La conferencia de Múnich ha sido temática más candente de conversación en las últimas semanas, y sinceramente, no es para menos. Con la guerra en Ucrania llevándose la atención del mundo, los políticos han encontrado la necesidad de buscar un hilo de diálogo entre Europa, Rusia y Estados Unidos. Sin embargo, el regreso de un viejo conocido —Donald Trump— ha hecho que las charlas se sientan más como una conversación entre dos personas que pelean por el último trozo de pizza en una fiesta. ¿Puede el diálogo realmente ser la solución en este escenario tan polarizado?

La relevancia del diálogo constructivo

Juan Manuel Santos, expresidente colombiano y ganador del Premio Nobel de la Paz, mencionó algo importante en Múnich: “El arma más poderosa del mundo es sentarse a dialogar”. Y bueno, ¿quién podría estar en desacuerdo con eso? Conversar parece ser el primer paso para solucionar los conflictos. Aunque, a veces, me pregunto si enviar a los líderes políticos a una especie de «retiro de yoga» podría funcionar mejor que cualquier cumbre. Imagina a Trump y a Putin haciendo ejercicio de respiración juntos. ¡Bendita fantasía!

Santos planteó que el diálogo constructivo es algo que falta hoy en día. Y es que, si uno se detiene a pensar, la polarización política no solo afecta las decisiones en las altas esferas, sino también en nuestras propias comunidades. Me acuerdo de un amigo, que, como buen político amateur, siempre se ha opuesto a cualquier idea que no sea la suya. ¿El resultado? Unas cenas familiares tensas y un carbón en el asador que jamás se enciende. Así, se nos malogra la posibilidad de llegar a un acuerdo.

El papel de Europa en el conflicto

Europa tiene que hacer oír su voz, especialmente cuando se trata de conflictos que la afectan directamente. Santos tuvo razón al afirmar que los países europeos deben sentarse «en la mesa principal» respecto a Ucrania, en lugar de murmurar desde las esquinas. Hay algo disfuncional en la política internacional, donde a veces parece que los grandes vamos a tomar el té mientras el mundo se incendia.

¿Y cómo se refleja esto en la actualidad? El retorno de Trump ha sido como si tu exdecidiera aparecer de repente en tu fiesta de cumpleaños, interrumpiendo la divertida narrativa del resto. Resulta que la administración de Trump puede poner en entredicho muchos de los acuerdos adoptados hasta ahora, incluyendo el Acuerdo de París. Es como ver a una persona que está tratando de bailar breakdance mientras el resto disfruta de un vals. No puede terminar bien.

La polarización política y sus consecuencias

Eso nos lleva a hablar sobre la polarización política. Santos también lo mencionó, señalando que muchas veces se vuelve imposible el diálogo debido a esta cultura “de mi manera o la carretera”. ¡Qué sensación más frustrante! ¿No les ha pasado que intentaron convencer a alguien de que su lugar favorito para salir a cenar no es el mejor y se termina con una discusión? Aquí se aplica la misma lógica, pero en un contexto global. Necesitamos salir de esta burbuja en la que todo se siente como una confrontación.

La charla sobre el crecimiento de la polarización también me recuerda que, aunque hay matices y razones en las relaciones internacionales, muchas veces estas terminan revelándose en acciones prácticas que delinean las vidas de las personas. Los gemidos de una madre que no puede alimentar a sus hijos en Gaza resuenan sobre todas las conversaciones diplomáticas. Claro, uno puede hablar de «dialogar», pero si no se llega a la acción, ¿de qué sirve?

Los planes de Trump en Medio Oriente

La delicadeza del asunto no solo se limita a Europa y Rusia. También se extiende a Medio Oriente, donde el proyecto de Trump sobre Gaza parece没有引起太多关注, así como un gato que hace ruido en una reunión anual de amantes de los perros. Según lo que percibió Santos, la propuesta ha sido recibida con un rechazo masivo por parte de los países árabes. Al final, todos parecen tener su propio enfoque sobre cómo resolver los líos de Gaza.

Mientras tanto, los egipcios están intentando darle la vuelta al asunto con una propuesta alternativa que, esperemos, tenga un enfoque más humanitario. Se habla de gobernabilidad, reconstrucción económica y seguridad. Digamos que si esto fuera una actividad recreativa, estarían jugando algo como «Simón dice», y solo que nadie recuerda las reglas. Lo que muchos de nosotros queremos ver, no como observadores lejanos, sino como seres humanos, son respuestas coherentes a la tragedia que se está viviendo.

La relación de Colombia con la crisis de Venezuela

Y aquí es donde la situación se vuelve un poco más complicada: Venezuela. La frontera entre Colombia y Venezuela no es solo una línea en el mapa. ¡Es casi como mi intento de mantener mis relaciones de pareja a través de las redes sociales, una complicación tras otra! Santos no tiene dudas sobre el régimen de Maduro, quien logró “robarse” elecciones, mientras que el presidente colombiano Gustavo Petro se ha mantenido en una posición ambigua. ¡Qué sorpresa! A veces me pregunto, ¿no sería más fácil simplemente decir lo que uno siente en vez de jugar el juego político del “a ver qué pasa”?

La situación en Venezuela es crítica, y aunque es fácil hacer comentarios desde la comodidad de nuestro sofá, la realidad es que hay personas que sufren a diario. Maduro encarna un régimen represivo que muchos critican, pero pocos están dispuestos a enfrentar con acciones. Santos fue honesto al señalar que no cree que haya soluciones factibles a corto plazo. Me suena un poco pesimista, ¿no creen? Pero ese es el estado de las cosas: no todo es blanco y negro; a veces, lo que hay es un extenso espectro de grises.

La cooperación como puente hacia soluciones

Resumiendo, el conjunto de los desafíos mencionados es, sin duda, complejo. Pero a pesar de todo, hay un hilo común que resuena con fuerza: la necesidad de la cooperación. Santos sugirió que el crimen organizado, que afecta a toda América Latina, podría ser un punto de encuentro entre Trump y las naciones latinoamericanas. Después de todo, podemos estar separados y tener diferencias, pero este problema no tiene fronteras.

Al final del día, la comunidad global no debería olvidarse de que estamos todos en esto juntos, incluso cuando las opiniones se encuentran en diferentes extremos de la mesa (o del salón). ¿Y si, por un momento, todos intentáramos dejar a un lado nuestras diferencias y centrarnos en lo que realmente importa? Muchos dicen que eso es pura utopía, pero yo prefiero ser un idealista.

Y así, mientras seguimos observando los vaivenes de la política internacional y los titulares que nos llevan de una crisis a otra, espero que tal vez, justo tal vez, el poder del diálogo sea lo que nos lleve hacia un futuro más solidario y comprensivo.

Así concluye esta reflexión sobre el sabor amargo que nos deja la diplomacia contemporánea. La historia de la humanidad está llena de dilemas, pero lo que realmente importa es nuestro compromiso por el cambio, pase lo que pase. Al final, no podemos permitir que la indiferencia prevalezca. Siempre habrá espacio para el diálogo, y siempre habrá esperanza.

¡Hasta la próxima!