La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que afectó a la Comunidad Valenciana a finales de octubre de 2023 no solo dejó a su paso una estela de destrucción y caos, sino que también reveló profundas tensiones entre las distintas administraciones. La situación se volvió un escenario digno de una película de desastres… sólo que en lugar de héroes, parecía que todo el mundo estaba «arrastrando los pies». Pero, ¿qué fue lo que realmente sucedió? Vamos a desmenuzar la historia para entender cómo se manejó (o no se manejó) esta crisis y qué lecciones podemos aprender.
¿Qué es la DANA y por qué nos importa?
Antes de entrar en detalles, convengamos que hablar sobre fenómenos meteorológicos puede parecer un tema aburrido, pero lo cierto es que la DANA es un fenómeno con el que hemos empezado a familiarizarnos, y no precisamente porque nos guste la lluvia. Este tipo de depresión, que se descoloca de su zona habitual en el Atlántico y se desplaza hacia el Mediterráneo, ha sido responsable de desastres climáticos en el pasado, y parece que está aquí para quedarse.
La agencia AEMET alertó sobre la llegada de este fenómeno con notas diarias y una clara advertencia de riesgo extremo. Pero, como veremos más adelante, las alertas y los mensajes de precaución no fueron suficientes para preparar a la población o a las autoridades. ¿Es que no le enseñaron a nuestras autoridades sobre «mejor prevenir que lamentar»?
Contacto en las alturas: Sánchez y Mazón
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo lo que muchos opinan que cualquier líder debería hacer en una crisis: contactó de inmediato al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. Era un momento crítico – la DANA estaba a la vuelta de la esquina, y las nubes ya parecían estar enojadas. Pero sorprendentemente, Mazón rechazó ofrecer ayuda del Gobierno central en varias ocasiones.
Imagina por un momento que tu vecino te ofrece ayuda con la mudanza y tú insistes en hacerlo solo. Eso podría parecer una decisión de orgullo, pero en estos momentos, podría traducirse en una crisis mortal. Mazón, con todas sus buenas intenciones, decidió que no necesitaba ayuda… hasta que la tormenta se desató.
Nada pone más a prueba nuestras habilidades de liderazgo que una gran crisis. Nos encontramos en situaciones en las que es fácil criticar desde la comodidad de nuestra silla de oficina, pero cuando la DANA llegó y golpeó con fuerza, parecía que las decisiones se estaban tomando más por cálculo político que por el bien de la población.
A la espera de la ayuda: el trágico desenlace
El martes 29 de octubre, cuando la tormenta estaba comenzando, ya había gente en las calles ignorando las advertencias. Mazón incluso llegó a publicar un video en redes sociales hablándole a la gente sobre cómo el temporal se estaba alejando de la Comunidad. ¿Acaso pensó que quería lanzar un best seller sobre el clima? Fue eliminado más tarde, pero las redes sociales nunca olvidan.
Ah, la ironía. En tiempos de crisis, las autoridades se suelen convertir en protagonistas de sus propias historias de éxito… o fracaso. El Ayuntamiento de Valencia y la Universidad decidieron cerrar, haciendo lo que cualquier responsable haría. Pero mientras algunos tomaban en serio la situación, otros parecían estar en una especie de nirvana de calma.
Alertas tardías y movimientos complicados
A medida que la tormenta se desata, el Gobierno lanza una alerta a los ciudadanos a través de móviles. ¿Tienes idea de cuán útil es una alerta de este tipo cuando ya estás mirando cómo el agua sube hasta la ventana de tu casa? El sistema Es-Alert fue activado, pero ya era demasiado tarde. Lo que quizás iba a resultar ser una acción proactiva terminó siendo un gesto inútil. Eso sí, una gran forma de “mola” del Gobierno en redes sociales.
La unidad militar de emergencia (UME) fue mencionada como una opción, pero Mazón no vio necesario su despliegue inmediato. Imagínate estar en un barco a la deriva y no aceptar un chaleco salvavidas por orgullo. La UME finalmente llegó, pero ya habían pasado días. La situación se volvió tan caótica que el mismo Gobierno tuvo que admitir que la falta de control en muchas zonas era casi aterradora.
¿Hasta qué punto repercutió la política en la respuesta?
Entre reuniones y más reuniones, la gestión de la crisis terminó en una especie de «tira y afloja» entre el Gobierno central y la Generalitat Valenciana. Las entidades políticas parecen estar más preocupadas en mantener sus egos que en asegurarse de que los ciudadanos estén bien cuidados. ¿Era esto solo un malentendido? O quizás un claro ejemplo de cómo poner la política por delante de la salud y seguridad de la población.
Mazón tuvo su momento de iluminación el 31 de octubre, cuatro días después de la tormenta, y aceptó finalmente la ayuda del Ejército. Es como si alguien le hubiera dado un toque, «¡Hola! ¿No sabes que esto es una emergencia?» Tal vez las prioridades estaban demasiado confundidas, pero esos cuatro días fueron un tiempo perdido que millones de valencianos no pueden recuperar.
A pesar de las discusiones políticas y las decisiones críticas que parecían tomar el rumbo demasiado lento, algunos ciudadanos demostraron un espíritu de comunidad admirable. Voluntarios, por ejemplo, caminaban kilómetros para llevar agua y víveres a las zonas afectadas. Es irónico y a la vez triste saber que, a veces, la verdadera solidaridad y responsabilidad proviene de la gente común cuando sus gobernantes parecen atascados en un juego de “quién es más” político.
Conclusiones y reflexiones
La tragedia de la DANA nos deja muchas preguntas sin respuesta y, lo que es más importante, lecciones que debemos tener en cuenta. Tal vez la más importante de todas sea que en tiempos de crisis, las decisiones no deberían estar influidas tanto por el orgullo político como por la necesidad ciudadana. Porque en caso de una emergencia, ¿de qué sirve una jugada política cuando la vida de las personas está en juego?
La historia también nos recuerda que la prevención es clave. Las redes sociales jugaron un papel vital, pero solo si se utilizan de manera responsable. La incertidumbre sobre el uso de la tecnología para enviar alertas y mensajes previos a un desastre debería ser revisada y analizada. Nos parece que la capacidad de reacción se basa no solo en la agilidad de la respuesta, sino también en la forma en que comunicamos el riesgo a la población.
Por último, la comunidad demuestra que, cuando las circunstancias se vuelven adversas, los ciudadanos están dispuestos a dejar de lado las diferencias políticas y unirse como uno solo. Después de esta catástrofe, debemos redefinir el concepto de comunidad para asegurarnos de que sea más funcional y solidario. Solo así podremos enfrentar futuras tormentas, tanto climáticas como políticas. Después de todo, ¡es mejor estar preparados que tener que nadar a contracorriente!