En el aislamiento de una finca en Mallorca se ocultan historias que despiertan la indignación y la impotencia de quienes aman a los animales. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI existan lugares que parecen sacados de una película de horror, donde se permite que cientos de animales sufran, se mueran de hambre y enfrenten condiciones inhumanas? La reciente denuncia hecha por Guillermo Amengual, presidente del partido animalista Progreso en Verde, ha puesto de manifiesto la cruda realidad del maltrato animal en nuestras sociedades.

Una tarde fatídica: el hallazgo de la «finca del horror»

La tarde en que Amengual se adentró en esta finca marcada por el horror, se le presentó un cuadro desolador. Imagínate por un momento: un lugar donde el aire mismo parece estar impregnado de tristeza y desesperanza, donde ovejas moribundas yacen en el suelo, y el inconfundible olor de la descomposición flota en el ambiente. ¿No se te hace un nudo en la garganta solo de pensarlo?

Amengual, al llegar al lugar tras múltiples denuncias vecinales, no pudo contener su asombro. “Ovejas moribundas a las que les quedaban pocas horas de vida”, testificó. Un campo que, según él, parecía más un cementerio que una explotación ganadera. A medida que los informes y las imágenes se difundieron, muchos internautas comenzaron a preguntarse inocentemente: “¿Cómo es posible que esto ocurra?” y lo más importante, “¿por qué no hacemos algo al respecto?”

Un historial de impunidad

El propietario de esta finca, un octogenario que ya había estado en el punto de mira por maltrato animal en ocasiones anteriores, ha acumulado más de 60.000 euros en multas. A veces me pregunto si es posible que algunos vivan en un mundo paralelo donde las repercusiones de sus acciones simplemente no existen. Pero aquí estamos, mirando cómo la historia se repite año tras año, un ciclo de negligencia y dolor.

La pregunta que todos nos hacemos es: “¿Qué está pasando realmente en el sistema?” Amengual señala que a pesar de las denuncias y los protocolos establecidos por la Ley 348/2000 de protección de los animales, la lentitud de los procesos judiciales y la «interpretación» de las infracciones permiten que estos casos continúen. Para aquellos que hemos sentido alguna vez la injusticia en carne propia, esto resulta frustrante.

La burocracia frente al bienestar animal

El director general de Agricultura, Fernando Fernández, menciona que las infracciones pueden ser «muy sujetas a interpretación». Imagínate a un jurado teniendo que deliberar sobre si una oveja malnutrida es solo un caso leve de negligencia o si está condenada a una muerte lenta. Si te ríes, no es humor negro; es pura desesperación.

Fernández reconoce que el propietario logró “regularizar” algunos animales después de la denuncia pública. ¡Aplausos para la actuación heroica del dueño en un juego de gato y ratón! Pero la verdad es que estas acciones son simples parches en una herida abierta. ¿No sería más lógico poner un alto definitivo a esta situación antes de que más animales sufran innecesariamente?

Una historia que se repite

Lamentablemente, la «finca del horror» no es un caso aislado. En 2017, otra denuncia similar resonó en Mallorca cuando más de veinte ovejas fueron abandonadas en condiciones deplorables. Las autoridades, en ese entonces, intervinieron, pero una vez más, no lograron detener el ciclo de maltrato. «¿Por qué se repiten estos actos sin consecuencias reales?» Esa pregunta, con toda su carga de impotencia, retumba en la mente de muchos.

En 2021, el ciclo continuó con nuevos informes de maltrato en el Port d’Andratx, donde el mismo dueño acumulaba denuncias y seguía en su rol de “ganadero”. Personas de buena voluntad, incluso, se organizaron para llevar alimento y agua a las ovejas mientras se cuestionaban: “¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos de este sufrimiento?”

¿Qué hay detrás de la inacción?

En un momento de sana reflexión, quizás deberíamos preguntarnos: “¿Qué es lo que realmente impide que se actúe con firmeza ante estos casos de maltrato?” La respuesta podría estar anidando en un sistema legal poco adecuado, donde los periodos de prescripción de las infracciones son extremadamente cortos. O puede ser que los jueces carezcan de suficiente formación en bienestar animal. ¿Cómo se puede confiar en que un sistema funcione si los encargados de velar por la justicia no están debidamente capacitados?

Esto plantea una encrucijada moral. ¿Estamos dispuestos a seguir siendo espectadores pasivos ante situaciones tan desgarradoras? Los activistas por los derechos de los animales, incluyéndome a mí, vemos cada día la lucha constante de numerosas organizaciones, pero los esfuerzos parecen ser a menudo en vano.

La importancia de un cambio estructural

La voz de Amengual y otros activistas es una alarma que resuena en el aire. La solución requiere no solo la pasión de quienes defienden al más débil, sino también un compromiso real y tangible de las instituciones. No podemos seguir permitiendo que el bienestar animal sea visto como un asunto secundario.

Es hora de que las leyes sean más estrictas, que las sanciones se apliquen con seriedad y consistencia y, sobre todo, que existan mecanismos para proteger a los animales antes de que el daño sea irreparable. Habrá quienes opinen que estas medidas son excesivas, que los animales son «solo animales». Pero ahí es donde quiero hacer una pausa: ¿realmente entendemos lo que significa la empatía si no podemos extenderla a seres que sienten, sufren y anhelan vivir en un entorno libre de dolor?

Conclusiones: un llamado a la acción

Estamos ante un momento crucial. Las historias de sufrimiento animal, las denuncias y las regularizaciones erróneas no pueden continuar. Insto a la comunidad a involucrarse más activamente en la defensa de los animales. Desde reforestar la indignación en el corazón hasta crear grupos de vigilancia, cada paso cuenta. Además, seamos sinceros: el hecho de que la mayoría prefiera mirar hacia otro lado es también un síntoma de nuestra sociedad.

Cuando tememos involucrarnos, estamos eligiendo quedarnos en la comodidad de la indiferencia. A todos los que se sienten agotados de luchar contra lo inevitable, espero que encuentren en estas anécdotas una chispa de motivación. Todos podemos hacer algo, y cada pequeño gesto cuenta. Desde compartir la información hasta presionar a las autoridades para que actúen, es nuestro deber ser la voz de aquellos que no pueden hablar.

Así que, ante las injusticias que nos rodean, te pregunto: ¿qué estás dispuesto a hacer hoy para ayudar a aquellos que no tienen a nadie más? Conviértete en el cambio que quieres ver y anima a tu red a seguir tu ejemplo. Juntos, podemos quebrar el ciclo del maltrato animal y forjar un futuro más justo, donde la dignidad de todas las criaturas sea respetada y protegida.