El 2023 nos ha dejado diversas noticias que tocan fibra sensible y nos recuerdan la importancia de proteger nuestro entorno y la biodiversidad que lo habita. Uno de los casos más impactantes ha sido la condena del productor ganadero Ricardo La Regina por los daños causados a una de las colonias de pingüinos de Magallanes en la provincia de Chubut. Este evento no solo ha dejado constancia de la necesidad de proteger especies en peligro, sino que también ha generado un debate sobre la responsabilidad medioambiental y el respeto por la naturaleza.

Pero, esperen un momento, ¿qué fue lo que realmente sucedió en esta “masacre de pingüinos de Punta Tombo”? Vamos a desglosarlo.

El desenlace de una saga trágica

Entre agosto y diciembre de 2021, un periodo crítico para la anidación de los pingüinos de Magallanes, La Regina decidió que era un buen momento para hacer “mejoras” en su propiedad, que -sorpresa- colindaba con una reserva natural. Según los informes, este “mejorador” abrió un camino de más de 700 metros hasta el mar, lo que a primera vista podría parecer conveniente para algún tipo de turismo rural, pero que en la práctica resultó en la devastación del hábitat de más de 176 nidos. ¿Y qué hay de esos nidos? Contenían nada menos que huevos o incluso pichones. La Regina, probablemente pensando que estaba haciendo un “trabajo agrícola del siglo XXI”, desconoció que esos pequeños “inquilinos” no son solo propiedad privada.

¿Cuál es el objeto de este conflicto?

La sentencia habla por sí sola: el Tribunal de Chubut determinó que La Regina era culpable de daño agravado y crueldad animal. Al ver la reacción de la comunidad y el revuelo mediático, no puedo evitar imaginar cómo sería si este tipo de daño a la naturaleza se tratara con la misma severidad que los delitos comunes. ¿Te imaginas a alguien siendo juzgado por haber sembrado su jardín con flores venenosas y haber causado la muerte de unas cuantas mariposas? La respuesta sería escandalosa, ¿verdad?

¡Pero no todo es pesimismo! Organizaciones y apasionados de la conservación han tomado esta condena como una victoria significativa. Lucas Micheloud, codirector de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, ha afirmado que es un “punto de inflexión decisivo” en la lucha contra la impunidad ambiental. Y, como exabogado en un tiempo que lleva más de un año en la lucha por la justicia social, no puedo evitar sentir un cálido cosquilleo saber que la justicia se ha alineado con la conservación de la naturaleza.

Un contexto necesario

La reserva de Punta Tombo no es un lugar cualquiera. Es un punto crucial para la vida marina, donde los pingüinos de Magallanes se agrupan en una de las colonias más grandes del mundo. Si alguna vez has tenido la suerte de visitar este paraíso natural, sabrás que observar a estos adorables pingüinos navegando puede sacarte sonrisas hasta en los días más grises. Sin embargo, en la primavera austral, su delicado ciclo de reproducción puede verse gravemente afectado si se interrumpe su hábitat.

Imagine for a moment el sonido de los pequeños pichones esperando ansiosos a que su madre regrese con un pez fresco. Ahora, súmele el rugido de una retroexcavadora haciendo lo que mejor sabe: despojar lo que la naturaleza ha tomado años en cultivar. ¡Es de llorar!

La tenaz defensa de La Regina

La defensa de La Regina basó sus argumentos en que las “mejoras” que realizó eran completamente legítimas y que la naturaleza que había en su propiedad era un asunto de propiedad privada. Si bien esto puede ser cierto hasta cierto punto -después de todo, la tierra donde se encuentra su campo es de su propiedad- la naturaleza siempre tiene su propia forma de hacer sentir su voz.

El hecho de que La Regina creyera que podía jugar a ser Dios sobre lo que vive y respira en su terreno es lo que ha llevado a muchos a cuestionar el entendimiento del verdadero significado de la propiedad privada. Algunas preguntas emergerían: ¿acaso el dueño de una casa puede llenar su piscina de desechos tóxicos solo porque es su “piscina”? ¿Son cualquier animal o planta en su propiedad simplemente “recursos” a disposición de su uso? La respuesta, sorprendentemente, se anota con un contundente “No”.

La repercusión social

No podemos ignorar que este caso se convirtió en un fenómeno mediático en Argentina. La indignación pública fue palpable. La gente no solo se quejó a través de sus redes sociales; se unió a causas para salvar a estas preciosas aves y exigir justicia. ¡Menos mal que hay que tener una red de apoyo, como aquellos grupos de amigas que se activan para ayudar en una crisis amorosa! Pero en vez de hablar sobre el último rompecorazones, hablaban de pingüinos, lo que quizás, de alguna forma, es más acogedor.

El expresidente Mauricio Macri también alzó la voz, recordando a todos que el daño provocado a la naturaleza en realidad lastima a nuestros hijos y a las generaciones futuras. “No hay posibilidad de que la vida humana prospere matando animales, contaminando el agua”, escribió en un fuerte post en sus redes sociales. Juntos, todos estos clamores crearon una ola de positividad y esperanza, y ahora, gracias a este veredicto, se siente que la lucha tiene un futuro más brillante.

Una mirada hacia el futuro

Lo más trascendental de este fallo judicial es la esperanza que trae consigo. El a veces temido pero frecuentemente necesario llamado a la justicia ambiental puede sentirse un poco más cercano. La fiscal Florencia Gómez, optimista frente a este veredicto, espera que esto motive a otros ciudadanos a denunciar delitos ambientales.

Sin embargo, también hay grandes desafíos por delante. La justicia ambiental debe evolucionar para no quedarse atrás. Así como los protagonistas de los cuentos de hadas, que deben pasar por pruebas y tribulaciones para salvar reinos, los defensores del medio ambiente también deben enfrentarse a adversidades. Cada denuncia y cada caso que sale a la luz son pasos que conducen a un camino de cambio.

Conclusión: ¡Un brindis por los pingüinos!

Por último, aunque el juicio se ha cerrado, ¡la conversación apenas empieza! Todos tenemos un papel que jugar en la protección del medio ambiente y de nuestro planeta. Cada uno de nosotros puede tomar acciones, grandes o pequeñas. Ya sea evitando productos que dañan el ecosistema o participando en actividades de conservación local, estamos en un momento donde la acción personal se convierte en un impacto colectivo.

Cuando la humanidad se alinea con la naturaleza, se produce una sinfonía. Al final del día, las criaturas de este mundo -ya sean pingüinos, mariposas o langostas- merecen vivir en un mundo donde la convivencia está guiada por el respeto y la amorosa consideración. Así que levanta tu copa y brinda por un futuro lleno de pingüinos felices en Punta Tombo, por un mundo donde la justicia y la naturaleza coexisten, y, si alguien te pregunta de qué brindas, ¡simplemente responde “Por la naturaleza!”! 🍃🥂


Si te ha gustado este artículo y quieres conocer más sobre el impacto de la justicia ecológica en tu comunidad, ¡deja un comentario! ¿Cuál crees tú que debería ser la próxima causa a la que atender? ¡Espero leer tus ideas!