En los últimos años, el cine español ha vivido altibajos. Desde éxitos taquilleros que nos hicieron sentir orgullosos hasta fracasos que nos dejaron una sensación de frustración. Pero el año 2023 parece haber puesto al sector en una encrucijada, enfrentando el peor dato de taquilla en una década. Con menos de 13 millones de entradas vendidas, la cifra es alarmante, y muchos se preguntan: ¿qué está pasando realmente?
El contexto: de la pandemia a la escasez
Cuando la pandemia de COVID-19 llegó a nuestras vidas, el cine, como muchos otros sectores, sufrió un golpe devastador. Recuerdo aquella vez que fui al cine justo antes de que anunciaran el confinamiento. Era una experiencia mágica: las luces se atenuaban, el aroma a palomitas llenaba el aire y el sonido de la película comenzaba a envolverte. Pero, de repente, todo se apagó. Los cines cerraron, y muchos de nosotros, sedientos de entretenimiento, nos vimos arrastrados a ver películas en casa, con el sofá como nuestra única compañía.
Tras pasar meses encerrados, cuando finalmente los cines reabrieron, había un renovado sentido de esperanza. Las ayudas del ICAA, que en 2020 alcanzaron los 13,2 millones de euros, brindaron un salvavidas en medio de la tormenta. Estas ayudas fueron esenciales para sufragar los gastos médicos y garantizar la reapertura de las salas. Sin embargo, esas subvenciones se fueron reduciendo en los años siguientes, llegando a los 10,17 millones en 2021 y 14,5 millones en 2023. Pero, curiosamente, en este último año nada ha llegado a las salas.
La realidad de los exhibidores
Luis Gil, director de la Federación de Distribuidores Cinematográficos (Fece), ha manifestado la frustración existente tras un año de arduo trabajo que no se ha traducido en resultados satisfactorios. «No estamos hablando de una cifra significativa para el sector», dice, y tiene toda la razón. En una reunión reciente, Ignasi Camós, director general del ICAA, enfrentó la inquietud de los exhibidores, quienes reclamaron apoyo real ante la crítica situación. Como ex-probador de palomitas del cine —ah, las anécdotas—, me resulta muy fácil empatizar con esos exhibidores. Muchos de ellos han enfrentado largos días y noches, esperando la llegada del público, que finalmente parece haber olvidado el encanto de las salas oscuras.
¿Una soga financiera?
Volviendo a la taquilla, los números son crudos: 80 millones de euros en 2023 es una cifra que no refleja lo que una vez fue el cine en España. Es casi como si nos dijeran que hemos vuelto a la época de las proyecciones en blanco y negro, que una vez empezamos a superar con tanto esfuerzo. La pregunta que muchos se hacen es si esta tendencia se revertirá o si, por el contrario, continuaremos viendo el cierre de cines más pequeños.
Algunos exhibidores no han dudado en señalar que son los cines pequeños los que sufren más. Es en estos lugares donde el espíritu del cine puede ser más palpable. Recuerdo un pequeño cine de mi barrio, donde conocí a la mamá de una amiga por accidente mientras compraba entradas. Ella me miró y dijo: «Vas a ver Érase una vez en… en mi cine». Fue una de esas interacciones que me hicieron sentir que había algo mágico en el cine, algo que trasciende las pantallas grandes.
El impacto de la legislación
A la espera de que la nueva Ley del Cine se implemente, el estancamiento en las ayudas se hace cada vez más evidente. El Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, prometió avances, pero un año después la situación sigue congelada. Aunque el Consejo de Ministros aprobó un proyecto de ley en junio, las diferencias dentro del sector y la complicada aritmética parlamentaria han puesto a freno a cualquier progreso significativo.
Gil comenta que lo que realmente se necesita es un diseño de ayudas que asegure la continuidad de las salas. Esto no significa simplemente regular la cuota de pantalla, sino ofrecer un plan sólido que fomente el acceso al cine y no imponga restricciones. ¿Cuántas veces hemos oído que las mejores intenciones se ven frustradas por la burocracia? Para muchos exhibidores, las trabas burocráticas parecen más un enemigo que una medida de protección.
Innovaciones y medidas temporales
Desde la bien intencionada, pero limitada campaña de cine a tres euros para mayores, hasta las semanas de la «fiesta del cine», las iniciativas parecen no ser suficientes. Índices de asistencia que afectarían la economía de la industria son problemáticos, pero la necesidad de medidas más estructurales es cada vez más evidente. Las soluciones deben ir más allá de iniciativas temporales; tienen que ser sostenibles y efectivas.
Aliméntame ahora con una pregunta retórica: ¿es suficiente un descuento de unas décimas cuando ya hemos perdido la esencia misma de la experiencia cinematográfica? Claramente no.
Incentivos fiscales y un toque de humor
Y mientras los exhibidores continúan demandando “incentivos fiscales”, quizás también deberían considerar una campaña de marketing que invite a todos esos nostálgicos del cine a redescubrir la magia en sus salas. ¿Qué tal un día de películas antiguas donde, al finalizar, el público pueda expresar sus críticas sin filtros? Quizás organizando un concurso donde la película menor vista durante un fin de semana reciba un trofeo de «La película oculta». Lo que no haríamos por un poco de diversión. Pero, volvamos a la dura realidad.
Mirando al futuro
El ICAA, que ha tomado medidas excepcionales para sobrellevar la situación, enfrenta su propia crisis de recursos. Con más puestos vacantes de los que pueden cubrir, han tenido que alargar trámites para mantener cualquier tipo de estándar. La escasez de recursos materiales y humanos está dejando a muchos en un limbo, mientras las salas de cine buscan desesperadamente apoyo financiero.
El mensaje es claro: el cine español necesita un cambio radical para asegurar su supervivencia. Sin las ayudas directas y el respaldo adecuado, el futuro está en un espacio incierto, lleno de cines desiertos y sueños no realizados. ¿Podremos ver un renacer en el sector? O quizás, ¿los cineastas se verán obligados a reinventarse, al igual que lo hicimos todos durante la pandemia?
En resumen
La situación actual del cine español crea un ciclo de frustración que resuena entre exhibidores, productores y por supuesto, el público. Las cifras casi hablan más que las palabras y nos dicen que estamos ante un momento histórico donde la unión debe ser la clave. Se ha hecho evidente que la colaboración entre diferentes sectores de cine—de exhibición a producción—es más crucial que nunca. Así que, mientras nos preguntamos sobre quién tiene la culpa de esta crisis, recordemos que a veces, el verdadero enemigo se llama “indiferencia”.
Para finalizar, sigamos apoyando el cine con más que solo una entrada; apuntemos a acudir al cine, llevemos a nuestros amigos y hagamos de esta experiencia algo que trascienda la simple visualización de huellas en una pantalla. Después de todo, ese es el verdadero viaje del cine: la experiencia compartida. Entonces, ¿qué tal si hacemos planes para ver una película esta semana? ¡Así entre todos podemos revitalizar nuestro amor por las salas de cine!