La historia y la política suelen ser como un viejo disco rayado: algunos temas vuelven a sonar, una y otra vez, mientras que nosotros, los oyentes, apenas notamos que la aguja se detuvo, ya que nos hemos acostumbrado al mismo vaivén. Uno de estos temas reincidentes es la fascinación de ciertos sectores de la derecha hacia el caudillaje autoritario. Si bien no solo la derecha ha tenido sueños de grandeza totalitaria —el comunismo también tiene su historia entre los anhelos de poder absoluto— es reciente la resurrección de un viejo fantasma en la escena política: el neofascismo y sus interacciones con las corrientes migratorias globales.

¡Así que abróchate el cinturón! Vamos a dar una vuelta exhaustiva por este inquietante camino, reflexionando sobre anécdotas históricas y conectándolo con el presente, donde personajes como Donald Trump y referencias a figuras como Vladimir Putin llevan la batuta.

Los dictadores y la derecha: un romance eterno

¿Recuerdas esa vez que te enamoraste de alguien que no debías? Esa chispa de atracción hacia lo prohibido puede ser como la relación ancestral de la derecha con los dictadores. A través de la historia, han aplaudido a aquellos que, armados con el poder absoluto, comparten ciertos ideales conservadores. Winston Churchill, por ejemplo, tuvo una simbiótica admiración hacia Benito Mussolini, a pesar de que nunca se atrevió a coquetear con el fascismo en su suelo natal. ¿Por qué? Porque en su mente, su sistema británico era suficiente. Los grandes imperios del pasado, con su aura de aristocracia, tenían un lugar especial para aquellos que distorsionaban las reglas del juego.

¡Vaya novedad! Lo que para muchos podría resultar alarmante se convierte en una especie de pasatiempo para los conservadores: celebrar el autoritarismo en otras latitudes, mientras se defiende a capa y espada al sistema propio. Es curioso, ¿verdad?

La admiración poco oculta por Hitler

La guerra a menudo redefine la percepción del enemigo, y Churchill, aunque estuvo en la trinchera opuesta a Adolf Hitler, también tuvo palabras de admiración hacia lo que este logró en términos de “patriotismo”. En un momento de crisis, parece ser que los líderes autoritarios se ven como una “salida” en lugar de una condena. ¿No es irónico que lo peor de la humanidad pueda, de alguna manera, despertar la admiración en el inmediato?

Los ecos de este pensamiento aún resuenan. Ver relatos de simpatías por movimientos de extrema derecha puede resultar inquietante, pero hay algo más que un simple déjà vu: un impresionante regreso de mensajes antiguos en un contexto de crisis actual.

Identidad, migración y sus repercusiones

Volviendo al presente, se presenta un factor crucial que saca chispas en el contexto político: la inmigración. A través de la historia, el flujo migratorio ha generado reacciones apasionadas tanto del lado conservador como del progresista. Aquí es donde se encuentra la clave para comprender el futuro que nos espera.

Algunas sociedades ven a los inmigrantes como el enemigo que amenaza su identidad cultural y sus valores. Pero, ¿no te suena familiar? En el pasado, los temores se centraban en ideologías políticas y no en la procedencia de las personas. La idea de “mejor Hitler que el Frente Popular” ha evolucionado; ahora la preferencia se inclina hacia el rechazo al “globalismo”, que no es más que un código para hablar de inmigración.

Migración: un espejo de la historia

Si miras las migraciones en el contexto global, parece un eco de la historia. Se habla de la llegada de millones de migrantes como un riesgo para la estabilidad de las sociedades ricas. La conmoción ante su llegada puede compararse con aquel temor atávico hacia el comunismo de hace un siglo, donde la política y la economía bailaban en un extraño vals.

¿Qué significa esto para nuestra perspectiva sobre el tema? En un mundo donde cada vez es más difícil encontrar puntos en común, la categorización de los inmigrantes en “legales” o “ilegales” se vuelve intrascendente ante la reacción visceral que generan, similar al antiguo miedo a las ideologías. Pero podemos hacer más que simplemente observar; podemos reflexionar y construir una narrativa más humana.

Visceralidad y contexto político

La visceralidad con la que las sociedades enfrentan la inmigración es un recordatorio de que la historia nunca se olvida del todo. A resonar con los miedos del pasado supone que, mientras la atención se centra en la “ola” de migrantes, los conceptos de empatía y compasión se desvanecen. ¡A veces la tendencia es más fuerte que cualquier intento racional de conectar!

Si retrocedemos y observamos cómo el rechazo hacia los inmigrantes ha sido manipulado, vemos paralelismos evidentes. La historia revela que no es solo un fenómeno reciente: los votantes que elevaron a Hitler al poder en Alemania a menudo conocían personas de la comunidad judía, pero el dolor de su nación los llevó a aceptar que había un chivo expiatorio que debía sufrir. ¿Es esto lo que realmente queremos repetir?

La migración como motor de cambio global

De cara al furturo, la gestión de los movimientos migratorios definirá nuestra sociedad en las próximas décadas. Tal vez sea tan crucial como el cambio climático. Al igual que este último, la inmigración no puede ser ignorada ni se puede ceder a la xenofobia que se encuentra latente en cada rincón de nuestras sociedades. Ambas cuestiones están interrelacionadas, como dos caras de la misma moneda. Y la solución requiere un enfoque mucho más humano.

Un camino hacia la empatía

Es fácil caer en la trampa de la deshumanización y el miedo, pero también hay esperanza. Recientemente, se han visto movimientos en varias partes del mundo que buscan reconocer el valor de la diversidad y construir una sociedad más inclusiva. En lugar de permitir que los extremismos marquen el rumbo, debemos tener la valentía colectiva de buscar el diálogo. ¿No sería fabuloso ver a nuestros líderes asumir esa responsabilidad?

En diversas ciudades vivas y urbanas, se están organizando eventos que celebran la diversidad cultural y muestran cómo la migración puede enriquecer nuestras sociedades. La música, la comida y, sobre todo, las historias que cada persona trae consigo son la prueba viviente de que, en lugar de ver amenazas, podemos encontrar aliños que realzan la trama de nuestra existencia compartida.

Reflexionando sobre el futuro

Es evidente, entonces, que elegiremos el camino que tomaremos hacia el futuro. La historia está allí para recordarnos tanto lo que no debemos repetir como aquello que podemos construir. Las decisiones que tomemos hoy pueden marcar la diferencia, no solo para nosotros sino para generaciones venideras.

Así que, querido lector, te invito a reflexionar. ¿Cómo podemos ser parte de la solución y no del problema? En un mundo tan polarizado, la empatía debe ser el hilo conductor que nos una. Apostemos por una narrativa que celebre la diversidad y rechace el totalitarismo de cualquier tipo.

Conclusión: un llamado a la acción

La conexión entre la política autoritaria y la inmigración no es solo un dilema contemporáneo: es un reto que ha estado presente a lo largo de la historia y que, como cualquier otro capítulo del pasado, puede repetirse si no vigilamos. Así que, ya sea que publiques un tuit, compartas un artículo o hables con tus amigos sobre estos temas, recuerda que cada pequeño gesto cuenta.

El futuro es incierto, pero también está lleno de oportunidades. Abracemos la posibilidad de un mundo donde la diversidad no solo se tolere, sino que se valore. Porque, al final del día, somos todos los narradores de esta historia colectiva. Elige ser una voz de empatía.