El pasado 29 de octubre, España se enfrentó a uno de esos eventos meteorológicos que se vuelven memorables por la devastación que pueden provocar. Una DANA, que parece un acrónimo inventado para una película de desastres, desató torrenciales lluvias sobre Valencia, resultando en una tragedia que dejó más de 200 muertos, y daños incesantes que afectaron a cerca de 950,000 personas. Pero, ¿cuál fue la reacción ante esta catástrofe y qué lecciones podemos sacar para el futuro? Hagámoslo juntos, porque, seamos honestos, a veces es más fácil reflexionar sobre las desgracias ajenas que enfrentar nuestras propias tormentas.
El caos en Valencia: ¿qué salió mal?
Es fácil culpar a otros, ¿verdad? En las semanas posteriores a las intensas lluvias en Valencia, las disputas políticas han estallado como fuegos artificiales en una celebración navideña. La Generalitat, que se representa en muchos rincones como el principal responsable, fue atacada por la PP y el Gobierno, entre acusaciones mutuas de imprudencia y negligencia. ¿Hay algo más efectivo que un buen escándalo político después de una tragedia natural?
Lo que me recuerda a una de mis viejas anécdotas: cuando de niño rompí el jarrón de la abuela, no dudé en señalar al perro como culpable. Ojo, el perro tenía nombre y mucha culpa, pero en este caso, simplemente me arrojé entre las almohadas. Así, la política española a menudo hace eco de este tipo de estrategias, en lugar de enfrentar el problema de raíz.
Mientras Valencia se ahogaba, en Málaga se activaron los protocolos de emergencia. La AEMET lanzó una advertencia roja a las 12:18 y, sorprendentemente, el puesto de coordinador de Emergencias estaba vacante desde hacía meses. ¡Qué lindo sería que los problemas tuviésemos un horario de atención! Pero resulta que los desastres no mandan su aviso con anticipación.
El hecho de que la coordinación en Málaga fuese más sólida en comparación con Valencia se debe, en buena parte, a las experiencias pasadas de Andalucía, que ha lidiado con crisis climáticas de gran envergadura, principalmente incendios forestales. Como dice el sabio proverbio: «Cuando el río suena, agua lleva». Si solo prestáramos más atención a los ruidos previos, tal vez podríamos prevenir tragedias.
El rol crucial de la gestión de emergencias
Cuando hablamos de gestión de emergencias, el sentido común debería ser nuestro mejor aliado. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la sensatez se debilita ante la burocracia? Antonio Sanz, el consejero de la Presidencia de Andalucía, tomó las riendas de la situación en un momento crítico. Y aunque su enfoque proactivo y empático fue destacado incluso por sus rivales, debemos preguntarnos: ¿por qué esperar a una crisis para actuar?
La falta de un coordinador en Málaga es un claro recordatorio de que la prevención debe ser una prioridad. La Junta de Andalucía ha demostrado que, a pesar de no estar exenta de críticas, tiene un protocolo en marcha digno de mención. La gestión de crímenes de fuego en la región les ha preparado para lo que puede ser un desastre natural. La cuestión es: ¿estamos todos dispuestos a seguir este tipo de iniciativas antes de que la siguiente tormenta se desate?
Las lecciones de Valencia que empezaron a brillar en Málaga
En el trasfondo de esta historia se encuentra una pregunta fundamental: ¿qué lecciones se pueden aprender de la experiencia de Valencia? Aparentemente, más de una. El dilema es que muchos equipos de gestión de emergencia piensan que la naturaleza siempre se comporta y no está en su mejor interés asumir que están preparados para todo.
En Málaga, por el contrario, la Junta aplicó las lecciones de su vecino. Cuando el agua comenzó a caer y el río Guadalhorce comenzó a desbordarse, el gobierno andaluz activó rápidamente su plan de acción. Moreno, el presidente andaluz, no dudo en salir del Parlamento para lidiar con la crisis en el terreno, una acción que, curiosamente, generó tanto respeto como sarcasmo. Porque, claro, no hay nada como un político con pantalones embarrados para enroscarle a la política una pizca de realidad.
Los líderes políticos son a menudo criticados por el concepto de «turismo político» cuando aparecen en un desastre. Pero, ¿no es su responsabilidad estar presentes cuando la gente los necesita más? Así que, ¡bienvenido sea el barro! Al menos se puede decir que Moreno se tomó la situación en serio, aunque no puedo evitar preguntarme si realmente le gusta mancharse las botas.
La percepción del cambio climático
Puede que algunos no lo acepten, y otros incluso lo nieguen, pero el cambio climático está aquí. En el Parlamento andaluz, aún resuenan las palabras del portavoz de Vox sobre la negación del cambio climático, lo que crea un cóctel de reuniones políticas que casi podría ser una comedia. En el momento en que uno de sus miembros se atrevió a decir que «Vox no niega el cambio climático», la ironía no pudo ser más palpable. Es curioso cuántas risas se generan en situaciones serias, ¿verdad?
Andalucía no es ajena a los estragos del cambio climático. La tragedia de Valencia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de muchas regiones ante esos fenómenos meteorológicos. Pero, ¿realmente aprenderemos de estas crisis o simplemente dejaremos que el ciclo de culpabilidad y rencor continúe?
Las palabras del presidente Moreno, «más vale prevenir que curar», son un mantra que todos deberíamos adoptar. Pero, ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a actuar antes de que el agua nos llegue al cuello? La inacción es el enemigo que alimenta el sufrimiento.
Conclusión: ¿y ahora qué?
Cada DANA, cada tormenta y cada lluvia torrencial debería servir de recordatorio de que el cambio es inminente. La tragedia de Valencia no es solo un recordatorio doloroso de lo que está en juego; también es una oportunidad de aprendizaje. Cada vez que un líder actúa con integridad y compromiso, pasa a ser un faro de esperanza en tiempos de oscuridad.
Como comunidad, la pregunta que debería resonar en nuestros corazones es: ¿qué aprendimos de esto, y cómo podemos aplicarlo en el futuro? A veces, la mayor lección no es sobre el cambio climático, sino sobre cómo podemos valernos, unos a otros, en tiempos difíciles.
El camino hacia un futuro mejor comienza con la empatía, la comunicación clara y, sobre todo, la acción. No esperemos a que el próximo desastre nos sorprenda desprevenidos. Seamos proactivos, seamos sabios, y, quién sabe, quizás la próxima vez que la lluvia caiga, la comunidad estará más unida que nunca. Al final del día, lo que realmente importa es el amor y la compasión que somos capaces de ofrecer, para que podamos levantarnos ante cualquier adversidad juntos.
Así que, si alguien tiene un kayac disponible para la próxima tormenta, ¡házmelo saber! Esto no es un adiós, más bien un “hasta la próxima tormenta”.