La realidad en Cuba es cada vez más desconcertante. Mientras muchos de nosotros nos preocupamos por cosas como la falta de café en la mañana o el Wi-Fi que se cae a cada rato, hay quienes están lidiando con apagones que se extienden por más de cien horas. Sí, has leído bien. En diversas provincias, como Antilla, Guanajay, y Camagüey, la luz es un lujo que la gente no puede permitirse. Pero, ¿qué está sucediendo realmente en la isla? Acompáñame en esta travesía textualmente oscura donde la lucha por sobrevivir va más allá de la comodidad de nuestros hogares.

La vida en la penumbra: un día en la rutina cubana

Imagínate despertar en la mañana y no saber si tendrás electricidad para preparar tu café. Suena como una pesadilla para muchos, ¿verdad? Pero para miles de cubanos, este es el día a día. El pueblo ha tenido que adaptarse a esta nueva normalidad, una en la que cocinar se convierte en un asunto de supervivencia.

Un residente de Guanajay, que prefirió el anonimato (nunca se sabe quién está escuchando en la Cuba de hoy), compartió que algunos optan por cocinar con leña o lo que sea que encuentren. ¡Imagínate algo tan básico como un pan! La escasez se ha vuelto tan crucial que ya no aparece en las mesas, y las personas están haciendo filas interminables para comprar pizzas en cafeterías que cuentan con sus propias plantas eléctricas. ¡Qué ironía! Mientras algunos disfrutan de un trozo de pizza, otros buscan desesperadamente alimentos en medio de la oscuridad.

Entonces, si estábamos esperando que la tecnología evolucione hacia un futuro brillante, en Cuba parece que hemos retrocedido a tiempos prehistóricos donde el fuego es la única solución. Recuerdo una vez cuando un amigo en La Habana casi se vuelve un experto en hacer fogatas. Si no fueras por el miedo a los incendios, hubieras pensado que estábamos en un campamento.

El infierno del gas licuado y las colas interminables

El momento de cocinar se ha vuelto un espectáculo de resistencia, pero el problema no acaba ahí. La situación del gas licuado es crítica, como me relató un colega desde Camagüey: “Estoy cocinando con carbón lo poco que queda como si no hubiera un mañana”. La falta de gas y los apagos prolongados han convertido a muchos en siempre inventores. Desde buscar recetas para cocinar en leña hasta hacer malabares, cada día en Cuba es un nuevo reto.

Ayer estuve haciendo una búsqueda sobre cómo se puede cocinar sin electricidad y sinceramente encontré recetas de todo tipo. Pero lo que no se encuentra en un libro de cocina es cómo lidiar con la angustia de ver a tus alimentos echándose a perder en un refrigerador que no funciona. La única opción es hacer uso de la improvisación. Puede que algún día, si continúan los apagones, escuchemos que están organizando campeonatos de cocina a la leña. ¡Esa es una idea económica, verdad?

La lucha diaria por la alimentación

La situación se hace cada vez más desesperante, especialmente en provincias como Guantánamo, que enfrentan el azote del huracán Óscar. No solo carecen de electricidad, sino que también enfrentan carencias de alimentos. “Las autoridades hicieron una feria para vender leña y plátanos… lo que significa que ni la comida se está salvando”, se lamentó una familia a la que tuve acceso. Plátanos hervidos ha sido su única comida reciente. Ahora, lo que antes eran ingredientes para deliciosas recetas se ha convertido en lo único que tienen para alimentarse.

Y, para añadir un poco de humor, ¿alguna vez has probado el plátano hervido? Ni siquiera estoy seguro de si es una comida o un método de tortura. Pero en la Cuba del apagon, el plátano es el rey. No obstante, lo que la gente realmente añora es algo más que comida; añoran la dignidad y la normalidad.

La valentía en un cacerolazo: una revolución silenciosa

En medio de toda esta adversidad, los cubanos han comenzado a alzar sus voces de formas nuevas, aunque desde la tranquilidad de sus hogares. Los cacerolazos se han convertido en una expresión de descontento que resuena más allá de las paredes de cualquier vivienda. Solo vean la escena: yo, con mi caldero y cuchara, sonando el más ruidoso de mis cacerolazos desde la azotea. ¿Imaginas lo absurdo? En Cuba, un simple ruido puede ser interpretado como un acto de valentía.

Sin embargo, los cacerolazos no siempre son bien recibidos. Aquellos que se atreven a protestar enfrentan una posible represión. La valentía se presenta como un acto de desafío, y esa misma valentía estoy seguro que también está acompañada por un miedo inconfundible. Pero, ¿cómo pueden permanecer callados los cubanos cuando el mundo está cambiando, incluso su realidad más íntima? Recuerdo acudir a una reunión y escuchar a un amigo explicar cómo preparó su caldero para el cacerolazo con la misma mística como si se preparara para una fiesta. Es allí donde el optimismo se encuentra en los lugares más inusuales.

Apagones e indiferencia

Dicho esto, no podemos olvidar cómo muchos, incluida la administración, intentan silenciar descontentos llamándolos “indecentes”. Aparentemente, la estrategia ante la crisis es desviar la atención. El ministro de Energía y Minas se refirió a esos gritos como “incidentes mínimos”. Como si miles de personas pasaran horas en la penumbra, cacerola en mano, solo para hacer ruido por diversión.

Pero no es solo ruido; es un eco de desesperación. La gente no solo está protestando por los apagones, sino por la falta de respeto, de dignidad, por lo más básico que uno puede esperar: la elección de no vivir en la oscuridad.

Emergencia energética: el fondo del pozo

Los hospitales se aferran a la esperanza de la energía más que muchos podrían imaginar. A veces esta esperanza se convierte en tragedia, como le ocurrió a una familia cuando el generador del Hospital Pediátrico Universitario Borrás-Marfán colapsó. En otra ocasión, escuché a alguien en las redes sociales gritar que lo que sucede en Cuba está llevando a la pérdida de vidas. En realidad, para muchos, la vida se ha convertido en una lucha constante donde la energía puede representar vida o muerte.

Con cada tres días de apagón, el sistema educativo se detiene. Aquellos que están pensando en que las nuevas generaciones se están preparando para un futuro brillante deben cuestionarse: ¿qué futuro pueden experimentar si el presente es tan sombrío?

¿Cuándo encontrará Cuba su luz?

La situación actual en Cuba plantea varias preguntas importantes. ¿Cuánto más pueden soportar los cubanos? ¿A dónde van a parar estos gritos de resistencia? Al final, los apagones han demostrado ser no solo una crisis de energía, sino también un catalizador para que los cubanos hablen, para que se organicen y, tal vez, para que encuentren la salida del oscuro túnel en el que se encuentran.

Mientras recargan sus dispositivos móviles y ven cómo vuelven a aparecer las luces en sus viviendas, la pregunta persiste: ¿será suficiente el cacerolazo para que despierte un cambio real? En el corazón de cada cubano, la esperanza persiste como una chispa pequeña pero poderosa. Y aunque el camino es incierto, la luz de la resistencia podría, de alguna manera, iluminar el camino hacia un futuro mejor.

Así que aquí estamos, en este carro del tiempo, sin saber si hay un final feliz o si simplemente debemos seguir haciendo ruido. Pero por ahora, ¡más vale que la gente siga con su cacerolazo!