En el escenario internacional actual, donde las tensiones son más palpables que nunca, surge una carta abierta que ha despertado atención y polémica. Veintidós antiguos ministros de relaciones exteriores de Latinoamérica han decidido alzar la voz y plantear una petición nada menos que al secretario general de la ONU, António Guterres. ¿El motivo? Proponer que Rusia sea suspendida de su membresía en la Asamblea General, un eco de la controversia del pasado que recuerda la suspensión de Sudáfrica en 1974. Pero, ¿qué hay detrás de esta audaz solicitud?
Contexto de la solicitud
Antes de sumergirnos en la carta misma, es importante entender el contexto. La guerra en Ucrania ha dejado un rastro de devastación y sufrimiento humano que es imposible ignorar. Según datos recientes de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, los meses de julio y agosto han sido particularmente crueles, marcando un hito en la cifra de muertos civiles. De hecho, se estima que el 84% de las más de 10,000 muertes documentadas hasta febrero de 2023, fueron causadas por ataques con explosivos en áreas pobladas. Esto no es solo un número; detrás de esos datos hay historias de familias desgarradas, sueños truncos y comunidades en duelo.
¿Pueden imaginar lo que debió sentir una madre que perdió a su hijo en un ataque inesperado a una cafetería en Hroza? O el terror de aquellos que se encontraban en una pizzería en Kramatorsk el día que la bomba cayó. Esa es la realidad que los firmantes de la carta quieren que el mundo reconozca. Se mencionan casos concretos que subrayan la crueldad de los ataques rusos, lo que añade peso a su argumentación.
La carta y sus firmantes
La misiva, firmada por una variedad de exministros de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Panamá, Perú y Uruguay, no solo busca llamar la atención sobre la crisis actual, sino que también exige un cambio fundamental en cómo opera la ONU ante un miembro del Consejo de Seguridad que parece ignorar sus responsabilidades.
Entre los firmantes se encuentran figuras prominentes como Antonia Urrejola de Chile, Diego García-Sayán de Perú, Jorge Castañeda de México y Noemí Sanín de Colombia. Estos exministros no son solo nombres en una lista; cada uno trae consigo una historia, una experiencia que les otorga credibilidad, y si hay algo que sabemos es que la credibilidad es clave en la diplomacia internacional.
Pero, hablemos de la pregunta fundamental: ¿debería Rusia ser suspendida de la ONU?
La respuesta, al menos desde la perspectiva de estos exministros, es un rotundo sí. En su carta, argumentan que lo que está ocurriendo en Ucrania no es simplemente un conflicto bélico; es una violación sistemática de la carta de la ONU y un desprecio total por las convenciones internacionales que, en teoría, deberían proteger a los civiles en tiempos de guerra. Esto es un punto que no se puede tomar a la ligera; de hecho, si uno rasca la superficie, esta idea de la responsabilidad en el ámbito internacional tiene raíces profundas y complicadas.
El papel de la ONU y sus contradicciones
La ONU, fundada tras la Segunda Guerra Mundial, fue creada con el propósito de mantener la paz y la seguridad internacionales. Sin embargo, muchos críticos han señalado que el desempeño del organismo, especialmente del Consejo de Seguridad, ha sido inconsistente. A menudo, las acciones de sus miembros permanentes parecen estar guiadas por intereses propios en lugar de un compromiso genuino con la diplomacia y la paz.
¿Cuántas veces hemos visto a los cinco miembros permanentes – EE. UU., Rusia, China, Francia y el Reino Unido – utilizar su poder de veto para proteger sus propios intereses? La posición de Rusia en este contexto es particularmente compleja, ya que el país no solo es un miembro del Consejo, sino que también es el agresor en el conflicto actual. Así, el dilema que enfrenta Guterres y la comunidad internacional es monumental: ¿cómo se responde a un miembro que parece estar rompiendo las reglas del juego?
Los firmantes mencionan que la suspensión de Rusia sería un paso hacia la recuperación de la credibilidad de la ONU. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿sería suficiente? La historia tiene ejemplos de otros países, como Sudáfrica, que han sido suspendidos debido a violaciones a los derechos humanos. Pero debemos preguntarnos: ¿realmente ha cambiado algo en la forma en que funciona la ONU después de esas decisiones?
Un patrón de comportamiento criminal
Un punto que la carta enfatiza es que el comportamiento de Rusia no es una serie de incidentes aislados; es parte de un patrón sistemático de ataques deliberados contra civiles. Para los firmantes, esto no solo señala una violación de los derechos humanos, sino que también evidencia una amenaza a los principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario.
¿No es inquietante pensar que lo que está en juego es mucho más grande que la guerra en Ucrania? Si se permite que uno de los miembros más poderosos de la ONU actúe impunemente, ¿qué mensaje estamos enviando al resto del mundo? La carta menciona que esta estrategia de ataque deliberado está socavando el «edificio» del Derecho Internacional Humanitario, que podría volverse irrelevante si no hay consecuencias tangibles para el comportamiento de Rusia.
Los firmantes de la carta, además, son conscientes de que este no es un problema que afecta solo a Ucrania. La referencia a otros conflictos como los que se presentan en Gaza y Sudán resuena profundamente. Se están cometiendo crímenes de guerra y contra la humanidad en varias partes del mundo, y la comunidad internacional necesita abordar estas cuestiones de manera coherente. La hipocresía en las respuestas a las crisis humanitarias a menudo ha minado la confianza pública en las instituciones que supuestamente están allí para protegernos.
La historia detrás de la ONU y la importancia de la acción
Lo que muchos no saben es que los representantes latinoamericanos jugaron un papel fundamental en la creación de la ONU. Fueron cruciales para la inclusión de la prohibición del uso de la fuerza entre naciones en la carta fundacional. Curiosamente, Colombia y Cuba fueron los únicos que se opusieron a conceder poder de veto a ciertos miembros del Consejo de Seguridad. Si uno se detiene a pensar, este rechazo refleja un idealismo que fue rápidamente desdibujado por la realidad política.
Entonces, ¿qué podemos aprender de esto? La historia de la ONU es una lección sobre la importancia de la justicia, la rendición de cuentas y la vigilancia continua. Con cada violación que permanece sin respuesta, se socava un poco más la autoridad de la ONU, y eso debería preocuparnos a todos.
Reflexionando sobre el futuro
La solicitud de suspender a Rusia de la ONU es un recordatorio desgarrador de que los conflictos tienen rostro. No podemos permitir que se conviertan en solo estadísticas o noticias del día. Al final, lo que está en juego es cómo se respetan los derechos humanos en todo el mundo, y la esperanza de que algún día podamos vivir en un escenario donde la diplomacia y la paz verdaderamente prevalezcan.
Como bloguero y ciudadano del mundo, a menudo me encuentro preguntando: ¿qué más podemos hacer? Las cartas se envían, las reuniones suceden, pero ¿y los compromisos reales? ¿Y la acción? En un mundo donde los líderes parecen más interesados en la lucha por el poder que en proteger a sus ciudadanos, la demanda de justicia y responsabilidad es más crucial que nunca.
Es un momento en que todos deberíamos sentirnos instados a actuar, no solo mirar hacia otro lado. Con la voz de esos veintidós exministros resonando en la sala de la Asamblea General de la ONU, quizás estemos ante una oportunidad para reconfigurar el panorama de la diplomacia internacional.
Así que, a mis lectores, les dejo con esta reflexión: Este es el momento de involucrarnos, de preguntar, de debatir y, sobre todo, de actuar. La historia no se escribirá sola, y nosotros tenemos un papel que jugar. La comunidad global debe unirse para exigir cambios, porque al final del día, el futuro de la ONU, y con él el futuro del derecho internacional, podría estar en juego.