Vivimos en una época en la que los hechos parecen ser tan manipulables como plastilina. La desinformación se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de nuestra sociedad, afectando no solo al periodismo, sino también a nuestra capacidad de discernir la realidad. En este artículo, vamos a explorar cómo ha cambiado el panorama de la información, la relevancia de los periodistas en este contexto y qué podemos hacer para revertir esta situación.
Un vistazo a la realidad actual del periodismo
Recuerda esos días en los que tu mayor preocupación era si la cafetería de la esquina aún tenía esas galletas de chocolate que tanto amabas. Ahora, te despiertas cada mañana preguntándote si lo que leíste anoche era un hecho real o un «hecho alternativo». ¡Qué mundo más confuso hemos construido!
No es una sorpresa que la credibilidad del periodismo esté en crisis. Según diversas encuestas, la confianza de la población en los medios de comunicación ha caído en picada. ¡Y no es para menos! Cuando se nos presenta información contradictoria, es difícil no sentir que estamos viviendo en una película de ciencia ficción donde las noticias parecen más un guion que un informe real. ¿Recuerdas la famosa frase “las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados”? Esta perla del periodismo, dicha por el periodista británico C.P. Scott, parece más un chiste que una realidad en el contexto actual.
La importancia de los hechos en el periodismo
La II Jornada contra la Desinformación, organizada por el CLUB ABIERTO DE EDITORES (CLABE), nos ofrece una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestro papel en este caos informático. Arsenio Escolar, periodista y presidente de CLABE, expuso su preocupación ante el auge de la desinformación. Con el respaldo de 191 empresas editoriales, esta asociación representa un amplio espectro del panorama periodístico en España.
¡Imagina ser parte de un grupo que trae a cientos de editores y periodistas a un solo lugar para hablar de algo tan crucial como la verdad! Es como si convocaras a todos tus amigos para hablar de lo difícil que es encontrar un buen café en la ciudad. Todos tienen historias, experiencias y conocimientos que compartir. Sin embargo, la conversación se torna seria cuando se aborda el impacto de las noticias falsas en nuestra sociedad.
¿De dónde viene la desinformación?
Me acuerdo de una conversación que tuve con un amigo que es un ávido lector de noticias. Le encantaba compartir los titulares más escandalosos, y casi siempre terminábamos debatiendo si eran verdad o no. Un día, al ver un artículo titulado “Los gatos son en realidad espías extraterrestres”, me dio cuenta de que este era un buen ejemplo de cómo se generan rumores. A menudo, la desinformación puede no venir de un maldito propósito, sino de la falta de verificación. Pero claro, hemos llegado a un punto en el que ya no sabemos si este tipo de afirmaciones son una broma o si hay alguien realmente convencido de eso.
La realidad es que la desinformación es como un virus que se propaga a una velocidad alarmante gracias a las redes sociales y la tecnología. En el contexto actual, la mezcla de la inmediatez con la falta de regulación ha permitido que la desinformación florezca. Las plataformas tecnológicas, a menudo vistas como los grandes villanos, tienen un rol crítico en esta jungla de información. Sin embargo, reducir el problema a un solo chivo expiatorio sería un error.
Mientras las redes son a menudo diagnosticadas como las responsables, los medios de comunicación también tienen responsabilidad. Recuerda el famoso escándalo de Sean Spicer y los «hechos alternativos»? Si hasta los portavoces de la Casa Blanca pueden jugar al Timón de la Verdad, es obvio que estamos en un juego peligroso.
La responsabilidad de los editores y periodistas
Volviendo al discurso de Escolar en la II Jornada, él resalta que la reputación es clave en el periodismo. La confianza y la credibilidad son propiedades que se ganan a pulso. En un entorno donde la desinformación es la norma, los periodistas deben recordar su misión principal: informar con veracidad. ¿Acaso no suena como algo básico? Sin embargo, cada vez se vuelve más complejo.
Cuando te sientas a escribir un artículo, debes preguntarte: «¿Qué historia estoy tratando de contar? ¿Cómo puedo asegurar que mi información sea cierta y relevante?» Estas preguntas deberían estar en la mente de cada periodista y editor en este momento. Y si no, pues, ¡es hora de recetarles un poco de responsabilidad periodística!
No se trata solo de informar, sino de educar al público. Educar sobre cómo distinguir entre un hecho y un bulo. Debemos recordar a C.P. Scott y su famosa máxima: “Un periódico tiene dos caras. Es un negocio, pero también es una institución”. ¿Ves? Es como un prestidigitador: uno solo puede hacer un truco si entiende tanto el arte de ilusionar como el de entretener.
Un camino hacia la solución
La buena noticia es que aún hay esperanza. La clave para contrarrestar este fenómeno de la desinformación radica en la autorregulación por parte de los medios de comunicación y en la formación de un sentido crítico en los ciudadanos. Por ejemplo, en lugar de seguir compartiendo ese meme gracioso que dice que los plátanos son la fruta más peligrosa del mundo, podrías investigar un poco antes de dar click en “compartir”. ¡Eres mejor que eso!
También hay necesidad de que los políticos y las instituciones se alineen con esta causa. Como bien dijo Escolar, necesitamos una regulación adecuada que no solo respete la libertad de prensa, sino que también corte de raíz la posibilidad de difundir mentiras. Es como decir que todos deberíamos portar una capa de superhéroe en la lucha contra la falsedad.
En este sentido, educar a los ciudadanos sobre cómo identificar y combatir la desinformación es vital. La responsabilidad no recae solo en los editores y periodistas, sino también en cada uno de nosotros como consumidores de información. ¿Sabías que tan solo revisando las fuentes de un artículo podrías evitar ser parte del problema? Además, fomentar habilidades de alfabetización mediática en las escuelas desde una edad temprana podría forjar una nueva generación más crítica y consciente.
¿Es posible recuperar la confianza en los medios?
Pongámonos serios por un momento. Si bien hay una creciente desconfianza hacia los medios, las agencias de noticias aún pueden volver a ganarse la confianza del público. Todo recae en la transparencia. Al hacer visible el proceso detrás de cada artículo, desde la investigación hasta la publicación, los lectores podrían pasado el riesgo en sus manos y, potencialmente, recuperar la fe en el periodismo.
Recientemente, varias organizaciones de noticias han comenzado a implementar etiquetas que indican cómo se verificó la información. ¿No sería maravilloso que cada vez que leyeras una noticia supieras de dónde venía? Podríamos estar más tranquilos, disfrutando de nuestro café por la mañana sin la preocupación de que un gato espía esté acechando nuestro feed.
Conclusión: nuestro papel como ciudadanos informados
En resumen, la desinformación es un problema serio que no puede ser ignorado. Desde periodistas responsables hasta ciudadanos críticos, todos tenemos un papel que desempeñar. La próxima vez que te encuentres con un titular llamativo, pregúntate: “¿Esto es un hecho o simplemente un hecho alternativo?”
Así que, la próxima vez que estés en tu café favorito, ya sea disfrutando de esas galletas de chocolate, reflexiona sobre cómo puedes contribuir a la conversación. La verdad, aunque a veces parezca escurridiza, sigue siendo nuestra mejor herramienta para navegar en este complicado mundo de información. Después de todo, un ciudadano informado es un ciudadano empoderado, y en tiempos de desinformación, ¡eso es lo que necesitamos más que nunca!