En el convulso panorama político argentino de hoy, pocas cosas son tan impactantes como las recientes declaraciones del presidente Javier Milei sobre la ideología de género y su rechazo a figuras legales como el feminicidio. Sí, lo has leído bien. En un mundo donde la lucha por la igualdad de género avanza, Milei, con su peculiar estilo, decide desmantelar elementos clave en la protección de las mujeres. Pero, ¿qué significa esto realmente para la sociedad argentina?

Un discurso incendiario en Davos

Todo comenzó en el Foro Económico Mundial de Davos, donde la figura del presidente Javier Milei ha acaparado la atención (y admiración de algunos, horror de otros). Durante su intervención, cuestionó la existencia de una brecha salarial de género y la figura del feminicidio, argumentando que “legaliza de hecho que la vida de una mujer vale más que la de un hombre”. ¡Un momento! ¿Es esto un giro radical o simplemente retórica vacía?

Recuerdo hace unos años haber asistido a un seminario sobre igualdad de género donde se discutían las complejidades de la vida laboral. Una de las conferencistas, una economista brillante, comentaba sobre la importancia de reconocer y cerrar esa brecha. Nadie puede decir que las mujeres no enfrentan desigualdades en un mundo laboral que aún se parece más a un campo de batalla que a un entorno profesional inclusivo. ¿Acaso Milei no ha leído ese informe?

La eliminación del feminicidio del Código Penal

Desde el inicio de su mandato, una de las primeras decisiones de Milei fue eliminar el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, lo que ya generó una ola de reacciones en la sociedad. Y la cosa no se detiene ahí. Recientemente, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, anunció la eliminación de la figura del feminicidio del Código Penal. Argumentando que esta figura «vulnera el derecho a la igualdad consagrada en la Constitución», sus palabras resuenan como un eco en un salón vacío. Me pregunto, ¿el igualitarismo implica tratar de igual manera situaciones que no son iguales?

El feminicidio, como bien sabemos, es el asesinato basado en el género, una manifestación de odio que ha cobrado la vida de tantas mujeres en Argentina y en el mundo. Desde 2012, con la implementación de la ley 26.791, se ha buscado proporcionar justicia y protección en un contexto donde la violencia de género es endémica. ¿Es esto un avance? Para muchos, suena más a un retroceso que amenaza la seguridad de las mujeres.

Estadísticas alarmantes

Según diversas organizaciones, en 2024, Argentina ha registrado entre 255 y 294 feminicidios. Las cifras oficiales del gobierno contrastan con las de organizaciones como Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) y el Observatorio de Violencias Mercedes Pagnutti, que indican un aumento en este tipo de crímenes. Y aquí surge otra pregunta retórica: ¿realmente está Milei en sintonía con la realidad de las mujeres argentinas o está más preocupado por su agenda ideológica?

Las estadísticas son claras, pero eso no parece importar en un discurso impulsado por una ideología que muy pronto podría quedar desconectada de la vida real. Se debate si estas cifras son simplemente números o si representan historias de vidas truncadas, de sueños apagados. Para mí, son ambas cosas.

La desactivación de políticas de protección

Lo que es más preocupante es que la deroga de políticas de protección a las mujeres va acompañada de un desprecio por el trabajo realizado durante años. La eliminación de la Subsecretaría de Protección contra la Violencia de Género ha dejado desprotegidas a muchas que antes encontraban refugio en estas institucionalidades. Es como si, de repente, dijéramos que el cielo no necesita nubes porque, sinceramente, el sol brilla. Una locura, ¿no?

Aquí es donde la empatía debe despegar. Para quienes hemos sido testigos directos o indirectos de la violencia de género, estos cambios no son solo cambios en las leyes. Representan un cambio de paradigma, donde las mujeres quedan expuestas en un sistema que, en teoría, debería protegerlas.

Falacias argumentativas

Milei y su ministro han planteado que el feminismo busca «privilegios poniendo a una mitad de la población en contra de la otra». Sin embargo, no se puede negar que la violencia de género y los feminicidios son realidades que afectan a las mujeres, y que el giro dramático en la política argentina trae consigo la sensación de que esas vidas no parecen importar mucho para quienes tienen el poder de hacer cambios.

En sus declaraciones, Milei menciona que “la mayoría de los hombres tienden a profesiones mejor pagadas”. Es un argumento que, aunque puede tener cierto peso si tomamos en cuenta elecciones de carrera, ignora la desigualdad de oportunidades, las dobles jornadas laborales y las múltiples capas de discriminación que enfrentan las mujeres en el ámbito laboral. ¿Es realmente un misterio por qué menos mujeres están en campos altamente remunerados?

La deshumanización de la víctima

Otro aspecto que resulta irritante es la forma en que el ministro se refiere al lesbicidio o al asesinato de mujeres LGBTQ+. Para él, «la palabra ‘lesbicidio’ no existe». En su intento por simplificar la complejidad de este tema, parece olvidarse de las vidas humanas detrás de las etiquetas. Cada feminicidio, cada asesinato, es una tragedia que deja huella en una comunidad entera.

Ahora, no tengo dudas de que muchos de los lectores están pensando: “Pero Javier Milei ha hecho cosas buenos también”, y tiene razón. Hay quienes sostienen que las liberalizaciones económicas que ha propuesto son beneficiosas en un contexto en el que la inflación está poniendo a prueba el bolsillo de los argentinos. Pero, ¿vale la pena sacrificar derechos humanos fundamentales en el proceso?

El rol de la sociedad civil

En este panorama, la voz de la sociedad civil se vuelve crucial. La comunidad, las organizaciones feministas y todos aquellos comprometidos con el cambio deben levantarse y hablar fuerte. Las marchas y protestas se han afirmado como un poderoso recordatorio de que la lucha por la igualdad no se detiene.

Es importante que hablemos y actúen, que no aceptemos ese “no va a cambiar nada” que a veces nos susurran al oído, como si la historia no estuviera llena de ejemplos de cambio social impulsado por la resistencia colectiva.

Una mirada al futuro

Mientras Argentina atraviesa tiempos de cambio y desafío, la lucha por el reconocimiento y protección de los derechos de las mujeres se enfrenta a un enemigo que se presenta de manera distinta a lo largo de la historia. En lugar de permitir que las ideas retrocedan, es momento de avanzar y exigir que el gobierno respete el contrato social implícito que obliga a proteger a todos sus ciudadanos, especialmente a aquellos en riesgo.

La pregunta sigue en el aire: ¿Volveremos a ser testigos de un movimiento que bloquee el camino hacia la igualdad? Esperemos que no.

La lucha por la igualdad de género, el respeto por la diversidad y la protección de todas las vidas humanas no son simplemente ideales, sino necesidades urgentes en un mundo que sigue enfrentando la desigualdad. En este contexto, la comunidad debe mantenerse alerta y no permitir que el grito de “igualdad” se ahogue en gritos políticos vacíos.

Reflexiones finales

Como alguien que ha sido testigo de luchas por la igualdad, recordaré siempre que las políticas no son solo palabras en un papel. Son acciones que impactan vidas y generan realidades. Y hoy, el desafío para la sociedad argentina es hacer que su voz resuene por encima de las palabras vacías.

Así que, parafraseando a un célebre autor que ya no recuerdo, “las leyes pueden cambiar, pero la lucha por la dignidad y la igualdad nunca debe detenerse”. Porque, al final del día, de una forma u otra, todos estamos en el mismo barco.

Esperemos que, en lugar de hundirnos, decidamos remar para llegar a un futuro lleno de equidad y respeto. ¿Estás listo para unirte a esa travesía?