La emoción de un campeonato de surf, el sonido de las olas y la adrenalina en el aire son elementos que, normalmente, nos llenan de anticipación. Sin embargo, lo que se está cocinando detrás de escena en la WSL (World Surf League) y su reciente anuncio sobre la ubicación del Mundial de Surf en los Emiratos Árabes Unidos ha traído consigo una tormenta de críticas. ¿De verdad importa el trasfondo social y político en un evento deportivo? La respuesta no es sencilla.

La postura de Lilli Baker: una voz valiente

Cuando Lilli Baker, esposa de la campeona mundial de surf Tyler Wright, expresó su preocupación en Instagram sobre los riesgos que enfrenta Wright al competir en Abu Dabi, fue una llamada clara a la acción. Con el corazón en la mano, Baker compartió lo que muchos hemos pensado en voz baja: las leyes sobre la homosexualidad en los Emiratos son duras. Para aquellos que no están familiarizados con la gravedad de la situación, permítanme ponerlo en perspectiva: en Abu Dabi, ser homosexual puede conllevar penas severas, incluyendo la posibilidad de condenas de muerte. Esto puede sonar a un capítulo de una novela distópica, pero es una realidad cotidiana que enfrenta la comunidad LGBTQIA+ en algunos lugares del mundo.

Al leer sus palabras, no pude evitar pensar en las veces que me he encontrado en situaciones que, aunque menores, me hicieron reflexionar sobre los derechos humanos y la justicia social. Imagina estar en un lugar donde tu identidad, el simple hecho de ser tú, te expone a un peligro real. En una época en la que luchamos por el respeto y la aceptación, ¿realmente podemos permitir que eventos deportivos se celebren en lugares con tales leyes?

La tensión entre el deporte y los derechos humanos

Baker fue clara: WSL tiene la responsabilidad de cuidar a sus atletas. Un comentario que hizo eco en muchos corazones y en la mente de todos. Pero aquí viene la parte irónica y triste de la historia. La WSL, al parecer, no parece compartir esta preocupación. El CEO Ryan Crosby se mostró entusiasmado por la “tecnología en constante evolución de las olas” y la “oportunidad” que representa el evento para el surfista en un ambiente tan exótico. ¿Desde cuándo las olas surfeadas son más importantes que la vida y la seguridad de las personas?

En su declaración, Crosby podía haber ignorado la situación en el país, con frases que, aunque llenas de entusiasmo, rozan la superficialidad. Después de todo, la inclusividad en el deporte no debería ser un tema secundario, ¿no creen? Es como ir a una cena donde el anfitrión se preocupa más por la decoración que por el menú.

La contradicción de los valores

Ahí se encuentra la contradicción: en un mundo donde se alzan voces por la inclusividad y los derechos humanos, se nos presenta un evento que parece ignorar ese principio fundamental. Tyler Wright, con una bandera del orgullo en su camiseta desde 2020, se ha convertido en un pilar de apoyo para la comunidad LGBTQIA+. Otros atletas, en situaciones similares de reconocimiento, también deben sentirse atrapados entre seguir su carrera y permanecer seguros.

Al reflexionar sobre mi propio viaje personal en el ámbito de la aceptación, me doy cuenta de lo afortunado que soy al vivir en un lugar donde puedo ser auténtico sin temor. Sin embargo, cada vez que escucho historias como la de Wright y Baker, me recuerdo a mí mismo la cruda realidad de muchas personas que todavía enfrentan una lucha diaria.

Inversiones y eventos deportivos: un dilema

A medida que el mundo avanza hacia una mayor aceptación, las grandes entidades deportivas continúan desplazándose por este terreno resbaladizo de las inversiones. Las WSL y otras grandes ligas están buscando nuevas ciudades y naciones en las que caer, todo en nombre de la expansión comercial. Pero, ¿a qué costo? Claro, un evento genial en Abu Dabi podría traer millones en ingresos, pero es preocupante cuándo las leyes de un lugar pueden poner la vida de un atleta en riesgo.

Es un dilema político, moral y deportivo. Es como asistir a una fiesta, donde el ambiente es fantástico, pero la música es tan alta que no puedes dejar de pensar en lo que podría pasar si decides hablar de un tema delicado. ¿Cómo se siente un atleta cuando tiene que elegir entre su carrera y su seguridad personal?

La perspectiva de los atletas

Sería poco honesto no considerar también la perspectiva de los propios atletas. La presión de competir a niveles mundiales conlleva sacrificios enormes. Para muchos, renunciar a una oportunidad podría afectar no solo su carrera, sino también su capacidad de continuar siendo sostenidos en un deporte que aman. La realidad es que en muchos casos, el amor por el deporte está imbuido de la necesidad de competir, de superarse y de dejarnos llevar por esa adrenalina que hace que nuestros corazones laten más rápido.

Últimamente, he llegado a ver eventos deportivos como un microcosmos de la vida misma: hay triunfos, derrotas, desafíos y decisiones difíciles que tomar. No obstante, desafiar esos elementos de la vida en torno a la igualdad de derechos y la dignidad humana plantea una gran cuestión sobre quién merece ser escuchado en este espacio.

¿Qué hay para el futuro?

Da la sensación de que la WSL está poniendo en la balanza el beneficio económico frente a la ética, lo cual no es nada nuevo, pero hoy más que nunca parece que los tiempos han cambiado. Los jóvenes surfistas que admiramos ahora son más vocales sobre su identidad y sus valores. Son personas que quieren reafirmar su libertad de expresión sobre su género y su sexualidad. Ignorar esta tendencia no solo sería un error, sino un paso atrás.

Al final, la verdadera pregunta que todos debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos, como sociedad, a dejar que eventos deportivos se realicen en lugares donde los derechos humanos son violados? ¿Estamos cómodos intercambiando la justicia social por un momento fugaz de entretenimiento? Fue excelente ver a Lilli Baker llevar esta conversación al foro mundial. Una voz fuerte en un océano de silencio.

Reflexionando sobre el ser humano

Llevar la conversación hacia el ámbito deportivo representa una oportunidad para reflexionar sobre el ser humano mismo. Todos somos, en esencia, diferentes, y esa diversidad debería ser celebrada en lugar de suprimida. Las olas que Wright desafía son igualmente las olas que ellos [LOS DE ABAJO] enfrentan a diario: resistencia, desafío y la lucha por salir adelante en medio de condiciones adversas.

No puedo evitar preguntarme: ¿cuántas historias como la de Tyler y Lilli existen en el mundo del deporte? ¿Cuántas veces hemos ignorado la voz de aquellos que están tratando de vivir auténticamente mientras confluyen con un sistema que no lo permite? Ahora es el momento de abordar estas preguntas. En lugar de cerrar los ojos, abramos las ventanas y dejemos entrar la brisa del cambio.

Conclusión: el surf es para todos

Al final del día, el mundo del surf, como cualquier otro deporte, debería ser un espacio donde todos sientan que tienen un lugar. Saborear cada ola, sentir la energía del mar y conectar con otros es, en todo sentido, una metáfora de la vida misma. Los eventos deportivos deberían ser un escenario donde la diversidad, la aceptación y los derechos humanos sean no solo bienvenidos, sino celebrados.

La voz de Lilli Baker es sólo un faro en este vasto océano de desafíos. Y mientras las olas continúan rompiendo en la playa, nunca olvidemos que, más allá de los deportes, somos seres humanos que cuentan historias, historias que merecen ser contadas y escuchadas. ¡Hasta la próxima, amigos!