La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que arrasó la provincia de Valencia es un recordatorio escalofriante de que la naturaleza puede ser impredecible y devastadora. Mientras muchos de nosotros estábamos cómodamente en casa, viendo Netflix o tratando de encontrar la receta perfecta para el pan, otras personas se enfrentaban a una tormenta que cambiaría sus vidas para siempre. Uno de esos relatos es el de Yolanda García, una pediatra valenciana de 39 años, que vivió en carne propia la furia de la naturaleza mientras sus amigos y familiares probablemente ni se imaginaban lo que estaba sucediendo a solo unos kilómetros de distancia. Hoy, quiero contarte detalladamente su historia y cómo, por poco, pudo convertirse en una de las muchas víctimas de esta catástrofe.

Días normales en la vida de Yolanda

Déjame llevarte a esa tarde del martes, donde todo parecía ser un día más. Yolanda, como muchos de nosotros, decidió aprovechar su tiempo libre para ir de compras. En su mente, nada presagiaba el caos que pronto se desataría. Al igual que cuando olvidamos llevar paraguas un día de lluvia —porque, ¿quién quiere estar cargando con eso todo el tiempo, verdad?— Yolanda decidió que ese día no era necesario estar al tanto de las condiciones meteorológicas. Ni siquiera encendió la televisión.

La llegada de la tormenta

Cuando ella se dirigía a una tienda de ropa en Alfafar, el clima se veía tranquilo. Sin embargo, mientras avanzaba en su trayecto, comenzó a notar que las calles estaban inusualmente vacías, y un inminente atasco monumental la obligó a detenerse. ¿Te imaginas estar atrapado en un embotellamiento sin saber si es por una simple fiesta o por una tormenta apocalíptica? Yolanda, ajena a todo, decidió que lo mejor era regresar a casa. Fue en ese momento cuando su móvil sonó con una alerta de Protección Civil, sugiriendo evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia. Pero, como muchas veces en la vida, fue demasiado tarde.

«Era un ambiente rarísimo»

Cuando finalmente llegó a Alfafar, Yolanda se encontró con un ambiente extraño. En sus palabras, “no había luz en algunas vías y gente caminando de aquí para allá con el móvil en la mano…”. Imagina la escena: un grupo de personas sintiendo que algo raro pasa, pero sin saber exactamente qué. Es como estar en una película de terror donde los personajes deben descubrir el peligro inminente, pero no tienen idea de ello. Ahí estaba Yolanda, preguntándose por qué veía agua en las calles y cómo había llegado a esta situación inesperada.

Pero no todo estaba perdido. Fue entonces cuando conoció a su ángel de la guarda. Una mujer, sin pensarlo dos veces, le ofreció refugio en su casa. ¿Cuántas veces hemos sido testigos de actos de bondad desinteresada justo cuando más los necesitamos? Sin duda, ese fue un momento clave para su sobrevivencia.

La noche en la casa de su refugio

Yolanda pasó la noche en la casa de esta desconocida, lidiando con la incomodidad de no tener luz ni agua. ¿Te imaginas la situación? Esa mezcla de agradecimiento y ansiedad debe haber sido abrumadora. “Al menos tenía el móvil con bastante batería para poder comunicarme y decir que estaba bien”, recuerda. Lo que hubiera dado en ese momento por tener un WiFi estable, aunque sea para mirar memes y reírse un poco en medio del desastre.

El desenlace al amanecer

A la mañana siguiente, una vez el nivel de las aguas había descendido, Yolanda decidió que era el momento de buscar su coche. La escena que encontró a su alrededor era surrealista, casi digna de una película de Hollywood. “Un escenario de película de terror, apocalíptico; no daba crédito”, cuenta. Las imágenes de la tormenta se afincaron en su memoria, y cada paso que daba le confirmaba que había sobrevivido a una catástrofe de dimensiones desconocidas.

Aquí, es crucial mencionar que muchas personas no tuvieron el mismo desenlace. Hay quienes no lograron salir a tiempo, quienes perdieron todo lo que tenían. Cada historia representa un eco de dolor y resiliencia. Pero estamos aquí para hablar de cómo Yolanda, con su propio relato, es un reflejo de la lucha humana ante la adversidad.

La ruta de regreso a casa: cuando la incredulidad se vuelve rutina

El deseo de volver a casa era fuerte, así que comenzó su trayecto a pie. En ese camino, se encontró con múltiples obstáculos, algunos físicos, como coches amontonados, y otros emocionales, como la angustia de ver a sus seres queridos a través de una ventana. ¿Cómo se siente pasar por una situación como esa? Imagina ver a tu tía, pero no poder abrazarla. La impotencia se convierte en un compañero oscuro que la gente debe aprender a manejar durante estos desastres.

Preguntas sin respuesta

Durante su caminar, no dejó de hacerse preguntas: “¿Por qué no vi las noticias? ¿Por qué no me di cuenta de lo que estaba pasando?”. Esos momentos de autocrítica pueden ser como un bocado agrio en la boca. Pero, al final del día, todos estamos en este viaje llamado vida, donde la ignorancia a veces se convierte en un refugio.

La empatía colectiva en tiempos de crisis

A raíz de este evento, se vuelve vital recordar la importancia de la solidaridad. En eventos de gran magnitud como este, la comunidad se une. Se brindan ayudas, se abren los corazones, y la gente comienza a colaborar. La capacidad de empatía que tenemos como seres humanos es, en definitiva, lo que nos saca adelante. Yolanda es una sobreviviente, sí, pero también representa a todos aquellos que brindaron su mano y ayudaron a su comunidad en los momentos más oscuros.

Reflexiones finales

Hoy, cuando miro hacia atrás en la historia de Yolanda, me doy cuenta de que no solo sobrevivió a una tormenta, sino que también se enfrentó a sus propios miedos y ese insidioso llamado a lo inesperado. Sus experiencias nos enseñan que nunca debemos subestimar el poder de la naturaleza, y, sobre todo, que mantenernos informados y cuidar de nuestras comunidades es fundamental. A veces, la vida puede ser tan inesperada como salir a comprar ropa deportiva y terminar en medio de una historia épica de supervivencia.

Como conclusión, la DANA que afectó Valencia dejó una huella imborrable en la memoria de quienes vivieron la experiencia. Estamos aquí para recordarte no solo las tragedias, sino también la resiliencia que nacen de estas historias. ¿Alguna vez has estado en una situación donde te sentiste completamente perdido? La vida, en su esencia más pura, a veces nos sorprende y, aunque las circunstancias pueden parecer sombrías, siempre habrá luz al final del túnel. La pregunta es, ¿estamos dispuestos a buscar esa luz juntos, en comunidad y solidaridad?


Esa es la historia de Yolanda y las lecciones que todos podemos aprender de su experiencia. A veces, tomamos la vida y los días «normales» por sentado, pero es en esos momentos cruciales que nos damos cuenta de que la unión y la empatía pueden cambiarlo todo. Así que, en tiempos de crisis como estos, no olvidemos ser ese ángel de la guarda que otros pueden estar necesitando.