Ah, la palabra “facha”. Un término tan cargado que parece tener más peso que una olla a presión en una cena familiar. Desde su aparición en la conversación política española, ha estado rodeada de un aura de confusión y desasosiego. Pero, ¿realmente hemos entendido lo que significa? Y más importante aún, ¿por qué parece que ser catalogado como facha no da vergüenza en la sociedad actual? Vamos a desentrañar este fenómeno juntos, de manera amena, pero sin dejar de lado la profundidad del asunto.

La historia reciente y su uso desmedido

Recuerdo cuando, hace unas cuantas cenas familiares, una tía comenzó a hablar de política. Antes de que pudiera meter la cuchara y desviar el tema hacia la última serie de Netflix, ya había designado a casi la mitad de los asistentes como fachas. ¿Desde cuándo se convirtió la discusión política en una especie de bingo?

Quizás podamos remontarnos a los días en que figuras como Gabriel Rufián decidieron que la palabra facha podría ser utilizada como un «catch-all», como dicen los angloparlantes. Un término que se podía lanzar a diestro y siniestro, haciendo que cualquiera que no estuviera de acuerdo con ciertos ideales de izquierda se encontrara en la misma bolsa que aquellos a quienes la mayoría repudiaría. Y aquí viene la paradoja: la excesiva utilización de esta etiqueta ha diluido su significado.

Rufián y el dilema de la etiqueta

Días atrás, Rufián lanzó una frase que resonó en muchas cabezas: “hay que intentar que ser facha vuelva a dar vergüenza.” Sin embargo, parece haber olvidado que las aguas de la política son profundas y caudalosas. Para él, ser facha se convierte casi en una moda, algo cuya connotación original fue desplazada. Pero, ¿no es esta confusión un caldo de cultivo para que todos perdamos comprensión de lo que realmente significa ser facha? La respuesta es un rotundo .

La definición original de «facha» era clara. En tiempos pasados, incluía racistas, machistas y xenófobos. Pero con la misma facilidad con la que uno puede encontrar el último video viral en TikTok, la etiqueta se ha utilizado para englobar a cualquier persona que simplemente tenía una opinión diferente. La caja de Pandora se habrá abierto, pero ¿realmente queremos ver lo que hay dentro?

El revival de las etiquetas odiosas

Pasemos a un asunto más trágico. Mientras la izquierda se ha prestado a usar “facha” como un insulto generalizado, también hemos avistado el regreso de personajes de la extrema derecha que tienen la osadía de declararse como tales. ¿Cómo llegamos a este punto? Saquemos el reloj y pongamos atención.

Hoy en día, vemos debates incesantes sobre ideologías, antiguos líderes, y nuevos aspirantes al poder. Algunos, como el presidente de los Estados Unidos, parecen navegar en la misma dirección que aquellos que ostentan una ideología extrema. Mientras tanto, otros se hacen eco de líderes como Franco, comparando su legado con figuras contemporáneas. Sí, querido lector, parece que la historia, en lugar de enseñarnos, se ha convertido en un divertido espectáculo de variedades.

El péndulo de la historia

La historia es cíclica, sí, pero a veces da asco observar el ciclo completo desde el ojo de la tormenta. Cuando aquellos que alguna vez definieron la moralidad han caído en la trampa de la venganza, el ciclo se vuelve peligroso. Aquí surge una pregunta: ¿realmente hemos aprendido algo? Parece que, en vez de eso, nos entregamos al pavor y al miedo. ¿Quién no desea un poco de orden en medio del caos?

La izquierda tradicional que clamaba por cambios ha alimentado, sin quererlo, a este monstruo que ahora teme. Al demonizar todo lo que no encaja en su ideal, simplemente han dejado lugar para que nuevas criaturas se levanten. La pregunta ahora es: ¿seremos capaces de detener la máquina?

La moralidad en juego

Ahora es fundamental hablar de la moralidad. En un contexto donde se ha desprestigiado la libertad individual en favor de la “tribu”, muchos buscan la retribución más que la justicia. ¿Y qué hay de la capacidad de perdón? En lugar de construir puentes, algunos optan por levantar muros. Es un pensamiento preocupante. ¿Estamos atrapados en una balanza entre lo que es justo y lo que es cómodo?

En este sentido, recordar que la presunción de inocencia es un principio básico en nuestros sistemas democráticos se vuelve más crucial que nunca. La rapidez con la que muchos se olvidan de esto en la actualidad es asombrosa, casi como encontrar un billete de 20 euros en un viejo abrigo. ¿Realmente estamos dispuestos a sacrificar el principio de justicia por un grito colectivo?

Un nuevo camino hacia la comprensión

La pregunta más grande aquí, tal vez la más importante de todas, es: ¿podemos definir lo que significa ser facha de una vez por todas? Quizá encontrar este punto medio nos ayude a reparar las grietas en nuestra conversación política y social.

Soy firme defensor de que, si realmente queremos ver un cambio, necesitamos empezar a admitir nuestros propios errores. Inclusive Gabriel Rufián podría beneficiarse de un poco más de autocrítica. Así que aquí está mi oferta: estoy dispuesto a perdonarte, Rufián, pero solo si das un paso atrás y miras la variedad de matices de la situación actual.

Utilizando el humor y la empatía

Claro que podemos abordar este tema desde un lugar de seriedad, pero estoy convencido de que el humor también tiene un lugar aquí. En medio del caos político, las preocupaciones sobre lo que significa ser “facha” son, irónicamente, parte de un tango viral. Al final del día, todos somos un poco fachas en nuestra ignorancia y, a su vez, un poco progre en nuestras esperanzas.

Hacernos preguntas retóricas sobre estos temas podría, por ejemplo, parecer una locura. Pero, ¿no es esta la esencia de un buen debate? En tiempos tan polarizados, hacer pausas para reflexionar, reír y observar el horror humano puede servir como una cura. La vida está llena de contrastes y retos, pero es importante mantener el sentido del humor y, a veces, simplemente reírnos de nosotros mismos.

Conclusión: La invitación a un nuevo diálogo

Al final del día, la etiqueta de “facha” ha sido utilizada y manipulada hasta casi perder su relevancia. Quizás podría ser el momento para un nuevo diálogo que implique la reflexión sobre nuestras visiones y creencias. Este artículo no solo es una crítica, sino una invitación a todos: a aceptar el reto de entender, re-evaluar y construir un futuro donde la palabra “facha” no cause desdén, sino un punto de partida para un debate más saludable.

A veces, en medio del tumulto, llegamos a encontrar claridad, y es en esos momentos en que más necesitamos perder el miedo a reconocer nuestras falencias y limitaciones. Tal vez solo no seamos tan fachas. ¿No es hora de volver a la conversación y descubrir cómo puede ser la aceptación?