En los últimos días, la decisión del Gobierno argentino de eliminar la figura del feminicidio del Código Penal ha encendido un debate acalorado tanto dentro como fuera del país. Con la llegada del presidente Javier Milei y su ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, las políticas relacionadas con la violencia de género y el feminismo están bajo el microscopio. Si pensabas que 2024 no podía sorprendernos más, ¡sujétate! Hoy hablaremos de esta situación que, lejos de ser sencilla, es un reflejo de realidades complejas y de cómo las decisiones políticas pueden afectar vidas reales.

¿Qué significa realmente eliminar el feminicidio del código penal?

Es legítimo preguntarse: ¿qué implica esta medida? Para contextualizar, la figura del feminicidio fue introducida en Argentina en 2012 para tipificar de manera específica el asesinato de mujeres en el contexto de la violencia de género. Desde entonces, se ha considerado una herramienta vital en la lucha por la igualdad y la justicia para las víctimas.

Mariano Cúneo Libarona argumenta que la eliminación del término “feminicidio” fomenta una noción de igualdad absoluta ante la ley, diciendo que “ninguna vida vale más que otra”. Es un argumento que suena muy bien en teoría, pero en la práctica, ¿realmente se traducirá en un mayor respeto por las vidas de las mujeres?

Imaginemos que uno de nuestros amigos se encuentra en una discusión acalorada sobre los derechos de las mujeres, y de repente dice: “Pero yo no veo la necesidad de diferenciar entre el asesinato de un hombre y el de una mujer. Todos son iguales”. Esa afirmación, aunque bien intencionada, ignora el contexto histórico y social que ha llevado a la existencia de términos como feminicidio. En resumen, no todos los asesinatos son iguales, y esto se debe a las desigualdades estructurales de nuestra sociedad.

La «innegable» realidad del feminicidio en Argentina

El año 2024 registra un alarmante número de femicidios en Argentina, con informes que indican entre 255 y 294 feminicidios en lo que va de año. Estas cifras son respaldadas por organizaciones como Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá), que indica que se está produciendo un feminicidio cada 34 horas. Mientras tanto, el gobierno presenta un descenso del 10% año tras año. ¿A quién se debe creer?

Es como si estuviéramos en un juego de «teléfono descompuesto». Las cifras de las organizaciones feministas y las del Gobierno no solo son diferentes, son antagónicas. Si el Gobierno sostiene que las muertes están disminuyendo, ¿por qué vemos un aumento en las denuncias de violencia y feminicidios? Este tipo de contradicciones solo contribuye a una mayor polarización del debate. Recuerdo una vez, en una charla con amigos, alguien dijo: «Los números no mienten, pero las interpretaciones sí». Y eso es precisamente lo que está sucediendo en este caso.

Feminismo y «privilegios»: una narrativa confusa

El ministro Cúneo Libarona menciona que “el feminismo es una distorsión del concepto de igualdad”, lo que sugiere que las mujeres han sido utilizadas para llenar los bolsillos de otros. Lo que me hace preguntarme es: ¿realmente se entiende lo que es el feminismo?

A lo largo de mi vida, he tenido la suerte de conocer a mujeres maravillosas que se identifican como feministas y que solo buscan la igualdad y una voz en la sociedad. ¿Cuándo pasó el feminismo de ser una lucha por la igualdad de género a ser una “distorsión”? La amenaza de perder los derechos que se han ganado a lo largo de los años está cada vez más presente, incluso cuando algunos insisten en que todo está bien.

El argumento sobre los «privilegios» mencionados por Cúneo Libarona parece ser un intento de esbozar un mundo en el que todos somos iguales, olvidando que la igualdad no significa que todos debemos ser tratados de la misma manera, sino que todos debemos ser escuchados y protegidos por igual, especialmente aquellos que enfrentan violencia.

La obsesión contra la “ideología de género”

La oposición de Milei a lo que denomina “ideología de género” refleja una tendencia creciente a rechazar toda forma de análisis crítico en torno al género y la sexualidad. Hay un miedo palpable a que las ideas progresistas cambien el statu quo. Así como cuando asistes a una película de terror y estás seguro de que el monstruo va a saltar en cualquier momento, aquellos que critican cualquier consideración de género parecen anticipar una “amenaza” donde no la hay.

Por un lado, es crucial reconocer el contexto en el que nacen estas ideas, pero, por otro lado, limitar completamente las políticas de género es quitarle un crucial alivio a las víctimas de violencia. La violencia de género no desaparece con la eliminación de términos; se necesita acción, apoyo y, sobre todo, una comprensión más profunda de la violencia como problema social.

El legado de la Ley Micaela

Una de las primeras decisiones del Gobierno fue desmantelar la «Ley Micaela», que establecía capacitaciones obligatorias en género para funcionarios públicos. En una sociedad donde los asesinatos de mujeres aumentan, desmantelar una herramienta educativa parece un paso en la dirección equivocada.

Es similar a si te pusieras en modo «no me importa, voy a dejar de aprender sobre el tráfico porque no me importa el tráfico». La Leh Micaela no solo capacitaba a los funcionarios, sino que también brindaba conciencia sobre las dinámicas de la violencia de género. En vez de eliminar la educación sobre el tema, ¿no sería más lógico profundizarla?

Puede que algunos consideren que la educación sobre género es un lujo, pero yo la veo como una necesidad. No entiendo cómo se puede cuestionar la importancia de educar a nuestros líderes sobre el poder de las palabras y el daño que causan los actos de violencia.

Mirando hacia el futuro: ¿qué sigue?

Como sociedad, tenemos que plantearnos ¿cómo queremos que se haga justicia? La justicia no se mide solo en términos de sentencias; se trata de crear un entorno donde se minimice la violencia y se valore la vida de cada mujer. Las decisiones del Gobierno son un paso hacia atrás y es esencial que se ignoren esos discursos que deslegitiman la lucha por la igualdad de género.

Además, en un contexto donde se aplaude todo lo que haga “ruido” en el ámbito político, es crucial recordar que no se pueden dejar de lado las preocupaciones sobre los derechos humanos en nombre de la ‘igualdad’. La realidad es que la eliminación de la figura del feminicidio podría tener implicaciones devastadoras para las mujeres en Argentina.

Hay quienes dirán: “Pero eso solo es una palabra”. Sin embargo, las palabras importan. Importan porque son el reflejo de un entendimiento social, de un reconocimiento de la violencia que enfrentan las mujeres todos los días.

Conclusión: ¿Estamos listos para el cambio?

Así que ahí lo tienen. La eliminación del feminicidio del Código Penal argentino no es solo un cambio legislativo, es un reflejo de una batalla cultural más amplia sobre cómo entendemos y respondemos a la violencia de género. Mientras algunos se abrazan a la idea de que todos somos iguales ante la ley, otros navegan diariamente por el oscuro mar de la violencia machista.

Así que, ¿estamos listos para afrontar esta dura realidad? La respuesta debe ser un “sí”. Debemos estar dispuestos a cuestionar, a hablar y a actuar. La lucha por los derechos de las mujeres no es solo una lucha de las mujeres; es una lucha de toda la sociedad.

Si el debate sobre el feminicidio y la violencia de género ha puesto a prueba no solo la política sino también nuestras propias creencias, tal vez sea el momento perfecto para revisarlas, para aprender de las estadísticas difíciles y para luchar por un mundo donde cada vida realmente importe.

Porque, al final del día, el cambio no es solo necesario, es urgente.