La coronación de la Virgen de la Estrella en 1999 es un hito en la Semana Santa de Sevilla y un momento de profunda conexión entre la comunidad y su fe. Pero, ¿qué hace que este evento sea tan memorable? La historia detrás de esta coronación es tanto un relato de devoción como una serie de anécdotas cargadas de emoción, y claro, un par de giros inesperados que hacen que uno se pregunte por qué somos tan apasionados por nuestras tradiciones.
Un principio con nervios y secretos
Cualquiera que haya estado involucrado en la organización de un evento importante sabe que no hay nada como la anticipación. Imagínate por un minuto el Domingo de Ramos de 1996, cuando Rafael Medina, conocido cariñosamente como Fali, se acercó al presidente del Consejo, Antonio Ríos. Este último le transmitió un mensaje del arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, que despertó en él una mezcla de emoción y nerviosismo. «Carlos quería verme», pensó Fali. Y ahí empezó todo.
Como en una película dramática, Fali recuerda cómo esa misma mañana había realizado su visita habitual a la capilla y no había recibido ningún indicio de lo que estaba por venir. ¿Te imaginas ser un miembro de una hermandad y darte cuenta de que podrías estar en el centro de un gran cambio?
La propuesta de coronación
La reunión privada con el arzobispo fue fundamental. Amigo Vallejo le propuso algo inesperado: culminar el I Congreso de Hermandades y Religiosidad Popular con la coronación de la Virgen de la Estrella. “Pídemelo”, le dijo, y las ilusiones empezaron a desatarse en la mente de Fali y su junta. La forma en que lo recuerda es casi como si estuviera reviviendo la escena: la emoción, el temor por la responsabilidad que implicaba y la necesidad de máxima discreción. “La Estrella estaba de testigo”, comenta.
Al recibir la buena nueva, la primera acción fue convocar una reunión extraordinaria. «Hay que hacerlo en silencio», fueron las instrucciones, y Fali obedeció. ¿Alguna vez has tenido que guardar un secreto tan grande que apenas podías contenerte? Esa mezcla de emoción y responsabilidad puede ser abrumadora.
Un camino tortuoso hacia la ceremonia
El camino hacia la coronación no fue un paseo en coche. Desde el anuncio oficial hasta la fecha de la coronación, las dificultades parecían multiplicarse. A veces las circunstancias parecían un guion de una comedia, pero a veces, era un dramático thriller. José Luis García, el encargado de comunicar el evento a los medios, tuvo que navegar por laberintos burocráticos y organizativos para mantener todo en secreto.
Y así, el 10 de octubre de 1996, se realizó el anuncio oficial. Fue un día de gran alegría pero también de profundo compromiso entre todos los miembros de la hermandad. Dos años de preparación estaban por delante, años que involucraron a la comunidad, a los hermanos y a varias otras hermandades. ¿Te imaginas el trabajo en equipo que esto significó? A veces uno solo necesita la chispa inicial, y la comunidad de Triana la tenía.
El diluvio y la perseverancia
Un evento como este no podría estar libre de contratiempos. El 24 de octubre de 1999, el día del traslado previo a la Catedral, la lluvia era la estrella indeseable. La escena era cinematográfica: la Virgen de la Estrella adornada, rodeada de un mar de paraguas, un verdadero diluvio universal. Incluso en medio de la adversidad, los miembros de la hermandad estaban decididos a seguir adelante.
Rafael confiesa que, si no hubieran podido hacer el traslado, «hubiéramos llevado a la Virgen en una furgoneta». Pero la situación cambió cuando la lluvia, como buena protagonista, decidió dar un pequeño respiro. Con determinación, la comitiva avanzó. «Triana siempre ‘palante'», exclamó Juan Borrero. ¡Esa es la actitud!
La coronación misma: un día para recordar
Y llegó el 31 de octubre de 1999. ¿Te imaginas la emoción en el aire? La mañana era radiante, y aunque las horas previas estaban marcadas por una mezcla de nervios y carreras, todos estaban en sintonía. La Virgen fue vestida por el renombrado Garduño, y las mantillas blancas hicieron su aparición.
La coronación a las 12:07 fue apoteósica. La emoción era palpable. Fran López de Paz proclamó unas palabras que resonarían en la memoria de todos: «Lo que del pueblo es, al pueblo vuelve». Y, de repente, en ese momento, un abrazo compartido entre Fali y el arzobispo se convirtió en un símbolo de unidad y amor por la comunidad. No sé tú, pero momentos así me hacen pensar en el poder de la conexión humana.
Recuerdos, emociones y anécdotas
Las anécdotas abundan. La espontaneidad de la ocasión creó situaciones hilarantes y emotivas. La llegada de la corona fue un desafío; los Seises que no podían soportarla, el prioste que se convirtió en el héroe improvisado. Fali recordará siempre una coronación «a medias entre Amigo y Serrano», un guiño a la improvisación que caracteriza los grandes eventos.
Después de los aplausos y las lágrimas, Fali se abrazó a su teniente. «Todo fue maravilloso», recuerda, mientras su madre, Pepita Cabral, cantaba la pieza de Händel. La música, la fe y la comunidad se entrelazan en una red indisoluble de amor y gratitud.
La transformación de un evento en un legado
El amor y el compromiso que los hermanos demostraron hacia la Virgen de la Estrella ese día perduran hasta hoy. Cuatro kilos setecientos gramos de amor, coronados por el trabajo de todos y cada uno de los que formaron parte de esta historia. La llamada del arzobispo al día siguiente fue la guinda del pastel. Un recordatorio de que, tras cada gran logro, hay una red de personas dispuestas a trabajar juntas hacia un objetivo común.
La historia de la coronación de la Virgen de la Estrella no solo es un relato de un evento, es un testimonio de una comunidad unida por la fe y la tradición. A medida que miramos hacia adelante, ¿no es emocionante pensar en lo que deparará el futuro para esta hermandad? La historia continúa, y así también lo hace la devoción de quienes la componen.
Conclusión
Entonces, ¿qué aprendemos de todo esto? Que detrás de cada gran evento hay un sinfín de emociones, sacrificios y, sobre todo, un sentido de comunidad que lo hace posible. La coronación de la Virgen de la Estrella no es solo un acontecimiento histórico; es un recordatorio de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos. La fe, la perseverancia y la risa pueden guiar el camino, incluso en las circunstancias más desafiantes.
Así que, la próxima vez que veas a la Virgen de la Estrella en la Catedral, recuerda que detrás de su brillo radiante hay una historia de sueños, comunidad y, por qué no, un poco de humor. Al fin y al cabo, la vida es un viaje, y siempre hay espacio para la risa en el camino. ¿No es cierto?