¿Alguna vez te has encontrado en una cena en casa, rodeado de amigos, disfrutando de una copa de vino y de repente, alguien lanza un comentario desagradable? En estos momentos, el aire se siente denso, como si hubieras mordido un trozo de chocolate que se quedó atascado en la garganta. Hoy vamos a hablar sobre un tema que, aunque puede parecer incómodo, es esencial: ¿cómo manejar el racismo en situaciones sociales? Sí, lo sé, suena a algo que preferirías evitar, pero si algún día estás en la situación que describo, querrás tener algunas herramientas a mano.

Entendiendo el problema: el racismo como un comentario casual

Recuerdo una cena en la que pasé un rato increíble contando anécdotas sobre ese viaje a la playa en el que se ausentó mi zapato favorito (no te preocupes, solo encontré una sandalia tirada bajo una palmera), hasta que alguien suelta: «Lleva el móvil a que te lo arregle uno de estos moritos». En ese momento, me sentí como si hubiera sido arrojado a un lago helado. La broma puede parecer ligera, casi inofensiva, pero en realidad revela un problema más profundo: la normalización del racismo.

Y es que, a veces, el racismo se presenta en forma de estereotipos velados, como los que escuché esa noche. Comentarios que parecen inocentes, pero que encierran una visión del mundo que debe ser confrontada. Muchos pensarán: «¡Pero solo era una broma!», y aquí es donde entra la complicada relación entre el humor y la ofensa, un terreno resbaladizo donde es fácil perderse.

La importancia de ser un buen anfitrión

¿No te has dado cuenta? En nuestra cultura, ser un buen anfitrión a menudo significa minimizar el conflicto para mantener el ambiente armonioso. Lo sé, suena muy bonito en teoría, y lo he practicado más de una vez. He estado allí, cuidando cada detalle: la música perfecta, la iluminación propicia y un menú que haría que cualquier chef se pusiera celoso. Pero a veces, ese impulso de ser «la anfitriona perfecta» puede llevarnos a silenciar comentarios tóxicos.

Vivian Gornick, en su escrito “Homenaje”, habla sobre la terrible sensación de que el “mundo tal y como lo conocía estaba haciéndose añicos”. ¡Qué fuerte! Y es que, en esos momentos, la incomodidad se siente como un bocado de la mejor comida que te has servido, uno que se te queda en la garganta.

Y aquí es donde llega el momento de la verdad: ¿vale la pena la armonía sobre la verdad? Mi veneno personal es que, al ignorar esos comentarios, en cierta medida, estoy validando el comportamiento. Pero claro, hay que pensar: ¿quiero que esta cena termine en un conflicto? O más bien, ¿prefiero comer en silencio?

La posibilidad de confrontar: ¿cómo hacerlo?

Podríamos arriesgarnos a dar un paso hacia la confrontación. Algunos pensadores contemporáneos como Regina Jackson y Saira Rao han impulsado la iniciativa «Race 2 Dinner”, donde, de manera cruda y honesta, se habla abiertamente sobre el racismo. Ellas saben que el verdadero cambio se inicia cada vez que alguien alza la voz.

¡Pero ahí está la trampa! Confrontar a alguien que hace un comentario racista puede ser aterrador. En sus libros, Jackson y Rao abordan cómo las anfitriones pueden sentirse fuera de su zona de confort al enfrentar comentarios racistas, y lo entiendo a la perfección. Aunque uno de mis amigos tenga la mala costumbre de hablar de una manera que ofende, armarme de valor para decir algo puede parecer una tarea hercúlea.

Una cena que podría cambiar toda la conversación

Imagina una cena donde el ambiente es ligero. Estás bromeando sobre lo fantástica que es esa nueva serie en la que todos están obsesionados. Y que, por cierto, has estado esperando ver el próximo capítulo desde que te olvidaste de regresar a la realidad. Pero de repente, una broma o un comentario te hará recolectar fuerzas. Al igual que lo que le ocurrió a Gabriela Wiener en un evento en el que un insulto la sorprendió, es crucial encontrar una manera de no solo defender lo que es correcto, sino también de hacerlo con empatía.

Por ejemplo, podrías decir algo como: “Oye, ese comentario podría herir los sentimientos de alguien. ¿Podemos volver a centrarnos en la comida deliciosa que tenemos aquí?” Con ese toque de humor, puedes romper el hielo y evitar que la conversación derivé por un camino incómodo.

Enfoque de empatía y reflexión.

No se trata solo de mencionar que un comentario es racista. Es más sobre fomentar una conversación reflexiva que permita a quienes rodean la mesa pensar. Robin diAngelo, en su obra «Fragilidad blanca», también confirma que los que se consideran «progresistas» a menudo perpetúan el racismo, simplemente porque no saben cómo abordarlo. La incertidumbre y la falta de práctica se convierten en los enemigos silenciosos del cambio.

Reconociendo la fragilidad de la conversación

Como anfitriona, la presión de tener que gestionar las emociones de todos me lleva a un camino militarizado: el de evitar discusiones difíciles a cualquier costo. Pero en esos momentos, me pregunto: ¿es realmente mejor evitar el conflicto?

Puede que en el momento en que estás rodeado de amigos, pienses que al guardar silencio evitas cualquier resentimiento. Pero en el fondo, ese silencio es una forma de complicidad. Aquí es donde la fragilidad blanca se muestra en su máxima expresión. En el intento de «hacer bien», estamos haciendo lo contrario: permitiendo que el racismo siga floreciendo en silencio.

Mirando en el espejo: nuestra complicidad

Al igual que en el recuerdo de esa cena de la que hablé al principio, es fundamental que evaluemos nuestra propia responsabilidad. Cada anfitriona, cada amigo, tiene un papel que desempeñar para poner fin a estos comentarios dañinos. La próxima vez que estés en una situación similar, recuerda que puedes elegir no ser cómplice.

Como nuestro querido amigo Gornick describió, si no puedes hablar, a veces es necesario hacer un movimiento audaz hacia lo correcto. Aquello que puede parecer un pequeño acto puede tener un impacto gigante en aquellos que te rodean. Flipar la mesa, por así decirlo, eleva la conversación a un nivel de consciencia que rara vez se toca, pero que es esencial.

Conclusión: una cena como espacio de cambio

La realidad es que nadie quiere sentirse incómodo en cenar con amigos, pero a veces, esos momentos difíciles son la chispa que inicia una conversación necesaria. Es una historia que muchas mujeres han experimentado en diversas etapas de su vida; cada cena se convierte en un campo de batalla de pensamientos y emociones.

Así que la próxima vez que anheles tener una velada perfecta, recuerda que la perfección no está en la música de fondo o en la presentación del plato, sino en la capacidad de hablar de lo que realmente importa. ¿No sería increíble terminar la cena con una sensación de satisfacción, sabiendo que has contribuido a un diálogo más abierto y honesto? Mi promesa para la próxima vez que me siente a la mesa es ser capaz de decir: “Eso es un comentario racista”. ¿Te atreves a hacer lo mismo?