La reciente COP16 en Riad se prometía como un evento histórico. Con 24,000 asistentes, la expectativa estaba por las nubes. Uno pensaría que, con tanta gente y tantas horas de deliberación, el consenso fluiría como un buen vino en una cena con amigos. Pero, para mi tristeza y la de muchos, esto no sucedió. A pesar de que la urgencia era palpable —sí, ¡todo un drama!— los negociadores de los 196 países más la Unión Europea no lograron llegar a un acuerdo sobre un plan global para gestionar las sequías. ¿Y qué significa esto para el resto de nosotros? Bueno, vamos a desglosarlo.

La realidad de las sequías: ¡un fenómeno de proporciones épicas!

Antes de profundizar en lo que ocurrió en la cumbre, quiero que reflexionemos un momento: ¿sabías que se estima que tres de cada cuatro personas en el mundo verán afectados sus recursos por sequías en 2050? Esto no es una exageración de un guionista de películas apocalípticas, es un dato duro. ¡Es de locos! Con un costo estimado de 300,000 millones de dólares anuales, la magnitud de este problema es abrumadora y, sin embargo, las conversaciones en Riad se atascaron como un coche viejo en un fango.

¿Qué se alcanzó en esta cumbre?

A pesar de las dificultades, se lograron compromisos por más de 12,000 millones de dólares para combatir la desertificación, la degradación de tierras y la sequía, sobre todo en países vulnerables. Crearon también dos caucus: uno para pueblos indígenas y otro para comunidades locales, lo que fue un gran paso para la inclusión. Pero lo que no se aprobó fue un acuerdo global vinculante, que es, digamos, la clave para cualquier plan de ataque.

Como José Esquinas, un ingeniero y genetista que ha estado en la lucha por el medio ambiente desde la Cumbre de la Tierra de Río en 1992, mencionó: “No existe voluntad política ni la imprescindible presión ciudadana”. En otras palabras, mientras nosotros vemos Netflix en nuestras cómodas salas, la tierra se está agrietando.

La situación actual: ¿un rayo de esperanza o un cenit de desesperación?

El documento final de la UNCCD (Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación) terminó con una nota de «profunda preocupación». Pero, ¿qué significa esto realmente? Hablamos de sequías que están afectando a Estados Unidos y Europa de manera alarmante. En solo dos años, EE.UU. ha experimentado la peor sequía en 1,200 años, mientras que Europa vivió su peor sequía en 500 años.

Y sí, para aquellos de ustedes que piensan que esto no nos afecta, piensen de nuevo. El bajo nivel de agua ha comenzado a interferir con la navegación en el canal de Panamá. ¿Recuerdan la última vez que intentaron obtener un envío desde Asia? Bueno, no es solo el tráfico en la ciudad, es la sequía que también está jugando un papel importante.

No olvidemos que el cuerno de África y otras regiones han sido severamente impactadas. Todo esto solo refuerza la idea de que hoy estamos enfrentando el futuro que creamos en el pasado. ¿No les suena un poco a película de ciencia ficción?

Estrategias en la cuerda floja

Los diálogos se estancaron en la selección de estrategias. Entre las mencionadas se discutieron protocolos vinculantes y marcos globales. Faltó la pizca de voluntad política y, aunque los compromisos de financiamiento son alentadores, el camino por delante se ve más retador que nunca. ¿Acaso no se suponía que esta cumbre iba a ser la gran solución?

Un océano de datos: ¿qué nos dice la ciencia?

Durante la cumbre, se presentó un informe que afirmaba que por cada dólar invertido en la tierra, se podrían obtener al menos ocho dólares de beneficio. Así que, si tienes un plan de negocios en mente, podría ser el momento de invertir en soluciones sostenibles. Pero, ¡un momento! Las barreras políticamente correctas y la falta de diálogos constructivos están bloqueando este flujo de dinero.

Adicionalmente, el informe concluyó que necesitamos 1,000 millones de dólares diarios para combatir todos estos problemas entre 2025 y 2030. Ahora, si a nivel mundial no logramos generar este tipo de recursos, ¿qué esperamos? Tal vez las próximas negociaciones estén más gobernadas por resultados que por palabras vacías, o eso espero.

La interfaz ciencia-política: un pequeño rayo de luz

Una de las iniciativas que vienen al caso es la llamada «interfaz ciencia-política». La idea es sencilla: combinar la investigación científica con la toma de decisiones. Cada vez me impresiona más cómo la ciencia puede ser ignorada. Es como si, en lugar de escuchar a Einstein, optáramos por consultar a Sofía, la sabionda de la serie de humor que no sabe calcular ni la raíz cuadrada.

La iniciativa Business for Land busca unir esfuerzos con el sector privado, que ha estado representado de forma significativa en esta COP. Este tipo de colaboración es vital. Ya que, sin presión ciudadana y voluntad política, la desierficación seguirá avanzando, y eso no es lo que queremos.

Retos culturales: una mirada al papel de los pueblos indígenas

El establecimiento de un caucus para los pueblos indígenas es un paso prometedor. Sin embargo, la realidad es que la desigualdad en la propiedad de la tierra sigue siendo un gran obstáculo. Según estadísticas, las mujeres poseen solo el 30% de la tierra, pero trabajan en el 80% de su producción. Cuando leí esto me sentí como si hubiera visto un documental de «Discovery Channel»: increíble, triste, pero cierto.

La voz de los pueblos indígenas es fundamental para abordar el problema de la degradación de tierras. La gestión efectiva de los recursos terrestres no podría ser posible sin su participación activa. Su vasta experiencia en la agricultura sostenible tiene mucho que enseñarnos a todos. Entonces, ¿por qué no estar más receptivos a sus sugerencias?

La ironía de actuar ahora

A veces creo que estamos atrapados en un plot twist sin salida. Por un lado, sabemos que debemos actuar y, por otro, muchas veces elegimos quedarnos quietos. No hay nada como mirar la situación de manera honesta: el costo de la inacción es infinitamente mayor que el de actuar. ¿No es al menos un toque irónico que lo que nos falta a veces se reducción a pura voluntad? Y, claro, esto implica gestión, educación y la inevitable pregunta: ¿cuántos se preocupan realmente por lo que sucede fuera de su burbuja diaria?

Conclusión: un vistazo hacia el futuro

La COP16 fue una oportunidad que, lamentablemente, no se supo aprovechar del todo. Aún así, hay esperanza. Los esfuerzos por la inclusión de comunidades vulnerables y los compromisos financieros son signos de avance, aunque, francamente, no son suficientes.

Como sociedad, debemos exigir acción. Si queremos un futuro donde no estemos luchando por un sorbo de agua, cada uno de nosotros debe empezar a cambiar su narrativa. Tal vez no podamos cambiar el mundo en un día, pero cada ajuste que hagamos a nuestro estilo de vida puede añadir una gota en el océano del cambio.

Reflexión final

Así que aquí estamos, muchos de nosotros sintiéndonos abrumados por la magnitud de la crisis ambiental. Pero, aunque la situación sea complicada, no podemos darnos un lujo de rendirnos. Estamos en esto juntos, y si aprendemos a escucharnos unos a otros, tal vez sí podamos enfrentar este desafío monumental. Que nuestra historia no termine en un apocalipsis, sino en un avance significativo hacia un porvenir más sostenible.

Así que, la próxima vez que pienses en el medio ambiente, recuerda: al final del día, depende de nosotros hacer que las cosas sucedan. ¿Te unes a este desafío?