En el corazón de la vida urbana, donde el ritmo frenético de la ciudad parece comerse todo a su paso, existen espacios olvidados, rincones donde la incomunicación y el desarraigo se asientan como si fueran residentes permanentes. Esta es la escenografía que nos presenta el dramaturgo argentino Claudio Tolcachir en su obra Los de ahí, que actualmente se está exhibiendo en el Teatro María Guerrero hasta el 9 de marzo. Pero, ¿realmente hemos dejado de prestar atención a esos espacios, a esas historias que, aunque son crecientes en nuestra sociedad, a menudo elegimos ignorar?

La obra y su trasfondo social

Los de ahí no es solo una obra más del repertorio teatral argentino; es una mirada penetrante sobre la deshumanización laboral en un mundo que cada vez se siente más frío y distante. En una era donde la tecnología promete conectarnos más que nunca, ¿por qué tantas personas se sienten solas y desvalidas? La obra de Tolcachir nos invita a poner en tela de juicio esta aparente contradicción. El desarraigo se convierte en un personaje más dentro de esta narrativa, a menudo eclipsado por el ruido de las máquinas y la vorágine diaria.

Contar la historia de un grupo de riders en un descampado cochambroso es una elección que puede sonar trivial a primera vista. Sin embargo, a medida que nos adentramos en la trama, entendemos que cada personaje lleva consigo el peso de sus sueños rotos, anhelos olvidados y la lucha por encontrar su lugar en un sistema que, en muchos aspectos, les ha dado la espalda.

La crítica a la indiferencia social

Es interesante cómo Tolcachir utiliza el teatro no solo como un medio de entretenimiento, sino también como una plataforma para la crítica social. En una época donde las conversaciones sobre la salud mental y el bienestar laboral son más relevantes que nunca, su obra se convierte en un espejo que refleja la realidad de muchos. Al abordar temas como la incomunicación y la indiferencia social, ¿nos está sugiriendo que debemos mirar más allá de nuestra pantalla? La obra no tiene un tono sermoneador; más bien, se siente como una conversación cercana, una charla en la que podemos ver reflejadas nuestras propias luchas.

«La vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes», solía decir el famoso músico John Lennon. En el teatro, como en la vida, los momentos triviales pueden estar cargados de significado, y es precisamente aquí donde Tolcachir brilla con su narrativa.

El retrato de los trabajadores del presente

La figura del rider ha cobrado gran protagonismo en las calles de muchas ciudades del mundo. Ya sea llevando hamburguesas a domicilio o entregando paquetes, estos trabajadores enfrentan desafíos que raramente son visibilizados. Los de ahí nos presenta una representación cruda de estas realidades, donde la precariedad laboral se entrelaza con la historia personal de cada uno de los protagonistas. El crujir de las bicicletas y el sonido de las plataformas digitales se convierten en un fondo musical que acompaña el relato.

Pero, ¿es posible empatizar con estas historias si nunca hemos estado en sus zapatos? Tal vez debamos recordar esas noches solitarias en las que éramos los únicos en el bar, tratando de encontrar compañía en un mundo que parece haberse vuelto más gráfico que humano. En estos momentos, los riders podrían resonar con nuestra propia soledad.

Humor y deshumanización: una mezcla inusual

Una de las características más ingeniosas de la obra es cómo Tolcachir mezcla el humor sutil con temas profundamente serios. Durante el desarrollo de las escenas, es posible reírse de situaciones que, en la vida real, son trágicas. Esta capacidad de aportar risas en medio de la lucha es, sin duda, un testimonio del talento del dramaturgo.

Recuerdo una vez, mientras esperaba mi pedido en un restaurante, el repartidor se cayó con su bicicleta. En lugar de darme pena, me reí pensando en la escena cinematográfica que había presenciado. La vida tiene una forma maravillosa de recordarnos que, a veces, la tragedia y la comedia pueden estar más entrelazadas de lo que imaginamos.

Reflexiones sobre el teatro y la vida

La experiencia de ver Los de ahí no solo es un viaje al mundo de los riders, sino también un viaje introspectivo. Nos lleva a cuestionar: ¿cuántas veces hemos pasado por alto a aquellos que nos rodean? En tiempos de crisis social y económica, es fácil perder de vista lo que realmente importa: la conexión humana.

La obra también nos recuerda que el teatro es un espacio para la reflexión, un lugar donde podemos ver la vida a través de los ojos de los demás. En este sentido, Tolcachir nos ofrece una oportunidad invaluable para abrir nuestro corazón y mente a las historias de quienes, a menudo, son invisibles para nosotros. ¿Cuántas personas están luchando en silencio mientras nosotros estamos demasiado ocupados mirándonos en el espejo?

La conexión con la actualidad

En un mundo donde las plataformas de entrega han crecido exponencialmente, es vital reflexionar sobre el impacto social de estas dinámicas laborales. Durante la pandemia de COVID-19, muchos de nosotros dependimos de estos trabajadores para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, sus derechos, su bienestar y su dignidad a menudo se ven comprometidos. La obra de Tolcachir resuena en este contexto, recordándonos que la indiferencia social no es una opción si queremos construir un futuro más justo y humano.

Por otro lado, la obra también puede ser vista como un eco de movimientos laborales recientes en diversas partes del mundo, donde trabajadores de plataformas digitales han comenzado a organizarse para exigir mejores condiciones laborales. ¿Estamos, de alguna manera, presenciando el nacimiento de una nueva clase de trabajadores que exigen ser escuchados?

Conclusiones y reflexiones finales

La invitación de Claudio Tolcachir a través de Los de ahí es clara: debemos comenzar a mirar más allá de nuestras pantallas y empezar a escuchar las historias que nos rodean. Al final del día, todos somos parte de esta inmensa red humana y, al ignorar las luchas de los demás, estamos dándonos la espalda a nosotros mismos.

Así que, la próxima vez que veas a un rider en la calle, quizás deberías detenerte un momento y preguntarte: ¿quién está realmente detrás de esa máscara de entrega? La conexión humana que todos ansiamos comienza con pequeños gestos, como reconocer la humanidad en quienes nos rodean.

Y, para aquellos que aún no han visto la obra, les animo a que se den la oportunidad. Disfruten de la mezcla de risas y lágrimas, y déjense llevar por una historia que, aunque pueda parecer lejana, puede llegar a tocar fibras muy cercanas en nuestro ser.

Al fin y al cabo, todos los de ahí somos un poco de todos nosotros.