La globalización es un término que parece que nos persigue. Ya sea hablando de Netflix, redes sociales o, por supuesto, el idioma. Pero, ¿alguna vez has tomado un momento para reflexionar sobre la riqueza que aporta la diversidad lingüística a nuestra vida diaria? Imagina que estás en un aeropuerto internacional (ese espacio donde todos somos felices hasta que alguien se sienta a tu lado en el avión con un olor a atún). Piensas que todo el mundo habla inglés, pero, en realidad, hay innumerables lenguas y dialectos compartiendo el mismo espacio. Es más, cada idioma cuenta una historia, una cultura, y, lo más importante, a personas. Vamos a hacer un recorrido por este fascinante mundo de las lenguas.

¿Qué lenguas se hablan en…?

Confiesa, alguna vez te has encontrado delante de un mapa mentales como en la escuela secundaria, buscando desesperadamente “¿Qué lengua se habla en…?” No te preocupes, ¡no eres el único! En mi caso, recuerdo una de mis primeras clases de lingüística, donde llegó un estudiante y dijo, «En España se habla español, ¿no?» A lo que el profesor respondió con un largo monólogo sobre la diversidad lingüística en el país: “Ah, ¿de verdad? ¿No hay catalán, euskara o gallego?” Eso me dejó pensando.

Realmente, muchos pensamos que en países como Francia, Chile o Japón se habla solo un idioma. Pero la verdad es diferente. Estos países son multilingües, aunque en ocasiones se omita. En Francia, por ejemplo, no solo se habla francés, sino también lenguas como el bretón y el occitano. En Chile, el mapa de las lenguas incluye el rapanui y el aimara, junto con el español. Y en Japón, aunque parece que solo hay japonés, existen lenguas como el ainu. Entonces, ¿por qué la tendencia a pensar en un único idioma por país? Tal vez porque es más cómodo, como la pizza margarita, siempre es una opción segura.

Lengua oficial vs. realidad lingüística

Cuando hablamos de lenguas, muchas veces nos topamos con el concepto de “lengua oficial”. Pero, aquí está la trampa: la oficialidad no siempre refleja la variedad de lenguas que realmente se hablan en un país. En algunos lugares, como en Irlanda, el irlandés tiene el estatus de lengua oficial, a pesar de ser hablado por un porcentaje relativamente bajo de la población. Mientras, el inglés, aunque no ha sido declarado oficialmente, es el que fluye por todas partes, como el café de una oficina que nunca se termina.

Echemos un vistazo a otros ejemplos. ¿Sabías que en Bolivia hay 37 lenguas oficiales? ¡Sí, has leído bien! ¡Treinta y siete! Y no solo eso, cada una tiene su propia riqueza cultural y forma de ver el mundo. En contraste, en Bulgaria solo hay una reconocida oficialmente. Pero, ¿no sería espectacular que todos pudiéramos elegir nuestro idioma como elegimos nuestro café? «Hoy quiero un latte de aimara, por favor».

La confusión de “oficialidad”

La confusión con la oficialidad de las lenguas no se limita a la cantidad de lenguas en un país. En muchos casos, hay lenguas que no son nativas de la región que han logrado obtener una estatus de oficialidad. Piénsalo por un momento: ¿cuántos países de África tienen el inglés o el francés como sus lenguas oficiales? ¡Demasiados! Esto, claro, puede causar que alguien que hable inglés en un país de África se sienta más a gusto que alguien que, naturaleza, habla una lengua autóctona.

Y luego, están los casos de lenguas que son oficiales en ciertas regiones pero no en otras. Como resulta ser el caso del mirandés en Portugal. O el occitano en la región del Valle de Arán en Cataluña. Esta diversidad es asombrosa, pero a veces, como cuando tratas de recordar todos los nombres de tus vecinos, uno se siente un poco abrumado.

La diversidad y la identidad

Aquí llega la parte que realmente nos toca el corazón y el cerebro, y es que cada lengua es muchísima más que un conjunto de palabras. Es la manifestación de una identidad, de una cultura, de tradiciones que se entrelazan con la forma en que vemos el mundo. Cada vez que intento aprender una nueva lengua, me encuentro con refranes que simplemente no tienen traducción al español o al inglés. ¡Como los aforismos que se vuelven un rompecabezas de idioma!

Recuerdo cuando intenté aprender euskara. Aparte de que las reglas gramaticales son más complejas que un rompecabezas de 1000 piezas en la oscuridad, también había frases que no se podían traducir. Por ejemplo, ese paisano que dice «Euskaraz bizi nahi dut» (Quiero vivir en euskara) no es solo una afirmación, es un grito de resistencia cultural. Esto me hizo pensar que, hablando una lengua, en realidad, estamos conduciendo una especie de batalla por la identidad cultural, algo que va mucho más allá de las palabras en sí.

Lenguas en peligro de extinción

Mientras hablábamos de diversidad, también hay un lado oscuro que no podemos ignorar: las lenguas en peligro de extinción. Piensa en esto: cada dos semanas, una lengua desaparece del mapa. ¡Duele solo pensarlo! Esa lengua, ese grupo humano, esos hablantes e historias que podrían ser eliminados de un solo golpe.

Tomemos como ejemplo la lengua mapudungun en Chile. Con el paso del tiempo, ha ido perdiendo hablantes, y hoy en día es un recordatorio de la lucha y la resistencia. Es como un faro en la oscuridad preguntándose, «¿Alguien me escucha aún?» Esto se aplica también al ainu en Japón, donde el número de hablantes ha disminuido drásticamente. En un mundo lleno de pérdidas, la desaparición de una lengua es como perder un libro que no solo contiene palabras, sino una historia viva.

¿Deberíamos hablar solo una lengua?

Aquí es donde la reflexión se torna complicada. ¿Deberíamos abogarnos a aprender solo una lengua? Sería mucho más fácil, y podríamos salir a la calle sin miedo a hablarle a alguien en un dialecto extraño. Pero, sepamos que esto no solo nos limita a nosotros, sino que también marginaliza a grupos enteros. Cada lengua es un hilo en un rico tapiz cultural. En lugar de sacar un hilo y hacer que el tapiz se vea más simple, deberíamos estar entrelazando más. ¿Puedo aprender francés, mientras aún aprecio y respeto al euskara? ¡Claro que sí!

Al final, cuando nos enfrentamos a un colega o amigo y le preguntamos: «¿Qué lengua se habla en…?» debemos recordar que detrás de cada respuesta simple hay una historia, un ser humano que conecta con su cultura lingüística. No seas como yo en la secundaria; no caigas en la trampa de la simplificación. En vez de eso, permitámonos abrazar la complejidad que nos une.

La responsabilidad de algunas palabras

Puede que pienses que las palabras son solo eso, palabras. Pero cada vez que hablamos de lenguas y sus hablantes, estamos hablando de derechos. De nuestro deber como ciudadanos de un mundo que debería ser más inclusivo y comprensivo. No deberíamos olvidar nunca el poder de las lenguas, así como las palabras que dije una vez y que todavía resuenan en mi mente: «Detrás de cada lengua, siempre hay personas».

Así que, la próxima vez que escuches a alguien decir que «en Francia se habla francés» o que «en Chile solo se habla español», tómate un momento. Haz una pausa, piensa bien y recuerda que cada lengua es un universo distinto y que, al final, son solo un reflejo de nuestra identidad y humanidad.

La diversidad lingüística no solo enriquece nuestras vidas, sino que también nos conecta de maneras que quizás nunca hayamos imaginado. Así que, ¿qué dices? ¡Hagamos que las lenguas tengan más protagonismo en nuestras conversaciones!