La tradición de honrar a los Santos Patronos de Córdoba nunca pasa de moda. Con la llegada del Año Jubilar dedicado a San Pelagio, la ciudad se vistió con sus mejores galas para una celebración que involucró a toda la comunidad educativa de la Fundación Santos Mártires. Una ocasión que, además de ser un evento religioso, se ha convertido en un fenómeno social y cultural. ¿Quién no se ha dejado llevar por el fervor y la alegría que emanan estas festividades? Es como ver a un niño que recibe su primer regalo de cumpleaños, la sonrisa iluminando su rostro.

Un evento que une a la comunidad

Este evento no es solo para los devotos, sino para todos: alumnos, profesores, personal y familias. Durante semanas, se prepararon en las aulas, reflexionando y orando. Parece que la espera terminó, y el día llegó con una procesión que resonó por las calles de Córdoba. Al igual que muchos recuerdos de mi infancia, donde las festividades se palpaban en el aire, la comunidad estaba lista para celebrar.

La oración y la reflexión como parte de la experiencia

Durante la misa previa en la Catedral, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, resaltó la importancia de la fe, recordando la trágica historia de San Acisclo y Santa Victoria, quienes fueron asesinados en tiempos de Diocleciano. Su sangre derramada se convierte en la semilla de nuevos cristianos. Esta frase resonó en mí, como una melodía que no cesa, recordándonos que la historia de los mártires aún vive entre nosotros.

¿Alguna vez has sentido que las tradiciones se desvanecen con el tiempo? Es un tema recurrente en nuestras conversaciones. Sin embargo, aquí hay una prueba viviente de que lo que comenzó hace siglos sigue inspirando y generando vocaciones. La presencia de la banda del Cristo del Amor, interpretando la hermosa marcha «Virgen de los Estudiantes», adornó aún más el ambiente. Esa música, flotando en el aire, desató la nostalgia de días escolares, donde llevábamos uniformes y una despreocupada felicidad.

Una tradición que se nutre de la historia

En esta cuarta edición de la celebración, la procesión culminó en el Seminario San Pelagio, donde se forman los nuevos sacerdotes. Es un lugar que simboliza esperanza. A veces me pregunto, ¿qué pasaría si todos los hogares tuvieran un pequeño rincón dedicado a la fe? Algo tan sencillo como un espacio para la reflexión. Los catequistas, la familia y la escuela se erigen como auténticos «semilleros de vocaciones». ¿No te parece fascinante?

San Pelagio: 1100 años de legado

En el aniversario número 1100 de su martirio, San Pelagio se convirtió en el protagonista de la jornada. El obispo Fernández destacó su valentía al preferir el martirio antes que las tentaciones de Abderramán III. Es un recordatorio poderoso de que, a veces, debemos enfrentarnos a situaciones difíciles. Me viene a la mente una anécdota: una vez estuve en una situación en la que también debía elegir entre lo fácil y lo correcto. Opté por lo correcto, pero hubo un alto costo. San Pelagio fue un verdadero ejemplo de integridad.

«Hoy es un día de fiesta muy grande», declaró el obispo. Mientras escuchaba sus palabras, me di cuenta de que el simple hecho de reunirnos, de volver a conectar, ya es una victoria. La fe, en todas sus formas, no se trata solo de religión, sino de comunidad, de amor y de apoyo mutuo.

La persecución de los cristianos hoy en día

La celebración no se detuvo ahí. El obispo tocó un tema profundamente relevante: los 300 millones de cristianos perseguidos en todo el mundo. Pensé en lo lejos que hemos llegado, pero también en cuántas luchas aún persisten. A veces, cuando leemos noticias sobre violaciones de derechos humanos y persecuciones religiosas, es difícil no sentirse abrumado. Pero el obispo usó el color rojo, que representa la sangre de los mártires, para invocar conceptos como el perdón y la convivencia, como si estuviera diciendo que estas situaciones deben inspirarnos a actuar.

Es un recordatorio de que la fe puede ser una herramienta poderosa para construir puentes y fomentar la caridad. ¿No deberíamos cuestionar nuestras propias contribuciones al mundo que nos rodea? Reflexionando sobre la Jornada Mundial de los Pobres, el obispo planteó una pregunta provocativa: «¿No es España una nación católica? No debería haber pobres». Esto resonó en mí como un eco que me acompañará por un tiempo.

La iniciativa de la Fundación Santos Mártires

La directora de la Fundación Santos Mártires de Córdoba, Rocío Asensio, también asistió a la eucaristía. Su presencia era un símbolo de la esperanza y el compromiso que tienen en esta obra de educar y formar en la fe. ¿Cómo se siente saber que estás formando el futuro de tantos jóvenes? Estoy seguro de que debe ser abrumador y, a la vez, gratificante.

Como educadores, ¿no es nuestro deber sembrar las semillas de la fe en nuestros jóvenes? Es un desafío en la actualidad, donde los valores parecen estar en constante cambio. Sin embargo, es este tipo de iniciativas las que crean un «clima cristiano» propicio para el crecimiento espiritual.

Un futuro lleno de esperanza

En un mundo donde muchos buscan respuestas en lo material, la fe se ha convertido en una excepción. Nos embriagan las redes sociales, las tendencias y las modas, pero esta celebración nos recuerda que hay algo más grande. Hay que mirar más allá del «aquí y ahora». En cada sonrisa, cada oración y cada paso en la procesión hay una historia de amor y sacrificio que nos atañe a todos.

¿Te imaginas un mundo donde cada uno de nosotros contribuya a la creación de esa comunidad amorosa? Sería un lugar donde la amabilidad y el amor fueran la norma, no la excepción. Quizás, la clave resida en seguir el legado de estos santos, que supieron enfrentar adversidades con fe inquebrantable.

Reflexiones finales

En conclusión, la celebración de los Santos Patronos de Córdoba en este Año Jubilar no solo es un testimonio de la fe cristiana, sino también de una comunidad unida y comprometida con sus valores. Ya sea que nos sintamos religiosos o no, todos podemos aprender algo de esta experiencia: la importancia de la comunidad y la esperanza en tiempos difíciles.

Es una celebración que va más allá de las tradiciones, una que nutre el alma y recuerda la sangre derramada en nombre de la fe. Al final, quizás no se trata de las preguntas que nos hacemos sobre los eventos, sino de cómo nos hacen sentir en nuestro interior. ¿No es eso lo que realmente importa?

Las festividades religiosas tienen un poder especial; recuerdan que no estamos solos. Así que, la próxima vez que se acerque un evento así, no te desanimes. Solo considéralo una oportunidad de conectar, reflexionar y, por qué no, reírte un poco mientras te das cuenta de que es mucho más que una ceremonia: es un regalo para todos aquellos que desean vivir en amor y esperanza.