La Feria del Aniversario en la Monumental Plaza de Toros de la Ciudad de México es un evento que, para muchos, simboliza la grandeza y la tradición de la tauromaquia. Sin embargo, la primera corrida de esta edición dejó mucho que desear. Imagina la escena: un ambiente festivo, la música de la banda sonando, y el eco de los aplausos y vítores que habían anticipado esta cita. Pero, a pesar de las expectativas, el espectáculo fue, en muchos aspectos, una verdadera decepción.
Un regreso esperado: Borja Jiménez y su primer triunfo
El torero español Borja Jiménez llegó a la Ciudad de México con la esperanza de redimirse tras un noviembre que no le había sonreído. Su actuación esta vez sería recordada por haber obtenido una oreja, un trofeo que, aunque simbólico, significa mucho para un torero. La oreja llegó tras una faena que, aunque no fue la más espectacular, fue suficiente para conseguir un reconocimiento a su esfuerzo.
Me acuerdo de mi propio primer curso de toreo; lo emocionante que era sentir la arena bajo mis pies y el peso del capote en mis manos. La adrenalina era similar a la que experimenta un torero en la plaza. Claro, mi carrera se detuvo antes de comenzar, pero siempre he tenido un profundo respeto por estos artistas que juegan con la vida y la muerte. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a enfrentarnos a un animal de 500 kilos con astas afiladas? A veces me pregunto si el coraje del ser humano no debería ser más valorizado.
Un encierro descastado: ¿la mala suerte o la falta de interés?
Hablemos del elefante en la sala: el encierro de toros que, desafortunadamente, fue de calidad deficiente. Los toros presentados por el ganadero José Garfias estaban descastados y mal presentados, lo cual se hizo evidente en la actuación de los toreros. Este es un problema recurrente en la tauromaquia que se traduce en un espectáculo poco atractivo. ¿Es culpa del ganadero, de los organizadores o simplemente de la mala suerte? Quizás debería hacerse una auditoría anual de los ganaderos, o tal vez un nuevo sistema de “rating” que indique qué toros son preparados adecuadamente para el espectáculo.
Cuando miro atrás a mis propias decepciones, me doy cuenta de que estamos en una constante búsqueda de la perfección, ya sea en nuestra vida profesional, en nuestras relaciones o en un evento de toreo. Y a veces, simplemente no sale como esperábamos.
La faena de Borja Jiménez: entre la frustración y el triunfo
Si bien Borja Jiménez logró una oreja, su actuación estuvo marcada por la frustración de lidiar con un toro que, en términos taurinos, estaba en la “nada”. Muchos en la plaza se sintieron inquietos y pitaron al animal, que no respondía como se esperaba. Yo no sé ustedes, pero he tenido esas situaciones en mi vida donde, a pesar de mis mejores esfuerzos, simplemente no puedo conectar, ni siquiera con la mejor de mis intenciones. ¿No es eso lo que hace la vida tan extraña y maravillosa al mismo tiempo?
El camino hacia la estocada final, que por cierto fue caída, es un recordatorio de que a menudo, en nuestro afán por alcanzar el éxito, podemos tropezar. Jiménez intentó hacer lo que pudo, y eso ya merece un reconocimiento. Después de todo, el arte de torear es un arte que trasciende lo meramente físico. Es una conjunción de coraje, destreza y, sobre todo, una conexión emocional con el público.
Juan Pablo Sánchez y Luis David: esfuerzo ante un desafío
Por otro lado, Juan Pablo Sánchez y Luis David no lograron obtener trofeos, a pesar de sus esfuerzos admirables. Imaginen tener que lidiar con toros que no solo eran descastados, sino que además parecían no tener ganas de hacer lo que se esperaba de ellos. En mis años de busca de empleo, enfrenté situaciones similares en las que, por más que me esforzaba en las entrevistas, sentía que la energía simplemente no fluía. A veces, la vida parece una corrida de toros mal organizada, ¿no creen?
Sánchez trató de estirar el recorrido del primer toro, pero el animal no solo no respondía, sino que sus intentos fueron recibidos con pitos. Aumentó mi empatía hacia estos toreros; luchan no solo contra el toro, sino también contra las expectativas del público.
Cuando Luis David llegó a su turno, el panorama no mejoró. El último toro resultó ser igual de descastado que sus predecesores. Uno puede imaginar la presión que siente un torero en la plaza, esperando a que se respete su arte y se reconozcan sus esfuerzos, mientras una multitud insatisfecha empieza a murmurar y pitar.
La realidad del espectáculo taurino: un futuro incierto
Este escenario plantea una serie de preguntas sobre el futuro de la tauromaquia. Carmesí en la arena, tradiciones que se han transmitido a lo largo de generaciones, pero ¿pueden sostenerse con un nivel bajo de calidad y espectáculo? Me asalta el miedo de que, en ocasiones, las corridas se convierten en mera repetición de lo que ha funcionado antes, pero donde lo esencial se pierde en el camino.
El tema de los derechos de los animales ha cobrado fuerza en los últimos años, y los eventos como estos deben contemplar no solo la tradición, sino también la ética. Cada vez más personas se preguntan si este arte tiene cabida en un mundo que busca avanzar hacia una mayor empatía y respeto por todas las formas de vida. ¿Podremos encontrar un equilibrio entre la tradición y la modernidad?
Reflexiones finales: la búsqueda de un espectáculo auténtico
El ambiente de la Feria del Aniversario se sentía cargado de decepción, pero también de una profunda necesidad de renovación. Como espectadores, estamos en la búsqueda constante de la conexión, ya sea con el artista, el toro, o incluso con otros miembros del público. Quizás lo que necesitamos no es simplemente un espectáculo de destreza técnica, sino un regreso a la esencia de por qué el toreo ha perdurado a lo largo del tiempo.
Las corridas, como cualquier forma de arte, deben evolucionar. Ya sea a través de la mejora de la calidad de los toros, la promoción de nuevas técnicas o incluso la incorporación de elementos que conecten mejor con la audiencia moderna. Si bien el espectáculo de la primera corrida de la feria dejó un sabor amargo, recordemos que cualquier gran arte también atraviesa momentos de crítica, introspección y redescubrimiento.
Entonces, ¿será este el momento para un nuevo inicio en la tauromaquia? ¿Podremos, como aficionados y como parte de esta tradición, contribuir a un futuro más brillante y esperanzador para la temporada taurina? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, seguiremos buscando la magia que alguna vez hizo del toreo algo espectacular.
Así que hasta la próxima corría, y recordemos: el arte, como la vida, es un viaje lleno de altibajos, con sus propias orejas y sus propias decepciones. ¿Dónde nos llevará el camino de la tauromaquia en el futuro cercano?