La gestión de emergencias es una de esas cosas que, si todo va bien, todos preferimos no tener que experimentar. Pero, cuando las cosas se ponen feas, queremos que los responsables estén preparados y, sobre todo, que nos ofrezcan datos fiables. En este contexto, la reciente controversia que rodea a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) y la gestión de las inundaciones en el barranco del Poyo nos deja un mar de dudas y preguntas sobre cómo se manejan las alertas y la comunicación en situaciones de crisis.
La alerta de la CHJ y su naturaleza provisional
La CHJ ha dado mucho de qué hablar últimamente, y no solo por su nombre un tanto poético y agraciado, que parece sacado de una fábula. En su página web han dejado claro que los datos que ofrecen a través del SAIH no son del todo fiables, lo que nos lleva a reflexionar: ¿qué significa eso cuando estamos hablando de emergencias donde la vida está en juego?
Imagine que está a punto de entrar en una montaña rusa, y el operador le dice que el asiento no es del todo seguro. En el caso de la CHJ, los datos que proporcionan son «provisionales» y «no oficiales», lo que implica que no se pueden utilizar para decisiones críticas. Pero, ¿realmente alguien se detiene a leer la letra pequeña? Cuando hay agua hasta la rodilla, las advertencias suelen pasarse por alto.
El papel de la jueza y la respuesta de la CHJ
En un giro dramático de los acontecimientos, la jueza Nuria Ruiz, del Juzgado de Instrucción 3 de Catarroja, solicitó información a la CHJ tras la trágica inundación que afectó al barranco del Poyo, resultando en 227 muertes. La respuesta de la CHJ fue una suerte de «todo está bien, excepto por el pequeño detalle de que no somos responsables de este asunto».
El documento que remitieron a la jueza no incluyó la advertencia de que los datos del SAIH eran provisionales, dejando claro que solo podrían ser utilizados para tomar decisiones más bien desenfadadas, como decidir si salir o no a pasear en un día de lluvia. ¿Cuan apremiante fue esto? La CHJ alegó que había respondido «en tiempo y forma» a la magistrada, pero aquí está la trampa de este juego: la advertencia vital estaba escondida en una pestaña de su web.
¿No sería más simple incluir esa información crucial en la respuesta oficial? Imaginen un juego de escondidas: si el lugar más obvio para esconderse es el detrás del sofá, probablemente sea donde vas a ser encontrado primero y donde más angustia puede generar no ser visto.
La ineficacia del sistema y la reacción de las autoridades
Lo sorprendente de toda esta situación es que, a pesar de que los datos temporales se recogían cada cinco minutos y eran procesados, el SAIH no es un sistema predictivo. Entonces, ¿cómo se esperaba que las autoridades tomaran decisiones rápidas y efectivas si reciben información que, por su propia naturaleza, no es fiable? Es como intentar enviar un mensaje por paloma mensajera a través de un tornado; no es que no llegue, es que no vale la pena esperar que a la paloma no la desoriente el aire.
El tiempo de reacción: ¿realmente era suficiente?
Según la CHJ, había un tiempo de retraso de entre 20 y 30 minutos desde la captura de datos hasta su visualización en el sistema. Esto implica que, en situaciones críticas, los responsables de la gestión de emergencias tendrían que anticiparse a lo que estaba ocurriendo sobre el terreno en un margen de tiempo bastante ajustado. Es como jugar al ping-pong con una pelota que no puedes ver: podrías acertar, pero es muy probable que termines mirando hacia el lado equivocado.
Compartiendo la responsabilidad
A lo largo de la comunicación oficial, la CHJ se escudó en que la información del SAIH era solo un complemento a otros factores que los Centros de Coordinación de Emergencias debían considerar. Pero, en la práctica, esto suena un poco como cuando un niño dice que su perro se comió su tarea. ¿Deberían otros tomadores de decisiones confiar en datos que ellos mismos han catalogado como «no oficiales»?
El problema no se limita a la CHJ; si se permiten errores en la gestión de datos críticos, también surgen responsabilidades en las manos de aquellas entidades que deben actuar basándose en dicha información. La situación empodera a todos los actores, se pueden poner en entredicho a los responsables de seguridad que no realizaron los avisos pertinentes.
¿Un sistema preparado para la próxima inundación?
Lo que me lleva a preguntarme… ¿está acaso España preparado para la próxima gran emergencia? En una situación de crisis, cada segundo cuenta, y la comunidad merece datos claros y precisos. Este tipo de fallos en la cadena de información podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.
La realidad es que contar con datos precisos y actualizados es crucial; no queremos quedarnos atrapados en la duda si la lluvia que empieza a caer es un regalo de la naturaleza o un indicativo de una tormenta inminente. Aquí es donde entra la necesidad urgente de revisión de protocolos; ¿no sería prudente prever sistemas más robustos y fiables que puedan proporcionar datos celosamente guardados, incluso cuando la situación se vuelve caótica?
Mirando hacia el futuro
Recientemente hemos visto ejemplos de cómo otras naciones han modernizado sus sistemas de gestión de emergencias, utilizando tecnología de vanguardia y métodos de comunicación más transparentes. La nube, el Big Data, y algo de inteligencia artificial pueden convertir la forma en la que hacemos frente a crisis futuras.
El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico de España debería estar a la vanguardia de estos desarrollos. Y, por supuesto, no debemos olvidar que necesitamos gestores que tengan la capacidad de ejecutar, impulsados por datos concretos y fiables, no solo por una pizca de esperanza.
Reflexiones finales
De regreso al caso del barranco del Poyo, el propio hecho de que se estén planteando estas preguntas es un buen signo. A medida que la comunidad y los sistemas de respuesta a emergencias sigan enfrentando retos, la presión por una mayor responsabilidad, eficiencia y honestidad debe ser una prioridad.
Como un ciudadano y un observador curioso, solo espero que la próxima vez que nos enfrentemos a un evento climático extremo, no esté dispuesto a arriesgarme a ser víctima de datos «provisionales». En el mundo de la gestión de la crisis, lo que realmente necesitamos son hechos concretos y decisiones informadas.
Esperemos que este incidente sirva de catapulta para un cambio en el manejo de datos y la operativa de alerta. Y mientras tanto, no tan solo tomemos datos como si fueran golosinas en una tienda: tratemos de estar atentos, informados y sobre todo, listos para actuar cuando más cuenta haga.