¿Alguna vez has pensado en lo surrealista que puede llegar a ser la vida en un país donde la norma es tener una pistola más que un teléfono móvil? La historia de la relación entre la sociedad estadounidense y las armas de fuego es fascinante, perturbadora y, a menudo, profundamente cómica. En 2022, por ejemplo, se contabilizaron alrededor de 500 millones de armas en circulación en Estados Unidos, superando la población total del país. ¡Casi podríamos decir que hay más armas que personas! Sin embargo, ¿realmente hemos alcanzado el límite de lo absurdo?
En las últimas semanas, he tenido la oportunidad de ver el documental From My Cold Dead Hands, dirigido por Javier Horcajada Fontecha. Este pieza representa un retrato fascinante de la locura armamentística en América y, créeme, es difícil decidir si reír o llorar ante la visión que ofrece.
Un legado incendiario: Charlton Heston y la Segunda Enmienda
Para muchos, el eslogan «Te daré mi arma por encima de mi cadáver», famoso discurso de Charlton Heston en el año 2000, resuena como un himno. La Asociación Nacional del Rifle se ha convertido casi en un símbolo patriótico, un bastión de la Segunda Enmienda que garantiza el derecho de los estadounidenses a poseer armas. Heston, un símbolo de Hollywood, ha dejado una huella imborrable en el imaginario colectivo. Aunque a veces me pregunto si esta defensa es genuina o simplemente un truco de marketing de los días de gloria de su carrera.
Recuerdo una charla en un bar, donde uno de mis amigos, un ferviente defensor de las armas —no sé si más por ideología o por lo práctico de sentirse «poderoso»— decía que «puedes llevar tus derechos en el bolsillo». Sin embargo, ¿es necesario tener la capacidad de disparar un rifle en un brunch familiar de los domingos? ¡A veces siento que ni en el juego más extremo de Call of Duty se llega a tanto!
Un viaje al corazón de la locura
From My Cold Dead Hands es un viaje a través del costumbrismo surrealista que ha atrapado a una parte de la sociedad estadounidense. A través de imágenes que parecen sacadas de un sketch de televisión, el documental presenta un mundo donde la normalización de las armas ha llegado a tal punto que los comportamientos más disparatados (perdón, el juego de palabras fue involuntario) pasan desapercibidos.
Desde un hombre que practica el himno nacional tocando una trompeta con una mano y disparando con la otra —un auténtico ejemplo de multitasking, ¿no crees?— hasta niños jugando con chalecos antibalas, las imágenes se suceden de forma vertiginosa. ¿Es este el sueño americano, o simplemente un mal sueño que no acaba al despertar?
Imagínate la escena: un grupo de veinteañeros, alegres y un poco pasados de copas, decide que es buena idea disparar un arma mientras bromean entre risas. Detrás de ellos, un amigo se tienta (literalmente) con una navaja, confundiendo el objeto afilado con una bala. Esto hace que cada espectador en la sala se sostenga la cabeza entre las manos. Fue en ese momento que me pregunté: «¿Por qué, oh por qué, no me quedé en casa viendo Netflix?».
La burla de la realidad
Tanta comedia me ha llevado a una reflexión amarga: ¿Cuándo la violencia se convierte en entretenimiento? A lo largo del documental, las afirmaciones grandilocuentes de los youtubers sobre la importancia de tener un arma se enfrentan a la cruda realidad de la cultura armamentista. La idea de que portar un arma es un acto de patriotismo parece más un acto de clown que un deber cívico.
En un momento emocionante, un cowboy que, sin rubor, rima sobre las balas y la fe, deja en el aire una pregunta inquietante: «¿Es realmente un problema de fe, o más bien una innecesaria acumulación de armas?» Vaya si lo es. La cultura del miedo se alimenta de la idea de que «cada hombre es responsable de sí mismo». Pero, sinceramente, la idea de que cada uno debe ser su propio Rambo es un poco aterradora.
Reflexiones de un espectador atónito
A lo largo del documental, se presentan situaciones que, honestamente, parecen irrealizables. Desde el gender reveal (revelación del género del bebé) a balazos hasta hombres que desafían las leyes de la física al freír bacon alrededor de un arma humeante, cada episodio resuena con una mezcla de risas y dudas existenciales.
En este punto, no pude evitar recordar un reportaje sobre cómo ciertos influencers han llevado estas locuras a otro nivel, logrando que la cultura de las armas se sienta cada vez más como un chiste de mal gusto. «¿Estamos en una comedia o en un documental?», me pregunté, con un ligero escalofrío recorriendo mi espalda.
Un espejo distorsionado
Lo que resulta verdaderamente fascinante de From My Cold Dead Hands es cómo utiliza lo absurdo para resaltar la disonancia que existe en la sociedad estadounidense. Aunque la selección de imágenes es perturbadora, también es hipnótica. Como espectador, sentí que estaba mirando un espejo distorsionado que reflejaba una realidad desquiciada. Tan despampanante como el propio reality show, se siente a veces como si estuviéramos atrapados en un Black Mirror contemporáneo.
La incapacidad de diferenciar entre la sátira y la realidad es, quizás, el mayor miedo de todos. Habrá quienes vean el documental y lo tomen como un llamado a la acción, otros simplemente se quedarán con una sonrisa incrédula. Pero, siendo honesto, las imágenes pueden ser tan realistas que duele.
Conclusiones inesperadas
Es curioso cómo en la vida real, las situaciones más hilarantes pueden ocultar verdades inquietantes. La cultura de las armas en Estados Unidos es, a su vez, un retrato sombrío de una sociedad que, en tiempos de crisis y miedo, elige tomar un arma en lugar de un libro. Es un claro recordatorio de cómo los valores se distorsionan en nombre de la libertad: «tu derecho a llevar un arma puede ser más importante que el derecho a vivir sin miedo».
Así que, la próxima vez que escuches a alguien decir que sólo quiere defender sus derechos, recuerda que este es un país donde un lanzallamas puede parecer una solución más que usar Excel para organizar nuestro día a día. Pensémoslo dos veces antes de compartir un meme sobre el «patriotismo armamentístico»; quizás, algún día, sea más esperanzador compartir un brunch sin preocupaciones en lugar de un evento de revelación de género con pistolas.
Ahora, te preguntaría: ¿vale la pena vivir rodeados de armas cuando la verdadera arma es el conocimiento? Lo dejo a tu criterio. ¡Ah, y no olvides atar bien los cordones de tus zapatos antes de salir, no vaya a ser que una bala voladora decida hacer una aparición sorpresa!