Es bien sabido que las elecciones son un campo de batalla y no solo en el sentido tradicional de la palabra. Cada cuatro años, especialmente durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la atmósfera se llena de fervor, emociones y, lamentablemente, la desinformación. Si bien la realidad política es un tema de profundo interés -y es que, ¿quién no ha tenido una conversación acalorada sobre política en una cena familiar?-, el fenómeno de las fake news se ha convertido en el protagonista no deseado de nuestra era digital. Pero, ¿cómo es posible que todavía caigamos en la trampa de la información falsa? ¿No nos enseñaron a cuestionar todo lo que leemos?
Un vistazo a las elecciones presidenciales estadounidenses
Hablemos un poco de datos. Las elecciones presidenciales de 2020 fueron un espectáculo de emociones. El enfrentamiento entre Joe Biden y Donald Trump dio lugar a una narrativa que sigue resonando hoy día. A pesar de que Biden ganó con más de 81 millones de votos, las voces que clamaban fraude no se hicieron esperar. Y aquí estamos, a unos días de las elecciones de 2024, y las viejas historias parecen revivirse como un héroe de película que se niega a morir.
Imaginemos la situación: los resultados de las elecciones empiezan a ser anunciados y, de repente, comienzan a divulgarse rumores sobre millones de votos demócratas «desaparecidos». ¡Es como un mal episodio de una serie de televisión de los ’90! Lo curioso es que, en la era de la información, deberíamos tener más acceso a datos y hechos que nunca. Pero, en lugar de eso, muchos prefieren dejarse llevar por el último video en TikTok o el último tuit sensacionalista. A veces me pregunto si la curiosidad humana es una bendición o una maldición.
Desinformación en la era de las redes sociales
Una vez que las elecciones comenzaron, y tras las primeras proyecciones, la «estafa» empezó a tomar forma. La diferencia entre los votos de Kamala Harris y Donald Trump parecía mayor, simplemente porque muchos votos de estados densamente poblados como California y Nueva York no estaban contados. Sorpresa: esto sucede en casi todas las elecciones. Pero ¿quién se detiene a buscar información real cuando hay un escándalo a la vista?
Es en este punto donde entra la narrativa de Elon Musk y su famosa red de satélites, Starlink. Según ciertos sectores, Musk estaba manipulando las máquinas de votación, como si fuera un villano de una película de ciencia ficción. La idea de que Harris estaba en una especie de alarma premonitoria cuando mencionó que solo en la oscuridad se podían “ver las estrellas”, se volvió rápidamente un meme. Pero, ¿cuántas veces hemos visto estas historias exageradas crecer y cambiar en las redes sociales como si fueran una bola de nieve?
Ahora, quiero hacer una pausa aquí. ¿Alguna vez has estado en medio de una conversación política y de repente te das cuenta de que todo lo que estás diciendo está basado en información que leíste en una página de memes? Es un momento de desconcierto; en mi caso, suelo proceder a arreglar la situación con un poco de humor. «¡Claro que sí, el extraterrestre que trabaja en la oficina gubernamental lo confirmó!», digo con una sonrisa. La risa puede ser una buena forma de romper el hielo, pero simplemente subraya lo peligrosas que pueden ser las fake news.
El papel de los medios tradicionales
En medio del caos de la desinformación, también se puede observar un fenómeno más interesante: la resistencia. En este contexto, los medios de comunicación relevantes como New York Times o NPR han vuelto a entrar en la conversación, luchando contra estos rumores como guerreros de la verdad. Sin embargo, el desafío no es menor: combatir los bulos en un escenario donde la mayoría no escucha, o simplemente no cree, a los medios tradicionales.
El fundador de PolitiFact, Bill Adair, menciona que a menudo ha sido objeto de ataques por parte de los republicanos a pesar de su labor objetiva. Y aquí es donde entra la pregunta crucial: ¿realmente las personas están buscando la verdad, o solo quieren escuchar lo que les conviene? Aquí es donde caigo de rodillas cada vez que veo algo que me hace reír: uno de esos memes que dicen: «La verdad duele, así que ¿por qué no mejor adormecerse con una buena mentira?». Y, aunque es un chiste, en él reside una cierta realidad.
Pero, hablemos de algo más positivo. Como bien dice Adair, hay medios que trabajan con la esperanza de cambiar la narrativa. Tangle News es un ejemplo. Este boletín intenta presentar las noticias en un tono neutral, reflejando diversas opiniones. La pregunta es: ¿será suficiente? ¿Podrá este esfuerzo abrir los ojos de aquellos que solo escuchan noticias a través de sus amigos o familiares, en lugar de medios de comunicación establecidos?
Educación y el poder de cuestionar
A la hora de enfrentar esta marea de desinformación, la educación juega un papel fundamental. No solo se trata de asumir que lo que se nos dice es verdad. Me acuerdo de una anécdota de mi colegio, cuando una profesora nos dijo un día que “un buen periodista no solo informa, sino que también pregunta”. Me quedé pensando entonces, ¿acaso no podríamos aplicar esa misma lógica a nuestras propias vidas?
En este mundo digital, donde la información está al alcance de un clic, la capacidad de industrializar la duda debería ser proclamada como un bien público. Piensa en ello: antes de compartir un artículo que prometía la “verdad oculta” sobre las elecciones, ¿te detienes a investigar de dónde proviene la información? La educación, desde el hogar hasta las aulas, debe centrarse en enseñar a las próximas generaciones no solo a consumir información, sino a analizarla con un pensamiento crítico.
Con las redes sociales como medio de difusión principal, la responsabilidad también recae sobre los gigantes tecnológicos. Deberían desempeñar un rol más activo en la lucha contra la desinformación. ¿Por qué Facebook o X (anteriormente Twitter) no encuentran la manera de verificar la información de manera más rápida y eficiente? La falta de acción puede tener consecuencias desastrosas.
La necesidad de diálogo y escucha
En la búsqueda de respuestas, a menudo olvidamos un elemento esencial: el diálogo. Generar conversaciones donde la gente pueda expresar sus puntos de vista, sin miedo a ser juzgada, es crucial. Me siento como un maestro de ceremonias en una película de comedia romántica, tratando de unir a dos grupos en una cena, donde todos discuten acaloradamente pero nadie se escucha. Y lo gracioso es que, a veces, la solución se encuentra en las posturas más inesperadas. Sí, incluso en las opiniones más descabelladas.
¿Qué tal si pudiéramos sentarnos a la mesa, respirar y tratar de entender el otro lado? En un período electoral, donde las tensiones suelen estar a flor de piel, esto es más crítico que nunca. Tal vez, por un tiempo, dejar de lado las redes sociales y simplemente tener una charla cara a cara. Puede que hasta nos sorprenda lo que aprendemos.
Reflexiones finales: ¿cómo avanzar?
Mirando hacia el futuro, la pregunta sigue siendo: ¿cómo podemos esforzarnos por combatir la desinformación en un mundo altamente digitalizado? En medio de todo esto, hay algo reconfortante: nunca ha habido tantas herramientas al alcance para discernir la verdad. Desde aplicaciones que verifican hechos hasta plataformas de noticias alternas, el recurso para contar con información más precisa está ahí.
Así que te lanzo un reto: la próxima vez que encuentres una noticia que parezca demasiado buena (o demasiado mala) para ser verdad, pregúntate: ¿hay pruebas? ¿Es del tipo de información que quiero compartir? Estemos alertas y, más que nada, mantengamos la conversación. Porque, al final de cuentas, lo que podemos sacar de todas estas luchas y debates es conexión, lo que nos hace humanos. Ser un buen ciudadano, o un buen votante, no debería basarse solo en cuántas publicaciones compartamos, sino en cuánto discutimos, analizamos y, sobre todo, escuchamos.
Así que la próxima vez que alguien te hable de «votos desaparecidos» o de algún complot en la era digital, simplemente sonríe. Porque, como dicen por ahí, “la verdad siempre saldrá a la luz”, así que mejor equipémonos con un buen sentido del humor y una buena dosis de curiosidad. ¡Nunca es tarde para aprender y crecer!