¿Alguna vez has sentido la necesidad de dejar una huella en el mundo? Tal vez un mensaje, una expresión artística, o simplemente un «aquí estuve yo». Lo cierto es que todos hemos tenido ese impulso en algún momento de nuestras vidas, aunque algunos lo lleven a extremos bastante peculiares. Este es el caso del joven de 20 años que, bajo el seudónimo cris, se convirtió en el protagonista de una peculiar historia de grafismo urbano en San Martín de la Vega, un pequeño municipio en la Comunidad de Madrid.
Los hechos: ¿arte o vandalismo?
En diciembre de 2022, el Ayuntamiento de San Martín de la Vega se encontró con 70 pintadas esparcidas por el municipio que, como podrás imaginar, no pasaron desapercibidas. Por supuesto, las reacciones oscilaron entre aquellos que veían el arte llamado urbano y quienes simplemente se indignaron por el desorden del entorno. Pero, ¿dónde trazamos la línea entre la expresión artística y el vandalismo?
Las autoridades locales han claramente tomado partido en este tema. El joven, que no solamente se permitió el lujo de hacer su «arte» en fachadas públicas, sino que también hizo de las suyas en viviendas particulares y vehículos. Al fin y al cabo, no es lo mismo ver un mural vibrante en la zona del centro de una gran ciudad que tener que mirar tu fachada llena de grafitis cada mañana, ¿verdad?
El resultado legal
Lo que para algunos podría haber sido visto como una travesura juvenil, terminó desembocando en una multa de 23,567.60 euros en concepto de resarcimiento de los daños ocasionados. Un golpe bastante fuerte para el joven cris, que aparentemente pensó que el arte podía salir gratis. El Ayuntamiento, tras rastrear las grabaciones de las cámaras de seguridad, logró identificar al autor y se procedió a iniciar un expediente de resarcimiento.
La estructura legal de este proceso es particularmente interesante. A partir de la Ordenanza reguladora de la Convivencia Ciudadana, el Consistorio incluye en su normativa multas para aquellos que afecten negativamente al patrimonio municipal. Una llamada de atención para aquellos que piensan que el arte urbano no tiene consecuencias. ¡Sorpresa!
El debate en torno al grafismo urbano
Este caso es una excelente oportunidad para reflexionar sobre el impacto del grafismo urbano en nuestras ciudades. Muchos argumentan que es una forma de arte que puede embellecer, redefinir espacios y hacerlos más vivos. Yo, personalizando en la experiencia de pasear en alguna ciudad llena de murales fascinantes, debo decir que algunos grafitis pueden ser realmente conmovedores, incluso provocar una sonrisa.
Pero, por otro lado, no hay que subestimar el daño que puede causar en la comunidad. Si pensáramos en un muro fresco y limpio de una casa particular, apuesto a que no muchos estarían dispuestos a ver su propiedad decorada con un graffiti a lo «cris». Entendemos que hay creatividad, pero también hay derechos individuales y, claro, la necesidad de mantener el orden.
¿Se puede llegar a un término medio?
Quizás la solución está en buscar un equilibrio. Considerar proyectos de grafismo urbano permitido, donde artistas locales puedan expresar su creatividad en espacios predeterminados y tal vez, incluso, trabajar en conjunto con las comunidades para incluir a sus vecinos en la conversación sobre lo que puede o no ser arte en la vía pública.
La iniciativa de murales comunitarios en varias ciudades del mundo está demostrando cómo todos pueden salir beneficiados. Un esfuerzo colectivo que reconcilia a los artistas con los que solo quieren una fachada limpia y ordenada.
La voz de la experiencia
Recuerdo una vez en la universidad, cuando en una de mis pupilas más creativas (y traviesas) decidió que sería una buena idea hacer un mural en la pared del salón de estudiantes. Al principio, la mayoría nos entusiasmó. La idea de un gran mural colorido parecía fantástica. Sin embargo, al día siguiente, cual fue nuestra sorpresa al darnos cuenta de que habíamos usado el color equivocado y el diseño finalmente se veía más como una obra abstracta que cualquier cosa que pudieras colgar en una galería. Ahora, nuestro salón se veía como un campo de batalla entre pinturas. La situación tuvo que resolverse con una buena capa de pintura blanca, algo que aún me hace reír.
Lo que trato de decir es que, aunque la intención pueda ser buena, la ejecución puede resultar complicada. Quizá eso es exactamente lo que le sucedió al joven cris: su creatividad le llevó a un lugar donde la genialidad no fue suficiente para sortear las consecuencias legales de sus acciones.
Reflexiones finales: más allá del grafismo urbano
En todo este asunto, me gustaría preguntar: ¿cuál es el verdadero costo del arte urbano? ¿Hasta dónde podemos llegar antes de que la expresión personal cruce el umbral de la infracción? Este caso en San Martín de la Vega es solo una de las tantas historias sobre el conflicto entre el deseo de expresarse y el respeto por el espacio común.
Como en tantas cosas en la vida, la clave está en la empatía. Nos toca a todos —artistas, autoridades y ciudadanos— encontrar formas de comunicarnos y vivir juntos, equilibrando la creatividad con la responsabilidad. Tal vez, en lugar de castigar la expresión artística con altas multas, podríamos intentar fomentar un espacio donde todos nos sintamos cómodos. ¿Te imaginas un mundo donde cada grafista tenga su propio espacio, donde no solo puedan mostrar su trabajo, sino también colaborar con sus comunidades?
Este caso nos recuerda que el arte tiene un inmenso poder para transformar, pero también una gran responsabilidad. Así que la próxima vez que veas un graffiti en la calle, pregúntate: ¿qué historia cuenta? A veces, la respuesta podría ser más compleja de lo que parece.
Y tú, ¿eres de los que aprecia el arte urbano o piensas que es solo vandalismo? ¡Cuéntame tu opinión!