La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos)—que suena bastante más atractiva como acrónimo que como evento meteorológico—ha dejado una huella imborrable en Valencia y, aunque no lo creas, no es solo un tema que toca a los habitantes de la region. ¿Por qué? Porque lo que comenzó como un fenómeno natural ha desencadenado uno de los movimientos sociales más significativos en la historia reciente de España. Con cientos de miles de voces clamando por justicia, es esencial explorar el impacto no solo del desastre, sino también de la respuesta, o la falta de ella, de las autoridades.

En este artículo, reflexionaremos sobre la manifestación del 9 de noviembre y la que siguió un mes después, y lo que implican para la gestión de crisis en el ámbito político. ¿Qué aprendizajes podemos extraer de esta tempestad, ya sea natural o política? Te invito a sumergirte en la realidad valenciana mientras hacemos una visita guiada por la indignación popular.

La DANA y sus terribles consecuencias

Cuando el meteorólogo se olvida de decirte que es un buen día para llevar paraguas, el resultante puede ser una tragedia. El 29 de octubre, la DANA arrasó parte de la Comunidad Valenciana y se cobró más de 200 vidas. De repente, la vida de miles cambió al instante. ¿Te imaginas perder todo en un abrir y cerrar de ojos? Si alguna vez has enfrentado un desastre natural, sabrás que la sensación de vulnerabilidad te acompaña mucho después de que las aguas se calman.

Anna Oliver, coportavoz de las entidades sociales, mencionó que más de un mes después, los pueblos y ciudades continúan en ruinas. Eso me recuerda a esas historias de horror que escuchamos en las películas; el desastre no se limita al momento en que sucede, sino que sus efectos perduran. La pregunta es: ¿quién se hace responsable de las cicatrices que quedan? Al menos en este caso, el pueblo valenciano ha decidido que no se quedará callado.

Llamando a las puertas del poder

Las manifestaciones no son solo protestas; son un grito de desesperación. Bajo el lema «Mazón, dimisión», miles de personas se congregaron, exigiendo respuestas. Desde organizaciones sociales hasta sindicatos de izquierdas, todos estaban alineados en un objetivo común. ¿Te imaginas estar en una multitud de decenas de miles? Se siente como estar en un concierto de tu banda favorita, pero en lugar de buena música, lo que resuena son gritos de justicia.

Aparentemente, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, no estaba listo para afrontar su responsabilidad. Durante su comparecencia parliamentary, no ofreció disculpas ni explicó su gestión tras la crisis. Debo ser honesto, si tuviera que dar un discurso en una situación como esta, probablemente me temblarían las rodillas. Uno esperaría que en momentos de crisis, los líderes se acerquen a la comunidad con la cabeza en alto y la mano tendida, aunque sea de manera simbólica.

¿Cuál es el verdadero problema?

Los organizadores de la manifestación no solo llamaron a dimitir a Mazón, sino que también denunciaron lo que ellos ven como negligencias sistemáticas del gobierno ante la crisis. Aseguran que la gestión desastrosa de la crisis proviene de un largo historial de «negar el cambio climático» y la «especulación desmesurada». Sin embargo, eso es solo la punta del iceberg. Cuantas más voces se escuchan, más se dibuja un paisaje oscuro que señala tanto la inacción como la irresponsabilidad.

Desde una perspectiva de empatía, es fundamental entender que las decisiones políticas no solo afectan a las estadísticas, sino a la vida misma. Las historias de quienes perdieron hogares o familiares debido a la DANA son un recordatorio devastador de que las políticas no pueden ser solo palabras en un documento.

Repensando la gestión de crisis

Lo que la DANA nos muestra es que las crisis no solo exigen una respuesta inmediata, sino también un sistema de gestión que funcione en tiempos de calma. Las manifestaciones del 9 de noviembre, donde se estima que participaron unas 130,000 personas, son una clara señal de que el pueblo quiere acción en lugar de palabras vacías. La falta de agilidad y la coordinación deficiente entre las administraciones autonómica y estatal no solo agravan el sufrimiento, sino que también es un insulto a aquellos que están lidiando con las consecuencias en la vida real.

Una de las exigencias de los manifestantes es que se ofrezca una alternativa residencial para los afectados. ¿Te imaginas tener que buscar un nuevo hogar cuando tus pertenencias han sido arrastradas por el agua? Ese es el tipo de desesperación que revienta los corazones y que la política debe mirar de frente.

El papel del Gobierno central: ¿es hora de reaccionar?

Cada vez que ocurre una catástrofe, aparece la misma pregunta: ¿dónde estaba el Gobierno? Durante la manifestación se criticó duramente al Gobierno central de Pedro Sánchez por el “retraso inexplicable” en la llegada de los cuerpos de emergencia. Esto nos lleva a otra pregunta incómoda: ¿es el Gobierno realmente capaz de actuar en tiempos de crisis?

La sensación de responsabilidad compartida es esencial en estos momentos. La crítica es válida, pero también debemos considerar cómo cada uno de nosotros podría actuar. Si enfrentáramos una crisis similar, ¿seríamos capaces de coordinar esfuerzos por el bien común o estaremos demasiado preocupados por nuestra propia supervivencia?

La lucha continua por la dignidad y la justicia

La manifestación que tuvo lugar recientemente es solo el principio de una lucha que no se detendrá hasta que se escuchen las demandas del pueblo. Las exigencias van más allá de la dimisión de Mazón; buscan justicia y reparación, así como el establecimiento de políticas que eviten que esto vuelva a ocurrir.

El manifiesto de protesta exige condiciones específicas, como prohibir la construcción en zonas inundables. Sin embargo, estas peticiones no son solo números en un papel, son la vida de personas reales que están pidiendo a gritos la posibilidad de un futuro seguro.

La importancia de escuchar a la ciudadanía

Una de las lecciones más importantes de la DANA y de las manifestaciones es que el pueblo tiene voz. Puede ser que en momentos de silencio, las voces se ahoguen, pero una vez que el grito se lanza a la calle, no hay forma de ignorarlo. Es quizás el momento perfecto para que los líderes políticos y los ciudadanos replanteen la relación que comparten. La comunicación efectiva es fundamental para poder avanzar y construir un futuro más seguro y sostenible.

Reflexiones finales: la responsabilidad compartida

Así que aquí estamos, tras recorrer este camino lleno de emociones y realidades difíciles. La DANA no fue solo un desliz del tiempo; es un reflejo de los desafíos que enfrentamos como sociedad. La lucha de los valencianos es un recordatorio de que aunque muchos aspectos de la vida pueden parecer fuera de nuestro control, al unirnos como comunidad, podemos dar forma al futuro y exigir una responsabilidad que nos beneficie a todos.

Al final del día, la pregunta permanece: ¿qué haremos con este conocimiento y estos desafíos? La verdad es que el cambio comienza con nosotros, y cada uno de nosotros deberá hacer una elección consciente sobre cómo vamos a responder a esta crisis y a las que vendrán.

Así que mientras te tomas un rato para reflexionar sobre lo que has leído, te dejo con una última pregunta: en un mundo lleno de incertidumbres, ¿cuál es tu papel en la búsqueda de la justicia y la dignidad para todos? A veces, la respuesta está en cómo iluminamos el camino para quienes nos rodean.