La moralidad es un concepto tan fascinante como confuso, y más aún cuando nos preguntamos sobre la naturaleza del bien y el mal en la humanidad. Hace un tiempo, escuché a la neurocientífica belga Emilie Caspar hablar en una conferencia en Berlín. Su objetivo es, nada más y nada menos, que entender la base neural de los comportamientos inmorales. Ahí fue cuando me di cuenta de que hay mucho más de lo que parece en la cabeza de los que cometieron atrocidades en lugar de hacer algo bueno. Así que, acompáñame en esta exploración del laberinto de la moralidad. Pero aviso, las cosas se pueden poner un poco oscuras.
La banalidad del mal: ¿por qué hacemos lo que hacemos?
Recientemente, revisando un libro sobre el Holocausto, me encontré con la frase: «El mal es el resultado de la obediencia ciega«. Esto me llevó a recordar la charla de Caspar. Ella postula que la obediencia puede llevarnos a cometer los peores actos en la historia de la humanidad. Pero, ¿qué hay detrás de esta obediencia ciega? ¿Es algo innato en la naturaleza humana, o es una construcción social? En su laboratorio, Caspar y su equipo estudian a quienes cometieron errores brutales, especialmente aquellos involucrados en genocidios, como el de Ruanda y el de Camboya.
Uno de sus enfoques es examinar la perspectiva de estos perpetradores. Ella ha pasado horas en cárceles entrevistando a hombres y mujeres que hicieron del genocidio su modus operandi. Interactuar con ellos no es algo sencillo; muchos tienden a pensar que son monstruos que solo encuentran placer en el sufrimiento de otros. Pero la realidad es más compleja. ¿Sabías que muchos de ellos son personas aparentemente normales, atrapadas en un contexto social y político devastador? La empatía puede ser un arma de doble filo.
Durante su charla, Caspar compartió una anécdota escalofriante sobre cómo, al leer testimonios de estos perpetradores, tuvo que frenar después de solo tres páginas, atormentada por pesadillas. Eso me hizo pensar… ¿cuántas de nuestras interacciones diarias estamos dispuestos a ignorar para mantener nuestra paz mental? Tal vez abrir un libro oscuro no sea lo peor que podemos hacer, pero poner en tela de juicio nuestras propias creencias parece ser un paso más allá.
La neurociencia de la moralidad: ¿qué hay en nuestras cabezas?
Cuando hablamos de moralidad, nos enfrentamos a la complejidad cerebral. Caspar señala que no se puede atribuir a una sola región del cerebro el proceso de tomar decisiones morales. Más bien, es una interacción de múltiples regiones que se comunican entre sí. Interesante, ¿verdad? No imaginamos que nuestras cabezas fueran un hervidero de actividad únicamente marcado por decisiones de carácter ético. En efecto, nuestras actividades cotidianas y la forma en que respondemos a los demás pueden estar influidas por circuitos neuronales que no estacionamos con frecuencia.
La investigación demuestra que cuando una persona sufre, se activan áreas específicas de nuestro cerebro, como el córtex del cíngulo anterior. Sin embargo, cuando se trata de individuos fuera de nuestro grupo social, este mismo sistema puede disminuir su actividad. ¿Acaso somos más indiferentes a quienes no pertenecen a nuestro círculo cercano? Esto podría explicar muchas de las divisiones que observamos en nuestra sociedad actual, como tensiones raciales y conflictos ideológicos.
Lo curioso es que muchos estudios se centran en la moralidad desde una perspectiva occidental, haciendo que la investigación sea, en cierto sentido, sesgada. Caspar quiere llevar su estudio más allá, a diversas culturas y comunidades. ¿Te imaginas cómo una visión más amplia podría cambiar nuestra comprensión de la moralidad?
Las etapas del genocidio: de la categorización a la deshumanización
Me detuve un momento a reflexionar sobre los patrones que han llevado a genocidios en diferentes partes del mundo a lo largo de la historia. Las etapas que Caspar menciona son reveladoras. Primero, hay una categorización de las personas; después, se lleva a cabo un proceso de deshumanización y, finalmente, se inicia la violencia. Es un proceso metódico que muchos de nosotros creemos que no puede ocurrir en un mundo tan avanzado como el de hoy.
A esto se le suma la influencia de los medios. En el caso de Ruanda, el gobierno había deshumanizado a los tutsis, presentándolos como la raíz de todos los problemas sociales. Este tipo de narrativa, lamentablemente, no es nuevo. ¿No lo has notado? Desde las redes sociales hasta la televisión, los medios de comunicación tienen un peso gigantesco sobre cómo percibimos a los demás.
No hace falta ser un experto en neurociencia para entender que lo que vemos y escuchamos afecta nuestras decisiones. Reflexiona un segundo: ¿cuántas veces has compartido algo en las redes sociales sin pensar realmente en el contenido o en sus consecuencias?
Deshumanización y empatía: el dilema we-humanos
Según la neurociencia, la deshumanización afecta cómo nuestros cerebros procesan el dolor de los demás. Al mostrar a personas consideradas «drogadictos» o «mendigos», simplemente utilizamos menos las regiones del cerebro asociadas con la toma de decisiones sociales. La empatía no se manifiesta de forma efectiva. Pareciera que, al considerar a alguien fuera de nuestro grupo, simplemente apagamos esa parte de nosotros que nos permite conectar. Un poco impactante, ¿no crees?
Caspar señala que la forma en que nos han criado y las experiencias que vivimos forman nuestras habilidades empáticas. Algunos rescatan, mientras otros miran sin hacer nada. Es intrigante pensar que, incluso en situaciones terribles, la empatía puede ser un aprendizaje. ¿Te has preguntado alguna vez en qué grupo te encuentras?
La obviedad de la obediencia: ¿más fácil que decidir por uno mismo?
Lo que es más desconcertante, según Caspar, es que a menudo es más fácil seguir órdenes que pensar por uno mismo. Hay un sentido de seguridad en no cuestionar. Es algo que hemos visto en las sociedades organizadas a lo largo del tiempo, desde los sistemas militares hasta las estructuras familiares. Pero, como siempre, hay una excepción a la regla. Algunos individuos deciden actuar, y aquí es donde surgen las diferencias, en una lucha entre la empatía y la obediencia.
¿Te has preguntado alguna vez qué harías si te dijeran que lastimaras a una persona? Seguir órdenes puede parecer lo más conveniente, pero para algunos, el impulso de ayudar puede vencer el deseo de obedecer. Es un tira y afloja que se desarrolla no solo en nuestros cerebros, sino también en la vida diaria.
La falta de respuestas simples: entre la indagación y la experiencia
Tras todo esto, la pregunta perdura: ¿es la empatía solo una reacción instintiva o algo que se puede aprender? A medida que Emilie Caspar profundiza en su investigación, excepcionalmente abierta sobre los límites de la ciencia, es evidente que la respuesta no es sencilla. Los estudios iniciales apuntan a ambas: tanto la predisposición innata como la educación influyen en el desarrollo moral de un individuo.
En un mundo donde las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto parecen volverse borrosas a veces, la búsqueda de respuestas se vuelve aún más vital. La necesidad de educar y reflexionar sobre nuestras elecciones morales nunca ha sido tan apremiante. La culpa y la compasión son fuerzas poderosas, y es crucial usar ambas para prevenir que la historia se repita. La historia está llena de lecciones que muchos parecen ignorar.
En conclusión: la responsabilidad moral en tiempos inciertos
En medio de todo este viaje a través de la moralidad, la neurociencia y la experiencia humana, queda claro que el ser humano es un misterio en sí mismo. Las decisiones que tomamos, la forma en que vemos a los demás y la capacidad que tenemos para sentir empatía son fundamentales para la construcción de un mundo más justo. Pero, ¿será suficiente?
La ciencia y las humanidades deben trabajar juntas para desentrañar por qué, a menudo, fallamos en ser humanos. Pasamos la vida dividiendo, categorizando y, en ocasiones, deshumanizando a otros. A medida que avanzamos, sobre todo en tiempos difíciles, ¿podremos abrir nuestra mente y nuestro corazón para ver a los demás como parte de nuestra propia humanidad?
Así que, la próxima vez que te enfrentes a una decisión moral, recuerda explorar esa parte de ti que te conecta con los demás. Estoy seguro de que todos podemos aprender algo. Tal vez, solo tal vez, el camino hacia la empatía sea más fácil de lo que pensamos. ¡Y por favor, mantén siempre la mente abierta!