La vida de un militar siempre ha estado marcada por el sacrificio, la disciplina y una vocación de servicio que rara vez vemos en otros ámbitos. Sin embargo, cuando se presentan situaciones de emergencia, como la reciente DANA que azotó la Comunidad Valenciana, nos preguntamos: ¿realmente se les está brindando el apoyo y las condiciones que merecen? A través de la denuncia de la Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas (ASFASPRO), hemos podido conocer la desgarradora realidad a la que se enfrentan estos hombres y mujeres en momentos de crisis.

Entre campamentos y condiciones difíciles: el cotidiano de los militares

Imagínate, por un momento, cómo sería tener que vivir durante más de 75 días en una tienda de campaña, durmiendo en una litera de lona, mientras luchas para ayudar a aquellos que están sufriendo las secuelas de un desastre natural. Eso es precisamente lo que algunos de nuestros militares han estado experimentando en Valencia.

Antonio Seoane, miembro de la Junta Directiva de ASFASPRO, ha expresado con dolor que «esta situación es inaceptable«. Al pasar semanas bajo el manto de una normativa de riesgos laborales que parece estar hecha de papel maché, los soldados, en lugar de ser atendidos dignamente, han tenido que enfrentar desafíos adicionales que ponen en peligro su salud física y mental.

Pero, ¿por qué se tolera esto?

«Así es más barato», sentencia Seoane. Y aquí nos encontramos ante un dilema ético que podría dar de qué hablar durante horas. ¿Es la economía la razón por la que se sacrifica el bienestar de quienes arriesgan sus vidas para ayudar a otros? De alguna manera, parece que la inercia y la cultura del «no protestar» que ha rodeado a las fuerzas armadas están jugando en contra de su bienestar.

Desigualdad en el mismo terreno de juego

Otro punto crucial en toda esta discusión es el trato desigual que reciben los distintos cuerpos de seguridad. ¿Por qué los miembros de la Guardia Civil tienen el derecho de alojarse en hoteles, mientras que los soldados deben conformarse con comidas frías y la incomodidad de un campamento? Es un interrogante que no solo despierta la indignación de quienes están en el servicio, sino que también nos invita a todos a reflexionar sobre la justicia y la igualdad en el lugar de trabajo. Si alguien está haciendo un trabajo similar en el mismo campo, ¿no deberían recibir un trato equivalente?

Hablemos de heridos y protocolos de seguridad

La ministra de Defensa, Margarita Robles, mencionó que algunos militares sufrieron heridas e intoxicaciones, pero lo que nos deja especialmente inquietos es la falta de protocolos de seguridad estrictos al inicio de la operación. La pregunta que me asalta es, ¿realmente es aceptable que quienes están al servicio en situaciones de emergencia no estén debidamente protegidos? Después de todo, es su vida la que está en juego.

Son esfuerzos loables, sin duda, pero ¿valen más que sus propias vidas y su bienestar?

El llamado a la acción

La incomodidad que sienten los soldados debe ser escuchada. ASFASPRO ha solicitado al Ministerio de Defensa que se discutan estas condiciones en el Consejo de Personal, pero hasta ahora, la respuesta del ministerio ha sido un rotundo «no». La excusa de que es una «operación militar» y que, por tanto, no se puede hablar, resulta más preocupante que cualquier informe sobre el despliegue.

Un problema de fondo

Es evidente que estamos ante un problema de fondo relacionado con la percepción del prestigio profesional en las Fuerzas Armadas. En muchas ocasiones, el militar es visto como un ser que tiene que soportar cualquier tipo de menosprecio, al fin y al cabo, «están ahí para servir». ¿No deberíamos aspirar a algo más en un país que se esfuerza por ser justo y equitativo?

«Malcomiendo y maldurmiendo»

Esta frase, expresada por Seoane, se convierte en un eco resonante de los logros que hemos hecho como sociedad. No se trata solo de combatir desastres, sino también de garantizar que quienes se arriesgan a la vida lo hagan en condiciones dignas. Y, seamos honestos, ¿quién se sentiría motivado a dar lo mejor de sí mismo cuando el entorno de trabajo es precario?

Reflexionando sobre la rendición de cuentas

Por mucho que ASFASPRO esté pidiendo «simplemente» más información sobre las condiciones de vida y trabajo, la situación es algo más que una llamada a la transparencia. Es un grito de protesta por la dignidad que todo empleado —militar o no— merece.

En este sentido, es obra de todos velar porque aquellos que se sacrificarán por el bienestar del país reciban en retorno el respeto y la asistencia que necesitan. ¿Estamos listos para hacer oídos sordos a sus reivindicaciones, o es momento de actuar de manera proactiva y solidaria?

Testimonios de quienes han estado en el campo

Permíteme compartir una anécdota: conozco a un par de personas que han estado en operaciones de rescate y recuperación. Su necesidad de ayuda y el nivel de estrés que han experimentado siempre me ha dejado pensando si realmente estamos haciendo lo suficiente por ellos. La mayoría de las veces, ellos bromean entre sus compañeros sobre cómo “ya se están acostumbrando a dormir como sardinas en una lata”, pero detrás de esas risas, ¿cuánto dolor hay? ¿Cuántas historias de miedo y malestar?

Ayuda, reconstrucción y a futuro

Desde el 29 de octubre, más de 25,000 efectivos han colaborado en diversas áreas como el rescate, la atención sanitaria y la rehabilitación de infraestructuras. Es evidente que su dedicación es de vital importancia para la comunidad, pero ¿cuánto tiempo más hasta que alguien escuche su clamor por mejores condiciones?

Un mensaje de empatía y apoyo

Para terminar, quiero concluir con un mensaje de empatía. Los desafíos que enfrentan nuestros militares en situaciones de emergencia no deben ser simplemente estadísticas. Cada día, cada noche, ellos están ahí, en la primera línea. Les debemos respeto, reconocimiento y, sobre todo, las condiciones laborales que se merecen.

No podemos quedarnos de brazos cruzados; en la búsqueda de justicia social en el trabajo, el deber es de todos. ¿Qué podemos hacer para abogar por un cambio? Esa es la pregunta que deberíamos llevarnos hoy. ¿Y tú, qué opinas?