En el escenario mundial, las conferencias climáticas siempre traen consigo una mezcla de expectativa y ansiedad. En esta ocasión, la COP29 en Bakú ha sido testigo de un drama climático que, lamentablemente, parece repetirse. Pero, antes de entrar en detalles, déjame preguntarte: ¿alguna vez te has sentido ignorado en una conversación importante? Pues imagina cómo se sienten los representantes de los pequeños estados insulares y países menos desarrollados al abandonar la sala de negociaciones en busca de ser escuchados. Su grito de ayuda resuena a lo largo de esta conferencia que, de forma alarmante, podría terminar en un nuevo callejón sin salida.
¿Una salida digna o un abandono desesperado?
Durante la COP29, algunos representantes políticos se encontraron en una situación desesperante. A pesar de sus esfuerzos por cerrar un acuerdo justo sobre la financiación climática, se sintieron completamente ignorados. Cedric Schuste, jefe del grupo negociador de los países insulares, expresó su frustración de manera contundente: “Estamos aquí para negociar, pero nos marchamos porque en este momento no sentimos que se nos escuche”. Es como estar en una cita a ciegas donde nadie te presta atención. Si has estado en una situación así, sabes lo doloroso que puede ser.
La lucha por los números: ¿300.000 millones o 500.000 millones?
Uno de los puntos más discutidos en la cumbre es, por supuesto, el monto de financiación. Países en desarrollo como Panamá abogan por una cifra de 300.000 millones de dólares anuales para 2035, mientras que otros reclaman la astronómica suma de 500.000 millones de dólares anuales para 2030. La pregunta es: ¿por qué una diferencia tan abismal?
La respuesta, como muchas cosas en la vida, radica en la percepción de la necesidad. Los países desarrollados, que en teoría poseen las capacidades financieras necesarias, podrían no sentir la urgencia que sienten aquellos en el Sur Global. Pero ¿acaso no deberían sentir la presión de una crisis que amenaza a todos?
La falta de transparencia: un obstáculo significativo
La falta de transparencia en las negociaciones ha sido un tema recurrente. Ana Aguilar, la negociadora principal de Panamá, ha señalado que hay un sesgo en la forma en que se están llevando a cabo estas reuniones. ¿Tal vez la presidencia azerí no tiene suficiente café para mantener a todos despiertos y participativos? O, más bien, parece que algunas discusiones se han estado realizando en privado, dejando a muchos delegados en la oscuridad.
Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente de Colombia, comentó que “hay aún mucha distancia” entre lo que se propone y lo que se necesita. Aquí vamos de nuevo con esa sensación de estar en la mesa pero no tener voz. ¿Acaso esto no es la esencia misma de la frustración colectiva?
De Copenhague a Bakú: un recuerdo que pesa
Algunos asistentes a la COP29 han hecho referencia a la cumbre de Copenhague en 2009, que se considera uno de los mayores fracasos en materia de acuerdos climáticos. Juan Carlos Monterrey, el enviado especial del clima de Panamá, enfatizó: “No podemos salir de Bakú como de Copenhague”. Es como si se tratara de un déjà vu climático que no podemos deshacernos.
Lo que está en juego aquí no son solo cifras, sino la vida misma de comunidades que ya están sintiendo el impacto de fenómenos climáticos extremos. Es un recordatorio doloroso de que, mientras nuestros líderes luchan por estas cifras, hay gente real en la línea de fuego.
¿Son solo palabras o hay acción detrás?
La pregunta fundamental que nos debemos hacer es: ¿hay alguna acción real detrás de las palabras que escuchamos en estas cumbres? La historia demuestra que las promesas se han hecho y no siempre se han cumplido. Es como el amigo que siempre dice que va a llamarte, pero nunca lo hace. Esta falta de acción se traduce en un pesimismo generalizado sobre las posibilidades de un verdadero cambio.
Y aquí viene lo complicado: la financiación climática es un tema que debe ser abordado con urgencia. No se trata únicamente de dólares que se vuelven a intercambiar entre países, sino de un sistema más amplio y complejo que involucra intereses políticos y económicos en juego. ¿Cómo podemos esperar que un país que se beneficia de la explotación de recursos naturales quiera invertir en su propia disminución?
¿Qué hacemos ahora?
Los pequeños estados insulares, junto con muchos países en desarrollo, han dejado claro que necesitan no solo una voz, sino también una plataforma sólida sobre la cual puedan construir un futuro resiliente. Como dijo Cedric Schuste, es necesario “tender puentes”. Pero, ¿quién va a construir esos puentes?
Imagina por un momento que todos los países deciden dejar de lado sus intereses personales y se unen por un objetivo común: proteger nuestro planeta. Suena utópico, ¿verdad? Sin embargo, en esta utopía se encuentran las respuestas a muchos de nuestros problemas ambientales actuales.
Aprendiendo del pasado, pensando en el futuro
Por supuesto, no toda esperanza está perdida. Los países de América Latina y el Caribe han intentado ser los embajadores de la mediación en estos debates, buscando unir a los menos desarrollados con las economías más ricas. Existen lecciones valiosas que aprender de cada cumbre, y es fundamental que se implementen para que no volvamos a encontrarnos en la misma encrucijada.
La importancia de estos foros radica no solo en los acuerdos que pueden o no oficializarse, sino en la creación de una conciencia global sobre la crisis climática. Mientras más se hable de ello, más se siente la presión sobre los líderes mundiales para tomar decisiones que realmente cambien el rumbo del futuro.
Reflexionando sobre lo que se viene
A medida que la COP29 avanza y los ecos de descontento resuenan en el aire, nos queda la reflexión: ¿seremos testigos de otro fracaso o esta será la oportunidad de agendar un cambio significativo? Nos enfrentamos a un mundo interconectado donde cada acción tiene una reacción, y en este sentido, cada conferencia tiene el potencial de ser un agente de cambio.
Las palabras son poderosas, pero la acción es aún más poderosa. Y aunque la historia de las cumbres climáticas está llena de frustraciones, también está repleta de historias de esperanza y lucha. Ahí es donde realmente está la esencia de la humanidad: en no rendirse ante la adversidad.
Conclusión: La voz de los ignorados
En última instancia, la COP29 en Bakú se encuentra en un delicado camino entre el fracaso y el éxito. La clave está en si decidimos escuchar a aquellos que han sido históricamente ignorados en esta conversación. La historia se ha repetido y el tiempo es limitado. En lugar de mirar hacia atrás, es imperativo que miremos hacia adelante con una nueva perspectiva.
Así que la próxima vez que escuches sobre una conferencia climática, recuerda que detrás de cada cifra y cada promesa hay vidas, historias y sueños esperando a ser realizados. Y, al final del día, todos estamos en este mismo barco, enfrentando la tormenta del cambio climático. ¿No crees que es hora de que todos rememos juntos?