La humanidad siempre ha buscado respuestas a las grandes preguntas de la vida: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Por qué tenemos que enfrentar las colas en el supermercado? (Esta última es un misterio al que nunca le encontraré respuesta). Y aunque algunas preguntas parecen simples, otras han generado debates profundos y, a menudo, controvertidos. Uno de estos debates es el que enfrenta a la ciencia y la fe, especialmente cuando se trata de la evolución y la creación divina.
La declaración del senador: ¿un eco en el tiempo?
Recientemente, durante una intervención en el Senado español, el político Jaime Mayor Oreja hizo la afirmación de que «la mayor parte de los científicos creen en la verdad de la creación ante el relato de la evolución». Su discurso me recordó a aquellos “episode jammers” de la televisión, que no pueden resistirse a crear drama de la nada. Pero, ¿realmente es cierto que la mayor parte de los científicos privilegian la creación sobre la evolución? La respuesta, aunque puede parecer obvia, necesita un examen más minucioso.
La ciencia como bastión de la verdad
Es fundamental destacar que la ciencia no es simplemente un conjunto de creencias. Es un método basado en la observación, la experiencia y la verificación. La teoría de la evolución, propuesta por Charles Darwin en el siglo XIX, se basa en años de investigación y evidencia recolectada de diversas disciplinas como la biología, la genética y la paleontología. De acuerdo con la encuesta de 2018 realizada por el Pew Research Center para la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, el 98% de los científicos afirman que la vida evolucionó a lo largo del tiempo siguiendo procesos naturales. Así que, si estás pensando que la mayoría de los científicos están en el mismo barco que Mayor Oreja, es hora de ajustar tu brújula.
¿Es la evolución solo «un relato»?
Usar la palabra «relato» para describir la teoría de la evolución es una estrategia retórica que subestima años de investigación y desarrollo científico. Es como comparar un Netflix bien escrito con un informe de «la casa de papel» de un niño de cinco años. Ambos tienen sus relatos, pero uno está respaldado por algo más que imaginación. Decir que la teoría de la evolución es simplemente un relato es una falta de respeto a la abundante evidencia científica que la sostiene.
La religión y su papel en la evolución
Cuando se menciona a la iglesia, surgen preguntas como: ¿Puede reconciliarse la fe religiosa con las ideas del evolucionismo? Históricamente, la religión ha sido una fuente de moralidad y significado para millones de personas. El Catolicismo, por ejemplo, ha evolucionado en su comprensión del mundo a lo largo del tiempo. Aunque el catolicismo tradicional a menudo ha mostrado resistencia a las teorías científicas, muchos teólogos contemporáneos sugieren que Dios podría haber utilizado la evolución como un mecanismo para crear vida en la Tierra.
Sin embargo, parte de la tensión radica en la interpretación del libre albedrío. Si creemos que la evolución es un proceso guiado por divinas manos, ¿realmente somos libres para tomar decisiones? Es un poco como vivir en una casa donde tus padres te dicen que eres libre de ir a donde quieras, pero cada vez que dejas el jardín, suena una alarma. La lógica detrás de esta dicotomía es confusa e invita al debate.
Guillermo de Ockham y la navaja de la simplicidad
Aquí es donde entra en juego el filósofo Guillermo de Ockham con su famosa navaja de Ockham, que nos aconseja que no multipliquemos las hipótesis innecesariamente. Cuando se tienen múltiples explicaciones para un fenómeno, la más simple suele ser la correcta. Si aplicamos este principio a nuestra discusión, nos lleva a cuestionar la necesidad de asumir la intervención divina en un proceso que podría explicarse por medio de mecanismos naturales.
Sin embargo, la vida está llena de cosas complejas, así que, ¿es realmente tan sencillo? Ha habido muchos momentos en los que un amigo me ha asegurado que entendía lo que pasaba en una serie solo para terminar confundido cuando el giro final dio un vuelco. Al igual que la interpretación de las teorías científicas, a menudo nos enfrentamos a giros inesperados.
La lucha contra la desinformación
Un tema recurrente en nuestra conversación es la necesidad de contrarrestar la desinformación. El problema surge cuando la gente decide aceptar informaciones que no pueden ser verificadas. Es como creer que los escurridizos gatos voladores son una especie exótica en peligro de extinción: una afirmación absurda que, quizás, tenga su origen en las fantasías creativas de algún amante de los gatos.
La desinformación sobre cuestiones científicas puede llevar a una falta de confianza en la ciencia misma. Es esencial que la educación y la ciencia vayan de la mano para brindar un marco claro que fije las prioridades del conocimiento humano.
El valor de la evidencia
Como diría cualquier buen científico: “dame datos o dame muerte”. No, en serio. La evidencia empírica es lo que da peso a las afirmaciones dentro del campo de la ciencia. La idea de que los científicos se encuentran en una conspiración para negar la creación divina es un comentario tan desinformado como imaginar que Elvis todavía está vivo y viviendo en Marte.
La ciencia es sobre hacer preguntas, buscar respuestas y tener la humildad para cambiar de opinión cuando se presentan nuevas evidencias. Sin embargo, esta capacidad de adaptación no parece estar presente en algunos de nuestros líderes, que afirman tener la verdad absoluta.
La relación entre ciencia y religión
¿Y qué hay de nuestra percepción cultural global? En algunos lugares, la fe y la razón pueden coexistir en armonía, mientras que en otros continúan existiendo barreras inquebrantables. Tales diferencias son el resultado de contextos históricos, sociales y culturales. La discusión no es simplemente blanco y negro; más bien, es un todo gris, como una tarde perdida en la que la lógica no siempre gana.
La voz de la ciencia no debe callarse porque se superponga con las creencias religiosas. La ciencia debe mostrar respeto por las creencias, así como las creencias deben respetar la ciencia. Quizás aquí radica un punto común, que podría ser la clave para una discusión más productiva.
El futuro del debate entre ciencia y fe
Si el pasado nos ha enseñado algo, es que el conocimiento avanza y las creencias cambian. Podemos ver el impacto del avance tecnológico en nuestras vidas diarias. Desde las vacunas hasta la energía renovable, la ciencia ha transformado nuestro mundo de maneras que parecían imposibles hace solo unas décadas. Por lo tanto, ¿quién puede predecir cómo evolucionará la relación entre ciencia y fe en el futuro?
Al final del día, ya sea que te inclines hacia la creación divina o la evolución, una cosa queda clara: las preguntas seguirán desafiándonos, y el debate se mantendrá vivo mientras haya personas dispuestas a discutir. Y en un mundo cada vez más polarizado, quizás eso sea lo más importante de todo: mantener la conversación abierta.
Reflexiones finales
La lucha entre la ciencia y la fe no se resolverá de la noche a la mañana. Está llena de matices, ideologías y, a menudo, pasiones encontradas. A medida que exploramos los infinitos caminos del conocimiento, no olvidemos la importancia de acercarnos con una mente abierta.
Así que, aquí estamos, en un rincón del universo donde la ciencia y la religión se encuentran, a veces con resistencia, pero también con la posibilidad de diálogo. Al igual que en cualquier buena historia, hay un poco de humor, un poco de tristeza, y sobre todo, un deseo de entender. ¿Quién sabe? Tal vez algún día lleguemos a un acuerdo, como mejores amigos comiendo palomitas en un maratón de nuestras series favoritas.
Así que la próxima vez que oigamos declaraciones que desafían nuestras creencias, recordemos que detrás de cada opinión hay un ser humano que, como nosotros, busca respuestas. ¿Y tú? ¿Qué piensas sobre el encuentro entre la ciencia y la fe? ¿Estarías dispuesto a abrir un pequeño espacio en tu visión del mundo para escuchar lo que tiene que decir el otro lado? La conversación no ha terminado, y ciertamente, hay mucho más que discutir.