cualquier texto que saliera de su pluma se transformaba en una experiencia literaria, mártires de la gastronomía y narradores del placer. Su escritura siempre me hizo reflexionar sobre cómo las palabras, al igual que los ingredientes en una cocina, pueden combinarse para crear algo mágico.
Él nos enseñó que un buen crítico no solo describe el plato, sino que también pinta un cuadro en el que el lector desea zambullirse. Sus artículos eran como un plato bien presentado: los colores, las texturas y los aromas cobraban vida en cada frase. ¿Quién no sueña con lograr eso en sus propios escritos?
La importancia de las memorias
Hay algo fundamental en la gastronomía que Víctor enfatizaba: la necesidad de transmitir las memorias a través de la comida. «Tienes que escribir tus memorias de gourmet», le decía a menudo. Y aunque él solía rehuír de esas sugerencias, su legado se siente vivamente en cada artículo, cada crítica, cada risilla compartida en torno a la mesa.
La cocina es una forma poderosa de recordar, y aquellos recuerdos se entrelazan con cada bocado y cada sorbo. Es un viaje emocional que nos conecta con nuestras raíces, con las historias de nuestros padres y abuelos. ¿Quién de nosotros no ha rememorado una cena familiar con ese plato especial que le preparaban cuando éramos pequeños?
El adiós a un gigante
El reciente fallecimiento de Víctor de la Serna ha dejado un vacío en el mundo del periodismo gastronómico. Su voz inconfundible, su dedicación inquebrantable y su pasión por la vida han tocado a miles, y su legado seguirá brillando a través de sus escritos. La honestidad y autenticidad en su discurso son cualidades que muchos anhelamos fomentar en un mundo donde a menudo prevalece la superficialidad.
En una era donde la velocidad y la inmediatez dominan, Víctor nos enseñó que hay que tomar un momento para disfrutar, para saborear, para apreciar cada detalle de la experiencia gastronómica. Era un romántico moderno, un defensor de la gastronomía verdadera, lejos de los caprichos de la moda.
Reflexiones finales: ¿Qué nos deja víctor de la serna?
Si hay algo que aprender de Víctor de la Serna, es que debemos abrazar la incertidumbre y la aventura que nos ofrece el mundo de la gastronomía. Cada plato cuenta una historia, y cada encuentro puede transformarse en un recuerdo imborrable. Su legado no solo está en sus artículos, sino en la forma en que nos inspira a todos a ser más curiosos, más abiertos y más amorosos con lo que comemos y bebemos.
Así que, la próxima vez que te sientes a disfrutar de una comida, recuerda a Víctor. Saborea cada bocado, cuenta historias y deja que la gastronomía te conecte con los demás. Después de todo, ¿qué sería de la vida sin esas pequeñas delicias que nos unen y nos hacen reír?
Como última nota, esta es una invitación a todos los amantes de la gastronomía: sigamos explorando, degustando y, sobre todo, compartiendo. La mesa siempre estará lista, y el legado de Víctor de la Serna vivirá en cada comida que disfrutemos en su memoria. ¡Salud y buen provecho!