La reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Cuenca, Ecuador, ha dejado una huella de desilusión y, quizás, un poco de risa nerviosa. Entre el malestar de los participantes, las interrupciones dramáticas y las tensiones políticas, podríamos pensar que estábamos viendo más un episodio de una serie de comedia que una reunión diplomática seria. Así que, si te sientes confundido sobre lo que realmente sucedió, ¡no te preocupes! Vamos a desmenuzar este asunto y ver si podemos extraer alguna lección útil de toda esta comedia de enredos.

Contexto de la Cumbre Iberoamericana

La Cumbre Iberoamericana fue creada en 1991 con la intención de estrechar los lazos entre España y América Latina. Desde entonces, se ha reunido en diversas ocasiones, pero este año el ambiente fue tan tenso que a veces parecía que estábamos en una clase de yoga, tratando de relajarnos, mientras un tornado pasaba por la ventana.

La cumbre tuvo lugar en el hermoso Museo Pumapungo, donde la arqueología y la antropología se entremezclaron. Y no, no me refiero a una exhibición de mummies sudamericanas, sino más bien a un desfile de políticos que intentaban mostrar unidad, mientras en el fondo se saboteaban mutuamente como si estuvieran en una partida de ajedrez, pero cada uno con su propia estrategia de «no me importa».

El papel de Ecuador y Daniel Noboa

En esta ocasión, el país anfitrión fue Ecuador, liderado por Daniel Noboa, quien parece haber decidido que su debut en la cumbre debía ser un espectáculo dramático. En un giro inesperado, decidió despedir a su vicepresidenta, Verónica Abad, días antes de la cumbre, lo que provocó un revuelo considerable. Algunos podrían pensar que esto es más un guion de una película de suspenso que la administración de un país.

Ah, y para agregar más salsa al guiso, Noboa había liderado un asalto a la embajada mexicana en Quito. ¿Es que acaso los manuales de protocolo diplomático no le enseñan que hay ciertos límites en la cortesía internacional?

Con este telón de fondo, no sorprende que muchos líderes optaron por no asistir. ¿Acaso quieren que sus nombres sean arrastrados por un escándalo de tan grandes proporciones? No, gracias.

La falta de unidad en la cumbre

La cumbre transcurrió de manera abrupta, como si estuviera corriendo a tocar una alarma de incendios. Cuatro horas antes de lo previsto, varios eventos fueron cancelados y, en lugar de un documento conjunto, se firmó algo que parecía un acuerdo de último momento, casi como si hubieran usado una hoja de papel arrugado en la mesa de una cafetería.

¿Y aquella famosa declaración conjunta que se supone debería surgir de estas cumbres? Olvídate. La falta de consenso sobre una propuesta cubana se convirtió en el chiste del día. ¿Sería posible que un grupo de líderes de naciones con historias de conflictos no pueda llegar a un acuerdo sobre algo tan básico como un documento que declare su unidad? ¡Aparentemente, sí!

Las discusiones acaloradas

En medio de la situación tensa, los diálogos sobre derechos humanos fueron candentes. Un embajador argentino se enfrentó a un representante cubano. ¿Te imaginas un intercambio pegajoso en una reunión familiar? Eso es lo que parecía, pero con más trajes y menos cacahuetes. Eduardo Acevedo, embajador argentino, criticó la situación de los derechos humanos en Cuba, mientras que Rodolfo Benítez, coordinador cubano, le devolvió el golpe hablando sobre la situación en Argentina.

“El Gobierno de Javier Milei respalda la matanza de palestinos”, declaró. Entre risitas y murmullos, el resto de los asistentes probablemente pensaron: «¿Qué tal si pedimos un café y dejamos de lado los conflictos internacionales por un rato?»

La situación en Venezuela

Venezuela parecía ser un tema tabú durante la cumbre, a pesar de que todo el mundo sabía que estaba ahí, como un elefante en la habitación. Noboa finalmente se atrevió a mencionar el país, prometiendo nunca apoyar un «golpe de Estado», pero las palabras parecían más un intento de mantener el equilibrio que una declaración de intenciones. Entre susurros, los asistentes comentaban que no había un mecanismo para desalojar al chavismo del poder. ¿Quizás estaban esperando un milagro, como un hámster con un traje de superhéroe?

La inclusión de Donald Trump y sus implicaciones

Además de los intrincados enredos en Latinoamérica, la cumbre también tuvo ecos del norte. La elección de Donald Trump de Marco Rubio como su secretario de Estado generó más de un par de cejas alzadas. Rubio, conocido como un halcón, no tiene muchas ganas de dialogar con gobiernos autoritarios, lo que hace que uno se pregunte: ¿realmente Trump tiene una estrategia para América Latina, o simplemente está improvisando?

Sus políticas tienden a ser tan predecibles como un expreso a las ocho de la mañana en una ciudad con tráfico. Así que, si pensabas que la cumbre iba a ser un espacio de cooperación y diálogo, probablemente te dejaste llevar por la melodía equivocada.

¿Qué sigue para la Iberoamérica?

Al final de la cumbre, la canciller de Ecuador, Gabriela Sommerfeld, culpó a los medios de comunicación por presentar un Ecuador violento, como si la culpa de la falta de participación de líderes pesados fuera de los periodistas. Pero aquí está el dilema: ¿es que el Ecuador de Noboa vendría como un héroe a la reunión? ¿O es que, simplemente, el resto del continente se está dando cuenta de que no quiere ser parte de un episodio de una telenovela dramática?

Con respecto a la evaluación del futuro de estas cumbres, surgen preguntas inquietantes. ¿Es esta la manera en que queremos que nuestras naciones se comuniquen? ¿Al borde del colapso, sin un documento sólido que respalde la unión? A veces, siento que el futuro de la Iberoamérica se debate en un ping-pong político donde cada bando trata de hacer el mejor golpe, pero se olvidan de la red.

Conclusión: Una oportunidad perdida

La Cumbre Iberoamericana de Cuenca ha resaltado la desunión y los conflictos que atraviesan a América Latina hoy en día. En lugar de exhibir un frente unido, la cumbre ha sido un recordatorio de las divisiones que afectan a la región. A veces, la comedia parece ser el único alivio que tenemos en medio de tanta tensión política.

En mi opinión, estas cumbres deben repensarse y redefinirse. Es vital que los líderes encuentren un terreno común, porque, al final del día, cuando se mezclan intereses nacionales, la diplomacia se convierte en una habilidad esencial, incluso más que en los juegos de ajedrez donde siempre hay una victoria o una derrota. La pregunta que queda en el aire es: ¿Están listos para abandonar la divertida pero venenosa rutina del sarcasmo y la irreverencia para realmente buscar el diálogo?

Así que, si algo bueno podemos sacar de todo esto, es que las risas, aunque sea nerviosas, siguen siendo mejor que los gritos y los insultos. ¿Nos veremos en la siguiente cumbre, o acaso será una repetición de este drama? Porque, a decir verdad, ¡la telenovela sigue!