En el pasado 29 de octubre, Valencia fue golpeada por un episodio de lluvias torrenciales que dejó no solo daños materiales, sino también una sombra de incertidumbre acerca de la gestión de emergencias en la ciudad. Las imágenes de calles inundadas, calles convertidas en ríos y la evacuación de personas de sus hogares resonaron en los medios de comunicación y en el corazón de los valencianos. Mientras me preparo un café, reflexiono sobre lo que ha pasado desde entonces y cómo esas aguas han traído consigo más preguntas que respuestas. Y no, no hablo de mi vida amorosa, que eso es un tema para otro blog-ejercicio terapéutico.
¿Qué sucedió realmente el 29 de octubre?
En el día fatídico, el Centro de Coordinación Operativa Municipal (Cecopal) se activó ante un aviso rojo emitido por la Aemet. Todo parecía un episodio más de “Las Lluvias de Valencia”, una obra de teatro repetitiva y predecible. Sin embargo, esta vez las lluvias se excedieron de lo normal. A las 20:04, se reportó la primera incidencia de inundación. Según el jefe de Bomberos, Enrique Chisbert, las horas que siguieron estuvieron repletas de rescates: más de 1,000 personas fueron auxiliadas esa noche. Ahora, con el café en mano y una buena porción de empanada, me pregunto: ¿cuántas de esas personas se sintieron completamente desamparadas en medio de su angustia?
La tormenta prevista
Antes de que las cosas se pusieran feas, se manejó información confusa. Mientras la lluvia se acumulaba, el Cecopal seguía en contacto con el Centro de Coordinación de Emergencias (CCE) que, casi cínicamente, aseguraba que la situación estaba controlada y las lluvias no impactarían de manera significativa. Debido a estas decisiones, parte de la población sintió que la alerta no fue lo suficientemente contundente. ¿Fue un error de comunicación o simplemente una serie de suposiciones que no salieron como se esperaba?
La controversia política: un juego de culpas
A partir del desastre, la política local no tardó en darle un toque dramático a la situación. El Ayuntamiento de Valencia, que ahora se encuentra bajo el mando del PP y Vox, creó una comisión no permanente para investigar lo ocurrido. Sin embargo, la oposición rápidamente argumentó que se trataba más de una “escenificación” que de una búsqueda genuina de accountability. Papi Robles, portavoz de Compromís, no dudó en acusar a la alcaldesa María José Catalá de querer «hacerse la foto» en vez de asumir responsabilidades. ¿Se imaginan a un grupo de detectives privados tratando de resolver un caso mientras uno de ellos solo se preocupa por salir bien en el retrato familiar? Es un poco así.
Detrás de esta batalla política se encuentra el dolor de las familias que perdieron a sus seres queridos y de quienes se enfrentan a la pérdida de sus hogares. El socialista Borja Sanjuán también criticó las decisiones del gobierno por impedir que los responsables políticos comparecieran para rendir cuentas. Este choque entre los partidos parece más un reality show que un debate constructivo. ¿Cuántas responsabilidades se pueden esquivar en medio de tales aguas?
Demandando cambios: el camino hacia la reconstrucción
Mientras las aguas se diluían y se empezaban a retirar los escombros, hablar de reconstrucción se convirtió en una necesidad urgente. Durante la reunión de la primera comisión, se presentaron diversas propuestas. Desde elevar la cota de los nuevos edificios hasta la construcción de garajes en altura, las sugerencias se movieron en un rango razonable con el objetivo de prevenir futuras catástrofes. José María Lozano, catedrático de la Universidad Politècnica de Valencia, incluso propuso el uso de pavimentos porosos drenantes. Imagínense los garajes como una especie de bodega elegante, pero en lugar de almacenar vino, están diseñados para actuar como reservorios de agua. ¡Un concepto muy a la valenciana!
Entre otras medidas, Chisbert mencionó la necesidad de cámaras en tiempo real y un sistema de avisos sonoros para alertar a la población en situaciones de emergencia. Seamos sinceros, ¿cuántas veces no hemos deseado tener una alarma que grite “¡Cuidado! Vienen aguas turbulentas!”? Una especie de voz que nos advierta incluso antes de que el cielo comience a llorar. Aunque quizás esto también podría añadir un toque de drama al vecindario, ¿sería tan malo?
La logística de la limpieza: un colosal desafío
Una vez que las aguas retrocedieron, la magnitud de la tarea que enfrentaba el Ayuntamiento se volvió evidente. Según Antonio Molla, jefe del Servicio de Limpieza y Recogida de Residuos del Ayuntamiento, se espera que sean más de 50,000 metros cúbicos de residuos a retirar. Esto es como llenar una piscina olímpica con restos de lo que solían ser jardines hermosos y pasillos limpios. La logística no solo se complicó por la cantidad, sino también por la necesidad de maquinaria diferente y la colaboración de otras contratas de limpieza.
Imagínense la escena: camiones y maquinaria fabricando un caos en formas de lodo y escombros mientras los equipos trabajan incansablemente. No obstante, Molla tiene claro que esta colaboración es “imprescindible” para superar la situación actual y prepararse para el futuro. ¿Qué tan seguida tenemos que repetir la historia para que realmente se tomen las advertencias en serio?
Lecciones aprendidas: ¿Hasta cuándo?
El jefe de Bomberos dejó claro que de cada gran emergencia salen lecciones, pero eso conlleva todos los matices. En lugar de solo dictar normativas nuevas, la cuestión es si realmente aprenderemos. Hasta ahora, la historia está llena de buenas intenciones y grandes discursos, pero las acciones que marcan la diferencia aún parecen escasas.
Las campañas de concienciación y los planes de evacuación específicos en áreas de riesgo son pasos cruciales hacia la mitigación de daños futuros. Sin embargo, como cualquier otro tema complicado, esto se trata tanto de preparación como de una mala gestión. En las reuniones políticas, puede no parecerse a un episodio de un drama, pero se siente como un guion que no termina de resolverse.
Reflexionando sobre el futuro
Al mirar hacia el futuro, es importante considerar cómo se puede generar un cambio real en la cultura de la gestión de emergencias. No solo se trata de construir infraestructura o tener más recursos; también se trata de construir una comunidad resiliente que esté lista para enfrentarse a desafíos inesperados.
¿Podemos imaginar un futuro en el que la comunicación, la planificación y la empatía sean la base de nuestra interacción comunitaria? Sería un lugar en el que incluso en medio de una tormenta, nos sintamos seguros, preparados y, en lugar de nadar en la incertidumbre, podamos fluir con determinación.
Como valenciano de corazón, comprendo el dolor y la angustia que muchas familias han enfrentado, inclusive he tenido mis propias experiencias individuales durante tormentas pasadas. No me atrevería a comparar la angustia de perder tu hogar con una simple filtración en mi sótano, pero la realidad es que el cambio comienza desde una concienciación individual.
La pregunta sigue en el aire: ¿será suficiente esta vez para que la comunidad y los líderes locales desenvuelvan el lienzo de una nueva historia donde la gestión de emergencias se convierta en un valor fundamental?
Como en cualquier buena novela, solo el tiempo lo dirá.