El cine, como la vida misma, es un reflejo de las complejidades humanas. Y eso es precisamente lo que nos ofrece Por donde pasa el silencio, la primera obra de la cineasta Sandra Romero, estrenada recientemente en el Festival de San Sebastián. En esta película, la directora nos invita a explorar un mundo lleno de emociones crudas y relaciones familiares complicadas, donde el amor y la violencia coexisten en un delicado equilibrio. Pero, ¿qué nos está diciendo realmente esta historia sobre el apoyo, el desamparo y la lucha contra las adversidades que nos presenta?

Antonio, el protagonista: más que un simple personaje

Antonio, interpretado por Antonio Araque, regresa a su Écija natal durante la Semana Santa, una época que, para muchos, es sinónimo de festividad y espiritualidad. Sin embargo, para él, significa enfrentarse a un pasadizo oscuro en su propia historia familiar. En su regreso, se reencuentra con su hermano mellizo Javier, quien tiene una discapacidad física y requiere de su apoyo. La cineasta describe este vínculo como una mezcla between una dependencia intensa y un amor igualmente demoledor.

«Lo que más me interesa de la película son las relaciones familiares en las que hay una dependencia,» comparte Sandra Romero. Esto resuena profundamente, ya que muchas familias enfrentan este dilema. ¿Acaso el amor no debería ser incondicional? Pero, ¿qué sucede cuando ese amor se convierte en una carga?

La historia es en parte autobiográfica para Romero, quien, como Antonio, decidió dejar su hogar para perseguir sus sueños en Madrid, enfrentándose a sus propias luchas familiares. Ella misma vivía con la angustia de ver a su madre lidiar con la esquizofrenia. ¿Te imaginas eso? La mezcla de ambición por salir adelante y la carga emocional de la familia que se queda atrás. Es como intentar disfrutar de una cena gourmet mientras tienes un elefante sobre el pecho. ¡No hay forma de que te lo tragues sin algún tipo de indigestión emocional!

Volviendo a las raíces: el pueblo como escenario

La elección de Écija como el telón de fondo de esta historia no es casual. Romero describe el pueblo como un ente que tiene su propia personalidad, un lugar donde «ni son paraísos ni infiernos». En un entorno donde todos se conocen, el calor humano puede pronto convertirse en humo y llamas de conflictos familiares y de grupo. ¿Alguna vez has regresado a tu lugar de origen y sentido que todo sigue igual y, a la vez, nada ha cambiado? La complejidad del pueblo es palpable en cada escena, desde las procesiones hasta las escenas de comidas familiares que podrían ser tan agradables como dolorosas.

Antonio vuelve a un lugar donde las relaciones no se forman en plataformas virtuales, sino en fiestas de barrio y reuniones familiares. Aquí es donde surgen las dinámicas familiares difíciles de gestionar. Al final del día, todos somos producto de nuestro entorno, ¿no es cierto? Las conversaciones que solían ser ligeras se convierten en temas tabú y las risas en silencios incómodos.

La lucha por la empatía en relaciones difíciles

Uno de los elementos más destacados de Por donde pasa el silencio es la forma en que retrata la complejidad de las relaciones. A menudo, nos encontramos con la idea errónea de que las personas cercanas a nosotros deben ser “manejables”. Es un pensamiento peligroso que Romero pone de manifiesto con gran habilidad durante el desarrollo de la película. ¿Acaso no todos hemos deseado que las personas que amamos se comporten de una manera que nos resulte más fácil?

Javier, por ejemplo, es un personaje que ofrece tanto ternura como una violencia casi visceral. A través de su carácter, la directora nos recuerda que la condición de ser humano es multifacética y que todos llevamos a cuestas nuestras manos manchadas, nuestras luchas internas. El amor en la familia se entrelaza con la lucha y la frustración, en un ciclo que parece no tener fin.

En su camino, el personaje de Antonio se verá obligado a confrontar no solo su amor por su hermano, sino también las realidades duras de la enfermedad mental y la dependencia. En esa tensión se encuentra una verdad universal: no se puede obligar a nadie a estar bien, y mucho menos cuando el deseo de “salir” y “ayudar” puede desembocar en un profundo abismo de sufrimiento.

El rol del cuidado y la demanda de la atención

Sandra Romero, en su reflexión sobre el complejo sistema de salud mental en España, destaca la triste realidad de que “no hay medios para que alguien profesional venga a sentarse una y otra vez con esa persona para sacarla del agujero”. Esta limitación en el sistema sanitario es una constante que, lamentablemente, atraviesa muchas sociedades. ¿Te suena familiar? Cada uno de nosotros, en algún momento, ha querido apoyar a alguien, pero ha sentido que su esfuerzo es como tirar agua en un desierto.

Romero nos recuerda que los cuidadores, al igual que los enfermos, requieren atención y alivio. Este ciclo perpetuo de cuidado y desamparo empieza a hacer mella en la salud emocional de todos los involucrados. Si el cuidador no recibe el apoyo necesario, ¿cuánto tiempo puede sostener esa carga sin que estalle su propia salud mental? Como bien dice Romero, “El amor no lo puede todo”. ¡Qué verdad tan dura de masticar!

La violencia como parte de la realidad

Un aspecto que Romero destaca en su film es que las personas que sufren de enfermedades mentales o físicas no son solo víctimas de su estado, sino que también pueden exhibir comportamientos que resultan violentos. En el contexto de Por donde pasa el silencio, esta violencia surte efecto tanto en los que sufren como en aquellos que intentan ayudarles. La violencia, en este caso, puede surgir de la desesperación, el odio o el dolor de ver a un ser querido destrozarse gradualmente.

¿Quién ha tenido que lidiar con un familiar que no solo sufre, sino que también lastima a los que le rodean? Puede ser una experiencia desgarradora. Romero nos anima a ver a estos personajes con una mirada comprensiva, sin juicios fáciles. Al final del día, todos son “humanos” y cada uno tiene un crisol de emociones y experiencias que les conforman.

Conclusiones: más allá del cine

Por donde pasa el silencio es más que una simple película. Nos ofrece una profunda reflexión sobre lo que significa pertenecer a una familia, lo que significa cuidar, y cómo hacer frente a situaciones en las que el alivio emocional parece escurrirse entre nuestros dedos, como si fuera arena.

Como individuos, todos enfrentamos momentos de duda, presión y pérdida. Romero, a través de su ópera prima, nos recuerda que no estamos solos. Por difícil que sea el camino, siempre hay claridad al final del túnel y un lugar al que regresar. Las conexiones familiares pueden ser complicadas, pero también son lazos que, aunque puedan sentirse asfixiantes, tienen la fuerza de mantener a unos vivos.

Así que, si tienes la oportunidad, no te pierdas esta maravillosa película. Quizás te inspire a reflexionar sobre tus propias relaciones, a abrazar tus luchas y a reconocer que el amor, a menudo, comienza con aceptar la complejidad de ser humano. ¿Te atreverías a mirar la vida a través de los ojos de Antonio y Javier?


Si quieres aportar a la conversación, o si te ha resonado alguna de las historias presentadas en este artículo, ¡no dudes en compartir tus pensamientos! Después de todo, en los silencios más profundos, puede ser que se encuentren las verdades más reveladoras.