La cuestión de la defensa en Europa ha pasado de ser una anécdota de sobremesa, a convertirse en una conversación que todos los ciudadanos del viejo continente están obligados a tener. Doy fe de que en mi última cena familiar, mientras nosotros hablábamos del delgado hilo de la mantequilla sobre el pan, mi tío Ramón se lanzó a una diatriba sobre el gasto militar y la necesidad de que Europa se arremangara y se viera más seria ante las adversidades. Ciertamente, todos nos miramos a la cara como si nos hubieran pedido que comentáramos la última película de Lars von Trier: “Bueno, no sé, hubo explosiones, pero de eso no se habla en las reuniones familiares.”

Pero, si nos fijamos en los titulares recientes, queda claro que la defensa se ha convertido en un tema prioritario en la agenda europea. Después de todo, la situación de la seguridad es más compleja que la trama de una telenovela. Entre la advertencia del presidente estadounidense Donald Trump, que ha hecho un llamado a los países de la OTAN a aumentar su gasto militar, y el grito de auxilio de Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, en el último foro de Seguridad de Múnich, nos encontramos ante un verdadero campo de batalla de decisiones críticas.

El contexto histórico: del «sí, claro» al «¿y ahora qué?»

Comencemos con un poco de contexto. La historia de la defensa europea no es nueva. Si hurgamos en los archivos de nuestra memoria colectiva, recordamos que:

  • Durante la Guerra Fría, Europa gastaba más del 2% del PIB en defensa. En realidad, la defensa era una constante en la literatura, las películas de acción, ¡y hasta en nuestras charlas de café!
  • Sin embargo, a partir de 2015, coincidiendo con la ofensiva rusa en Crimea, la situación comenzó a cambiar.

Los modernistas estarán encantados de saber que los discursos sobre un ejército europeo unificado han existido desde la fundación de la Comunidad Europea. ¿Acaso estamos hablando de algo nuevo? No. ¿Es menos urgente? Absolutamente, no. Ahora que la situación se agrava y los recuerdos de una guerra en el umbral de Europa se hacen más evidentes, la presión para responder a preguntas difíciles se intensifica.

Las exigencias de Trump: ¿Una broma o una señal?

La última vez que Trump estuvo en la Casa Blanca, dejó un legado mezcla de risa incrédula y desesperación seria. Ahora, de vuelta en el poder, ha dejado claro que la presencia militar de EE.UU. en Europa «no durará para siempre». Mirando su historial, es fácil preguntarse si esto es una broma, pero creo que debemos tomar su advertencia en serio.

Entonces, ¿qué implica esto?

Una llamada al rearme europeo es clara, un “escuchen mis palabras”, por así decirlo. Trump pide a los miembros de la OTAN que aumenten su gasto de defensa al 5% del PIB, una cifra que, si hacemos cuentas, se siente como un deseo de comprar un viaje a Disneylandia cada año, cuando solo tenemos el presupuesto del cine de barrio. Este aumento no es solo un capricho y no se puede ignorar, ya que podría marcar una diferencia real en la forma en que se percibe la seguridad en el viejo continente.

La guerra como catalizador: ¿Es Europa capaz de valerse por sí misma?

En este momento, la incertidumbre es constante, como un mal chiste que no se acaba. La forma en que la UE lidia con su propia defensa y gasto militar podría definir no solo su presente, sino su futuro.

Volodymyr Zelensky subrayó en el mismo foro que mencionamos antes, que “se acabaron los viejos tiempos”, una afirmación que pesó como un ladrillo, considerando que las fuerzas de defensa de Europa dependen en gran medida de la intervención americana.

La pregunta es: ¿Puede Europa valerse por sí misma? La respuesta es compleja. Tal y como lo expresó un amigo del alma mientras degustábamos un vino malagueño: “Es como pedir que un gato se bañe solo, muy poco probable y aún más escurridizo”. Dados los antecedentes históricos y las diferencias entre los países miembros, está claro que la cooperación no solo es deseada, sino esencial.

La UE y su gasto en defensa: ¿Suficiente o apenas un comienzo?

Basta con mirar las cifras para entender que mientras algunos países del este de Europa han elevado sus presupuestos de defensa por encima del 3% del PIB, otros como España andan por el 1.3%. Es como si algunos decidieran comenzar a ahorrar para el futuro, mientras que otros se quedan disfrutando de sus cafés en la terraza.

Tristemente, el gasto en defensa no es solo una cuestión de números. Si bien un gasto del 2% podría parecer razonable, la realidad es que necesitamos considerar más factores. Me parece que esto es algo que muchos no entienden. Un amistoso debate con un colega periodista me llevó a reflexionar: “Como que 2% no es suficiente. ¿Cuántas frutas se pueden comprar cuando solo se da el dinero justo para dos naranjas? ¿Serán suficientes para alimentar a una familia?”

Investigar, invertir y evaluar: El farrago de decisiones

La creación de un ejército europeo unificado no es un cambio que se pueda hacer de la noche a la mañana. Las diferencias en los intereses de los Estados miembros, los plazos administrativos y la simple dinámica política se interponen. Considerando que se necesitaría renunciar a parte de la soberanía, como también apuntan desde Investigate Europe, el camino se torna como una especie de laberinto.

La vida te enseña que las decisiones que parecen más fáciles son, en realidad, las más difíciles. Cuando se trata de defensa, las inversores de la UE deben tener una visión clara de hacia dónde se dirigen y cómo pueden hacer frente a los múltiples desafíos que enfrentan. La flexibilidad en los presupuestos para permitir un aumento del gasto en defensa es, sin duda, una medida necesaria, pero tiene que ser más que solo números en un papel.

La esperanza brilla: El futuro de la defensa europea

A pesar de los retos evidentes, hay signos de esperanza. La creación de foros de defensa y el impulso por un “Fondo Europeo de Defensa” indican un cambio en la mentalidad. La iniciativa de Zelensky creando un ejército europeo unificado no es solo un eco vacío, sino más bien un clamor por una defensa robusta.

No olvidemos que la situación actual podría ser el catalizador para que Europa finalmente despierte de su letargo ante los problemas de inseguridad. La voluntad política está ahí, incluso si a veces nos da la impresión de que es como un gato que se resiste a un baño.

¿Y si Europa pudiera afrontar sus propios retos? La idea puede parecer un sueño en un corto plazo, pero con el crecimiento de la inversión en defensa y la creación de políticas coherentes, es un objetivo alcanzable.

Conclusión: Un viaje a territorio inexplorado

Mirando hacia el futuro, la defensa de Europa no es solo una cuestión de números, sino de identidad y de cómo Europa se define a sí misma. Sin embargo, para que esto funcione, será fundamental la cooperación entre sus Estados miembros y, quizás más importante aún, la capacidad de trabajar en un mismo camino en lugar de tirar en direcciones contrarias.

Y así, nosotros, mortales y ciudadanos comunes, seguiremos observando desde la distancia este histórico momento, tomando nota, debatiendo, intentando comprender qué significa realmente la idea de una Europa defensiva e independiente. Porque, al final, en una Europa sin un ejército común, solo queda un importante llamado a la acción y muchas, muchas naranjas para comprar.