La libertad de expresión ha sido, sin lugar a dudas, uno de los grandes logros de la humanidad. Sin embargo, en la era de las redes sociales, ese derecho fundamental parece estar bajo ataque, y no solo por gobiernos represivos. En España, organizaciones como Abogados Cristianos han hecho del acoso y la intimidación su modus operandi, persiguiendo a artistas y activistas que se atreven a ofender sus creencias. Pero, ¿hasta dónde llegarán?

La demanda como arma

Recientemente, hemos asistido a una descarada ofensiva legal por parte de Abogados Cristianos y su facción afín, Hazte Oír, contra los cómicos Lalachus y David Broncano, además de RTVE y su presidente José Pablo López. Esta no es una batalla legal cualquiera. Aquí se está poniendo a prueba la línea entre la libertad de expresión y los “sentimientos religiosos”, un tema tan difuso que podría incluir cualquier cosa, desde una comedia sobre la Noche Vieja hasta un meme sobre lo que se nos ocurra.

¿Y qué busca realmente esta organización? Además de una condena judicial, aspiran a un boicot mediático que aplaste la voz de aquellos que se atreven a desafiar sus dogmas. Es evidente que el objetivo no es solo ganar en los tribunales, sino crear un efecto intimidatorio que se extienda más allá de las sentencias.

Un poco de historia: de la Inquisición a la cancelación

Hablando de intimidación, me recuerda un episodio de mi vida. Cuando era niño, solía contar chistes sobre todo, a veces incluso sobre religión. Mis amigos se reían, pero hubo un papá que me miró con tal desaprobación que me hizo sentir como si hubiera sido excomulgado. La mirada que me lanzó era más escalofriante que cualquier historia de terror.

La historia está llena de Inquisiciones, donde aquellos que pensaban diferente eran perseguidos ferozmente. Si bien hoy no estamos ante hogueras físicas, la quema de la reputación en redes sociales puede ser incluso más devastadora. Sí, amigos, el mundo ha cambiado, pero las tácticas parecen más viejas que el vino.

La SLAPP: ¿una estrategia de acoso?

Una de las cosas que más me impacta de esto es cómo estas demandas se inscriben dentro de lo que se conoce como SLAPP (Strategic lawsuits against public participation). Este término se refiere a demandas que no buscan necesariamente ganar en tribunales, sino silenciar y amedrentar a sus objetivos. En el caso de Lalachus y Broncano, no hay dudas de que el objetivo es claro: hacerles la vida imposible.

La creciente acumulación de estas querellas lleva a preguntarnos: ¿quién se atreverá a alzar la voz si, por hacerlo, recibe una denuncia? Amigos, el juego es peligroso. Aquellos que piensen que están a salvo de consecuencias porque llevan la razón, piénselo dos veces.

La vulnerabilidad de los artistas y activistas

No quiero sonar dramático, pero ¿puede resultar realmente difícil ser creativo en un entorno donde cualquier broma, sketch o comentario podría llevarte a los tribunales? Hace poco, una amiga mía, actriz en una popular serie de televisión, me confesó su temor de que algo que dijera en una entrevista la llevara a una demanda. “¡Y eso haría que mi carrera se fuera al garete!” me decía con angustia.

La realidad es que la autocensura crece con cada denuncia presentada, y eso es un daño tangible a la libertad de expresión. Al final del día, uno tiene que cuestionarse: ¿Estamos dispuestos a sacrificar el humor y la creatividad en aras de no ofender a nadie? La respuesta parece ser un apretado “no, pero…”.

Presión a los juzgados: el reto de la ley

Cuando hablamos de leyes, nos encontramos en un mundo confuso. Por un lado, está la Recomendación 1805 del Consejo de Europa, que indica que no se deben castigar las meras blasfemias a menos que se conviertan en incitación a la violencia. Pero, ¿cuántas veces vemos que estas pautas son ignoradas en el afán de castigar a aquellos que son percibidos como «herejes»?

Y aquí la carga de la prueba recae en esos querellantes. Tendrán que demostrar que Lalachus y Broncano actuaron con la intención de ofender a ese 18,2% de católicos practicantes en España. ¿Acaso es posible hacer tal demostración? Este es, sin duda, un asunto complicado. A veces me pregunto si las leyes fueron escritas para adaptarse a nuestras a menudo absurdas realidades.

¿Qué significa ofender?

Lo que resulta interesante es la subjetividad del concepto de ofensa. Uno podría ofender sin quererlo y sin considerarse culpable desde un principio. Personalmente, recuerdo una vez que subí una foto en mis redes sociales donde simplemente intentaba ser ingenioso, y en lugar de risas recibí un aluvión de comentarios en contra. Pero eso es el asunto de la vida moderna, ¿no? Estamos todos al borde del dedo acusador en un ambiente de constante escrutinio.

El impacto en la comunidad artística

Hablemos de otro punto importante: el impacto en la comunidad artística. Si están pensando en convertir a Lalachus y Broncano en mártires de la libertad de expresión, recuerda que muchos otros talentosos artistas están viendo esto desde un rincón oscuro.

Cualquier broma que se tome en el contexto incorrecto puede hacer que se enfrenten a consecuencias severas. “¿Realmente vale la pena arriesgar mi carrera solo por hacer reír a la gente?” se pregunta un conocido comediante. El impacto se siente y se expande como un virus.

Un futuro incierto para la libertad de expresión

Así llegamos a un punto crítico. ¿Estamos dispuestos a dejarnos amedrentar por unas pocas organizaciones con júbilo por adjudicarse el papel de defensores de la moralidad? Lo curioso es que, a pesar de su historial de fracasos en los tribunales, siguen presionando. Tal parece que lo que buscan es un control social, un círculo cerrado donde la única forma de ser parte sea estar de acuerdo con sus conceptos.

Recordemos aquellos días en que podíamos reírnos libremente. ¿Acaso vamos a dejar que el miedo nos haga perder nuestras risas?

La necesidad de una respuesta colectiva

Es crucial que como sociedad dejemos claro que la libertad de expresión es un derecho que no debe ser manoseado por el miedo o la intimidación. Ante estos ataques, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Es posible que un día nos despertemos en un mundo donde todo chiste sobre creencias o ideas se ha convertido en un terreno minado. ¿Te imaginas eso? Y si alguna vez has estado en una conversación donde alguien usa frases como “Oh, no deberías decir eso”, sabes exactamente de lo que hablo.

La verdad es que la comunidad artística necesita el apoyo de todos nosotros. Que se alce una voz colectiva que diga “no” a la censura. Solo así podremos recuperar el terreno perdido y asegurar que nuestros hijos tengan un futuro donde puedan reír y expresarse sin miedo a represalias.

Conclusión: hacia un nuevo renacer

Con todas las cosas consideradas, es claro que la amenaza a la libertad de expresión es real y tangible, pero esa misma amenaza puede unirnos, hacernos más fuertes y más creativos. Aunque la Inquisición moderna pueda estar en marcha, creo firmemente que podemos resistir.

Ahora bien, aquí tenéis mi pregunta final: ¿estás dispuesto a defender tu derecho a hablar y reír sin temor? Porque si la respuesta es “sí”, entonces juntos, podemos hacer que el eco de nuestras risas retumbe aún más fuerte ante el silencio de aquellos que desean callarnos.

Al final del día, la risa debería ser el mejor remedio. Y tal vez, solo tal vez, algún día contemos historias sobre cómo los cómicos no solo nos hicieron reír, sino que también nos enseñaron a luchar. ¿Te imaginas cómo sería recordar estos días en el futuro? Una especie de reverencia hacia aquellos que se atrevieron a cuestionar y a desafiar. Al menos, eso espero.