La EBAU, esas temidas pruebas que parecen determinar nuestro destino académico, han vuelto a ser protagonistas, pero no solo por su complicada naturaleza. En Murcia, un grupo de estudiantes se lanzó a las calles para expresar su incredulidad y frustración ante un sistema que, a su juicio, no está a la altura de las circunstancias. Pero, como en toda buena historia, al drama estudiantil se le añade un toque extra: la intervención de la policía y las tensiones que desencadenaron, creando un ambiente digna de una película de acción, aunque prefiero imaginarlo como una comedia donde todos acabamos riendo por no llorar.

Una manifestación con un propósito claro

Un viernes cualquiera, miles de estudiantes decidieron que era hora de poner su voz en el centro del debate. Marcos, uno de los valientes que se unió a la manifestación, compartió su perspectiva con los medios de comunicación, afirmando que su motivación era tan simple como justa: querer respuestas sobre la EBAU. Al parecer, ni siquiera ellos sabían cómo sería el examen que podría definir su futuro. Y que, diga lo que diga la señora Delegada de Gobierno, eso sería suficiente para sacar a cualquiera a las calles.

El ambiente se torna tenso

Sin embargo, no todo era paz y amor entre los estudiantes. Según versiones de testigos, como la de Marcos, las cosas se descontrolaron rápidamente. La policía antidisturbios, con escopetas de sonido y porras en mano, se presentó en un despliegue que muchos consideraron exagerado. A veces, parece que la sociedad llega a un punto en el que el diálogo se convierte en una película de terror. Y, como suele pasar en esas películas, los momentos de tensión se multiplican. El lanzamiento de algunos objetos, entre los que se encontraban cítricos y huevos (no, no era una fiesta de brunch), parece haber sido el detonante para que todo se tornara en una situación caótica.

Preguntémonos: ¿cuántas veces hemos estado en una situación similar donde un pequeño altercado puede desencadenar una avalancha de reacciones desproporcionadas? Puede que ninguno de nosotros haya sido golpeado por un escudo, pero sí hemos sentido la furia de una situación que se escapa de control.

La respuesta de la Delegación del Gobierno

Después de la tormenta, siempre llega la calma… o, al menos, eso se espera. La Delegada de Gobierno, Mariola Guevara, intentó ponerle un poco de orden a la situación. Se desvinculó de los actos de la policía, asegurando que no se habían dado órdenes para usar la fuerza. Aquel momento me recordó a cuando en una fiesta, alguien derrama una bebida y todos comenzamos a sugerir responsables, mientras el dueño de casa solo se encoge de hombros tratando de evitar más drama.

Mientras tanto, el Jefe Superior de Policía defendió su actuación, argumentando que todo había sido una respuesta proporcionada para evitar situaciones aún más graves. Pero, ¿realmente hay un límite entre lo proporcionado y lo que resulta desproporcionado? En la vida diaria, igual que en la policía, la percepción de la amenaza puede cambiar rápidamente. Pero, quizás tomarse un respiro y hablar sería un buen comienzo.

Las repercusiones del evento

Marcos no fue el único que compartió sus experiencias; la viralización de vídeos de las cargas policiales causó un revuelo en redes sociales. El chaval quedó atónito al ver las imágenes de compañeros siendo golpeados y reprimidos. ¿No les suena familiar? Esa sensación de ver algo que no se debería permitir, como cuando te encuentras en un evento escolar y tema tras tema el tono se vuelve cada vez más serio.

Es fácil enojarse desde la distancia virtual. Sin embargo, en tiempos como estos, hay que tener en cuenta las múltiples realidades que se tejen en una manifestación. Y mientras los estudiantes argumentan que la violencia no es justificable, la policía defiende sus acciones como una forma de controlar la situación. Se siente un poco como estar atrapado en una reunión de trabajo que nunca termina: todos quieren ser escuchados, y todos aseguran tener razón.

¿Qué lecciones podemos sacar?

Desde la situación en Murcia, hay que preguntarnos: ¿qué podemos aprender? Primero, está claro que hay una desconexión entre los sistemas de enseñanza y sus beneficiarios. La falta de información sobre la EBAU es solo una cara de una moneda más grande. La educación debe adaptarse, evolucionar y, lo más importante, mantenerse transparente con los estudiantes.

La comunicación efectiva entre estudiantes y la administración es crucial. Si una cosa me ha enseñado mi experiencia (especialmente aquellas veces que decidí no escuchar a mis profesores), es que la comunicación puede salvar muchas situaciones. Si el gobierno regional hubiera tomado el tiempo de escuchar a los estudiantes, probablemente no habríamos llegado a este punto. ¿Podría la solución ser simplemente abrir un canal de diálogo?

La reacción política

Las repercusiones políticas no se hicieron esperar, con voces de la oposición clamando por explicaciones. Víctor Egio, diputado de Podemos, calificó la respuesta policial como “totalmente desproporcionada”. Uno se pregunta, ¿este tipo de situaciones no deberían ser analizadas críticamente antes de que sucedan? La crítica hacia la Consejería de Educación también se levantó, señalando que la falta de comunicación con los estudiantes fue una de las principales causas del descontento. Es como echarle la culpa al plomero cuando encontramos una fuga, sin haber comprobado si está cerrado el grifo.

Y, claro, cuando las palabras de protestas se convierten en gritos de alerta, es un llamado más que evidente a la acción política. Si los estudiantes se movilizan, ¿no es nuestra responsabilidad escucharlos?

Reflexiones finales

La realidad es que el estrés, la presión y la incertidumbre son parte buen del camino educativo. No basta con las palabras; necesitamos acciones que demuestren que cuando se habla de educación, se habla de preparar a las futuras generaciones. Una responsabilidad que no solo recae en los estudiantes, sino también en quienes están en posiciones de poder.

Entonces, ¿qué se lleva de esta historia? Quizás una mezcla de indignación, esperanza y la certeza de que el diálogo es clave. Nuestros jóvenes están alzando la voz porque se preocupan por su futuro. Todos hemos estado allí, en algún momento, donde el miedo y la confusión se mezclan. Pero el poder de la manifestación, de hacerse escuchar, puede hacer la diferencia.

Así que, la próxima vez que escuches de una manifestación, pregúntate: ¿qué necesitan realmente esos estudiantes? Y recuerda, puede que hoy sean ellos, pero mañana podríamos ser nosotros. Porque, en última instancia, como ciudadanos, el futuro de todos está en juego.