En la vida hay ciclos que se cierran, momentos de despedida que nos invitan a la reflexión. La reciente noticia del cierre de la Sala Dalmau en Barcelona ha traído consigo una nube de nostalgia entre amantes del arte, coleccionistas y artistas. Desde su inauguración en 1979 por el coleccionista de arte Francesc Draper, esta galería se ha convertido en un espacio icónico donde el arte catalán y las vanguardias históricas han encontrado un hogar. Pero ¿qué llevó a Mariana Draper, la hija de Francesc, a tomar esta difícil decisión? Hoy exploraremos la historia de la galería, los momentos inolvidables vividos y el impacto que ha tenido en el mundo artístico. Así que, tómense un café (o una copa de vino, no juzgamos) y acompáñenme en este recorrido.
Historia y legado de la Sala Dalmau
La Sala Dalmau se estableció en un bello edificio modernista en el corazón de Barcelona, con un ambiente que siempre evoca un aire de elegancia. Desde el primer día, la galería ha sido un punto de referencia para las vanguardias históricas con acento catalán. ¿Sabías que la galería conservó la fachada de madera y una escalera de forja que datan de su inauguración? No es exactamente una decoración de Pinterest, pero tiene su propio encanto.
Durante 45 años, la galería ha sido testigo de una transformación en el panorama artístico. Durante este tiempo, ha rescatado a artistas que habían sido olvidados tras la Guerra Civil, brindándoles una plataforma para que su trabajo fuera reconocido tanto a nivel nacional como internacional. Uno de los momentos más destacados de este año fue la exposición por el 150° aniversario de Joaquim Torres-García, uno de los artistas más significativos en la historia del arte contemporáneo en Cataluña. Mariana admitió que sabían que esa exposición sería la penúltima, pero no querían que nadie lo supiera. Después de todo, ¿cómo se despiden adecuadamente de un lugar que ha sido un hogar no solo para las obras de arte, sino también para las relaciones humanas?
La decisión de cerrar la galería
Cuando Mariana Draper decidió cerrar la sala, no fue por razones económicas, sino por una decisión profundamente meditada. “Todo tiene un principio y todo tiene un final”, confesó. Así, frente a un panorama que ha cambiado tanto —con la digitalización del arte y la pandemia que ha golpeado duramente al sector—, ella y sus hermanos decidieron que era hora de cerrar este capítulo. Como ella dice, “hemos celebrado tantas historias, que a veces también hay que saber cuándo dejar que estas historias descansen”.
En conversas recientes, se ha visto a muchos artistas y coleccionistas acudiendo a despedirse en persona. Imaginen las emociones encontradas. Algunos de ellos llegaron con flores y bombones, haciendo que este proceso de despedida tuviera un aire a celebración de lo vivido, en lugar de un lamento. Esa mezcla de emociones es algo que quienes trabajamos en el arte entendemos de la manera más profunda posible.
Adiós a los artistas
Cada artista tiene su historia, su propio relato de lucha y de perseverancia. Mariana ha creado fuertes lazos de amistad con muchos de ellos. La tristeza por el cierre de la galería ha sido palpable, sobre todo en aquellos que se vieron profundamente conectados a lo largo de los años. Algunos incluso pasaron a despedirse en persona, creando un ambiente de calidez y nostalgia.
“Lo siento mucho, os echaré de menos”, le dijo un artista a Mariana, y me pregunto, ¿quién no se ha sentido así en un momento de adiós? Las lágrimas y las sonrisas se entremezclan en un cóctel emocional en el que todos intentan encontrar consuelo. Estas vivencias son el hilo que une a las personas, y la Sala Dalmau ha sido ese hilo para muchos en el mundo del arte.
También han sido recibidas historias de clientes que, aunque no habían comprado obras, se sentían parte de esa familia. “Siempre disfruté de las exposiciones, me sentiré perdido sin ellas”, era una frase recurrente que se escuchó en los últimos días en la galería. Te hace reflexionar sobre cómo los espacios culturales pueden convertirse en salvaguardas para nuestra esencia humana.
El futuro de la Sala Dalmau
Es increíble pensar qué sucederá con el local que ha albergado tantas memorias. Con un interés creciente de potenciales inquilinos, Mariana ha dejado claro que sólo considerará propuestas que respeten la esencia del lugar, manteniendo la fachada de madera y la icónica escalera de forja. ¿Tú qué harías en su lugar? ¿Desearías que el nuevo inquilino mantenga la atmósfera, o dejarías que sus aspiraciones modernas cambiaren el lugar?
Mariana también mencionó un detalle curiosísimo: el cartel que adorna la entrada fue encargado por su padre y es considerado una joya en sí mismo. En su conjunto, la Sala Dalmau es un microcosmos de experiencias, de arte y de la historia reciente de España, que se han entrelazado para formar lo que es hoy. Pero, como en todo buen relato, el legado queda y se transformará en nuevas narrativas.
Reflexiones sobre el arte
El cierre de la Sala Dalmau nos invita a reflexionar sobre el valor del arte en nuestras vidas. A veces, nos olvidamos de qué significa realmente vivir rodeados de arte. Es una inversión en nuestra cultura, nuestras emociones y nuestras conexiones. En un mundo cada vez más digitalizado, el reflejo de nuestra humanidad se encuentra en los colores de la pintura, en las formas escultóricas y en las ilusiones producidas por cada obra que ya es parte de nuestra experiencia.
Posiblemente, la historia de la Sala Dalmau sea solo una de muchas que vemos hoy en día. ¿Cuántos otros estudios y galerías están luchando con la dificultad de seguir adelante en esta nueva era? Tal vez es hora de apoyarnos mutuamente, de recordar que el arte no solo se consume, sino que se vive, se comparte y se celebra.
Un último brindis
La vida es breve, y cada despedida es en realidad un tributo a lo que hemos vivido. Si te encuentras en Barcelona antes del 31 de diciembre, no dejes pasar la oportunidad de visitar la Sala Dalmau una vez más. No será un funeral, sino una celebración de todo lo que ha sido, un último repaso por los pasillos donde tantos artistas han dejado su huella.
Y sudores. Porque, después de todo, ¿quién no ha arrastrado algunos kilos en el arte? En un futuro, miraremos hacia atrás y diremos que formamos parte de algo realmente especial. Las huellas que ha dejado la Sala Dalmau permanecerán vivas en colecciones privadas y museos, asegurando que aunque la galería se cierre, el arte nunca morirá.
Así que, alza tu copa por la Sala Dalmau y todos los que han sido parte de su rica historia. Y recuerda, aunque los espacios se cierren, el arte siempre encontrará una manera de abrirse camino al corazón de quienes lo valoran.
¿Listo para atesorar las memorias? ¡A brindar por nuevos comienzos! 🍷