Durante una agradable tarde del mes de octubre en Mallorca, mientras el aire fresco comenzaba a presagiar la llegada del invierno, un acontecimiento insólito tuvo lugar en el aeropuerto de la isla. Una ciudadana alemana fue detenida no por ser sospechosa de algo turbio, sino porque, en su equipaje, se hallaron miles de restos arqueológicos. Sí, leíste bien, y no, esto no es parte de una trama de una serie de televisión de detectives. Es un verdadero recordatorio de que el expolio de nuestro patrimonio cultural está más presente de lo que pensamos. Y vamos, que más de uno se haría una pregunta retórica al respecto: ¿de verdad hay gente que se lleva tesoros de otros países como si fueran artículos de souvenir?

Un problema que nos atañe a todos

El expolio de bienes culturales es un tema complicado que se remonta a varias décadas, si no siglos. La historia del expolio en las Illes Balears se remonta al siglo XVIII, cuando las grandes potencias coloniales como Inglaterra, Francia y Alemania, en su ansia por mostrar su poderío, comenzaron a saquear las culturas de los países que colonizaban. Lo que parece una aventura arqueológica ahora nos revela un grave problema. Según el periodista y filólogo clásico Antoni Janer, algunos de los tesoros arqueológicos más significativos de las Illes Balears están ahora lejos de su hogar, siendo exhibidos en museos de distancia, arrojando una sombra sobre la historia y la identidad cultural de la región.

Aquí me viene a la mente una anécdota personal. Recuerdo que cuando era niño, tenía la costumbre de coleccionar piedras. Al principio, eran solo piedras: alrededor de mi casa, en el parque, incluso en la playa. Hasta que un día me dio por pensar que esas piedras eran realmente «tesoros». Pero nunca me imaginé que había gente que tomaba los «tesoros» de otros como si fueran simplemente recuerdos de viaje. Desgraciadamente, aquí el «tesoro» es mucho más valioso.

La cultura talayótica y su legado

La cultura talayótica, que se desarrolló en Mallorca y Menorca durante la prehistoria, representa una de las joyas más importantes de este expolio. Sus monumentos y restos, como los conocidos Bous de Costitx, han sido dispersados por todo el mundo. Y, ¿qué hay de piezas como la Dama d’Eivissa, que forman parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional? Cuanto más profundizo en este tema, más me doy cuenta de que no se trata solo de objetos; estamos hablando de identidades culturales, de historias que se cuentan a través de cada pieza.

La importancia del contexto de estas piezas no puede subestimarse. Toni Puig, un arqueólogo mallorquín, menciona que cada objeto perdido es como una página faltante de un libro. Imaginen abrir un libro y encontrarse con frases que simplemente no están. Sería frustrante, ¿no? Eso es lo que le está ocurriendo a nuestra comprensión de la historia.

Las dimensiones del expolio

En la actualidad, la colección de piezas arqueológicas es alarmante. Cada vez más arqueólogos y especialistas denuncian que casi todas las colecciones, tanto privadas como públicas, tienen alguna conexión con un expolio. Se vuelve un dilema moral: ¿es ética la adquisición de piezas arqueológicas en un mercado que, en su mayoría, opera sin rendir cuentas?

A veces, me pregunto qué ocurriría si cualquier coleccionista activo del presente tuviera que dar cuenta de la historia de cada pieza en su colección. ¡Imaginen a un ávido coleccionista en una subasta teniendo que explicar la auténtica «historia» de su valioso artefacto! Hay un claro peligro en jugar con el legado cultural, una imprudencia que se teje en el tejido mismo de nuestra historia.

El dilema de la devolución

Y, entonces, llega la gran pregunta: ¿deberían devolverse estos objetos? Este dilema ha abierto un debate feroz entre arqueólogos, conservadores y administraciones. Algunos advierten que devolver las piezas puede terminar en una especie de «caja de Pandora» donde cada país exigiría la restitución de sus piezas, lo que tendría un impacto tremendo en museos que han sido construidos sobre el expolio.

Un ejemplo reciente es el de la diosa Tanit, que fue descubierta en el yacimiento de Puig d’es Molins en Eivissa. Su representación está en un museo en Barcelona, pero ¿acaso su historia puede ser completamente comprendida fuera de su contexto original? La historia de la diosa más importante de la mitología cartaginesa está en gran medida determinada por su lugar de hallazgo, lo que plantea preguntas sobre la ética detrás de su exhibición fuera de casa.

Insisto en que el dilema no se mide solo por la legalidad, sino por la humanidad. La conexión que tenemos con nuestro pasado cultural es crucial. ¿Acaso no sentimos que, como sociedad, tenemos la responsabilidad de preservar nuestra historia?

La escasez de voluntad política

Un tema recurrente en esta discusión es la falta de voluntad política y la ausencia de recursos para perseguir la devolución de estos objetos. De hecho, el actual Gobierno español ha expresado la necesidad de «descolonizar» los museos nacionales, pero la implementación de soluciones ha sido lenta y, a menudo, frustrante.

Con toda esta situación, uno podría preguntarse: ¿realmente faltan los medios o lo que falta es motivación? La promesa de un cambio está en el aire, pero las acciones concretas son escasas. La aprehensión de la señora alemana no es más que el último episodio de una historia que apenas empieza.

La esperanza en el futuro

A pesar de estos dilemas inquietantes, hay razones para ser optimistas. La creciente conciencia sobre la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural está ganando terreno. Las nuevas generaciones de arqueólogos y conservadores están empujando en la dirección correcta, aunque la carga política aún se siente como una piedra en sus espaldas.

Quiero resaltar un punto especial aquí: el interés de la ciudadanía por reservar su espacio en la preservación del patrimonio cultural es cada vez más fuerte. La gente quiere conocer sus raíces y están comenzando a tomar medidas, desde participar en excavaciones hasta apoyar campañas para la devolución de objetos expoliados. ¿No es maravilloso que el futuro esté también en manos de los ciudadanos?

El papel de los museos

La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿existen lugares suficientemente preparados para recibir estos tesoros si vuelven a casa? El Museu de Mallorca, por ejemplo, está en camino de abrir una nueva sala dedicada a la arqueología. Esto podría proporcionar una solución viable para que las piezas icónicas, como los Bous de Costitx, sean finalmente expuestas en su hogar.

No obstante, hablar de museos es también hablar de responsabilidad. Es un lugar que debe contemplar no solo el exhibir las piezas, sino también el educar a la población sobre su valor cultural e histórico. La historia no debe ser solo un artefacto en un cristal; debe ser una experiencia.

Conclusión: el cambio está en nuestras manos

El expolio histórico y cultural en las Illes Balears es un tema denso y apasionante. Desde la fascinación por lo antiguo hasta las lecciones que podemos aprender en el camino, estamos enfrentados a una batalla contra el olvido. La historia requiere más que solo atención; requiere acción.

La próxima vez que leas sobre una pieza arqueológica que ha hecho el camino de regreso a su hogar, quizás recordarás este artículo y pensarás en la importancia de nuestro patrimonio cultural. Al final del día, lo que se encuentra en los museos debe ser un reflejo de nuestra diversidad cultural, no solo un baluarte de la historia colonial.

Es posible que una ciudadana alemana estuviera, de una manera u otra, llevando en su equipaje el eco de un pasado que, aunque lejano, aún nos establece un diálogo presente. Sin duda, la historia no solo se escribe con la palanca del excavador o el bisturí del arqueólogo. Nos involucra a todos, en todo momento.

Así que, la próxima vez que pienses en tesoros, no te quedes en las piedras brillantes, sino profundiza en las narrativas que estas guardan. ¿No es más emocionante explorar la profundidad de la historia a través de su contexto en lugar de solo admirar el objeto en sí? ¡Eso sí que es un verdadero tesoro!