La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó la Comunidad Valenciana a finales de octubre nos dejó a todos con la boca abierta y los corazones latiendo a mil por hora. En un día de desastre absoluto, el impacto fue trágico: 227 víctimas mortales. Una cifra que nos hace cuestionar no solo los eventos naturales que se desencadenaron, sino también la gestión de la emergencia. ¿Cómo es posible que, en momentos críticos, la comunicación se interrumpa justo cuando más se necesita?

En este artículo, nos adentraremos en el complejo entramado de decisiones, errores y los temas cruciales que han salido a la luz tras la reunión del Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi). ¿Qué ocurrió durante ese frustrante «apagón» que paralizó la coordinación en un momento crucial? Vamos a desmenuzarlo todo, aunque advierto que, a veces, la verdad es más sombría que la ficción.

Un día fatídico: el inicio del desastre

Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Fue una de esas épicas historias de la «madre naturaleza» que parece sacada de una película de Hollywood. Con lluvias torrenciales y ríos que desbordaban, el escenario estaba montado para una tragedia. Pero en vez de un héroe que salve la situación, la respuesta fue un torbellino de confusiones y desacuerdos que dejó a muchos sintiendo que, en lugar de ser asistidos, estaban a la deriva.

La magistrada que lleva a cabo la investigación sobre el manejo del Cecopi ha solicitado a la Generalitat Valenciana informes detallados sobre esa crucial reunión del 29 de octubre. Lo que se debe investigar es esencialmente el “análisis de la toma de decisiones.” Las pausas en la comunicación durante momentos críticos son, sin duda, un tema espinoso para cualquier entidad encargada de la atención de emergencias.

La reunión que cambió todo: ¿decisiones críticas o confusión total?

¿Recuerdas ese momento en que todos estábamos conectados a una videollamada y alguien se cortó? No es precisamente lo que uno espera de un organismo que tiene la responsabilidad de salvar vidas. La consellera de Emergencias, Salomé Pradas, convocó al Cecopi casi diez horas después de que se emitiera el aviso rojo de Aemet. ¡Diez horas! A veces me pregunto si «emergencia» es sinónimo de «tómalo con calma» para algunos.

La reunión comenzó con un informe de varios organismos: Fuerzas Armadas, Protección Civil, y más. Alarmas se activaron entre las autoridades, especialmente en lo que respectaba a la presa Forata, que estaba muy cerca de colapsar. A eso de las 18:10, se optó por un receso que, para todos los presentes, se sintió como un apagón informativo: cámaras y audio cortados.

¿Qué pasó durante el apagón?

Durante esa hora de silencio ensordecedor, los debates estaban a flor de piel. Los miembros del Cecopi se encontraron divididos entre aquellos que abogaban por una alerta contundente y quienes pensaban que causar pánico sería aún peor. Es como si se estuvieran debatiendo los laureles del Premio Nobel de la Indecisión.

Un testigo en la reunión dijo que, tras una hora de «reflexiones», hubo una pregunta clave: «¿Queremos mandar el mensaje de una puta vez?» Esta situación me recuerda a esos momentos en los que el procrastinador en mí decide que, después de revisar unas docenas de videos de gatos, ya es hora de hacer algo productivo. A veces no hay tiempo que perder, y la urgencia debe prevalecer.

Tensión palpable y decisiones tardías

El notable apagón causó una interrupción casi surrealista en las comunicaciones. A medida que la presa Forata alcanzaba niveles peligrosos, la inacción en la sala se sentía como si en una película de terror, los protagonistas decidieran tomar un «pequeño descanso» justo cuando el monstruo se estaba acercando. Y así, las decisiones se volvieron temas de debate en lugar de acciones concretas en momentos de crisis.

La suposición de que una alerta podría contribuir a un «pánico complicado» resulta increíble. Pero ¿acaso no se dio cuenta nadie que la falta de comunicación también generaría un pánico aún mayor? Lao Tzu decía que «un viaje de mil millas comienza con un solo paso», y en este caso, el primer paso debería haber sido informar a la población.

Un final trágico: reflexiones sobre el sistema

Al final, lo que comenzó como una reunión aparentemente estructurada se convirtió en un mar de confusiones, donde solo hay que ver el número de llamadas entre los responsables para comprender que la situación no estaba bien controlada. Las conexiones continuaron cortándose, las decisiones demorándose y, más importante aún, la vida de las personas estaba en juego.

La magistrada se ha tomado este estudio muy en serio, y es comprensible. Las familias afectadas por esta tragedia no solo buscan respuestas, sino justicia, y es un deber moral asegurarnos de que este tipo de errores no se repitan.

¿Cómo evitar que esto vuelva a suceder?

A lo largo de los años, hemos sido testigos de numerosos desastres y emergencias, desde incendios forestales hasta inundaciones que testifican la necesidad de una sólida estrategia de comunicación en crisis. He tenido múltiples experiencias desafiantes en el campo de la gestión de emergencias (aunque mi nivel de estrés no logra igualar el de esos encuentros de alto riesgo).

La solución no es sencilla, pero hay algunos pasos que se pueden considerar:

  1. Formación continua: No se puede subestimar la importancia de actualizar las habilidades de quienes están a cargo de tomar decisiones durante emergencias. En la era digital, las herramientas de comunicación son clave, y deben usarse eficientemente.

  2. Integración tecnológica: Sistemas que mejoren la comunicación en tiempo real deben ser una prioridad. Si aquellos en el Cecopi hubieran tenido un sistema de mensajería interno que no dependiera de conexiones virtuales, probablemente habríamos evitado ese incómodo apagón.

  3. Simulacros constantes: Hacer simulacros realistas, donde todas las partes involucradas tengan roles y responsabilidades claras, asegura que todos conozcan sus tareas y que puedan actuar con rapidez y eficacia en caso de emergencia real.

  4. Comunicaciones abiertas con la comunidad: La población debe ser informada sobre los protocolos, señales de alarma y, sobre todo, estar empoderada para actuar. Jamás se debe subestimar la inteligencia pública; la educación es clave.

Conclusión: aprendiendo de las lecciones del desastre

Un eventual apagón informativo en el Cecopi durante un evento tan devastador no es solo un evento desafortunado, es una dolorosa lección que representa la necesidad urgente de un cambio en la gestión de emergencias en España. Mientras mucha gente aún llora la pérdida de sus seres queridos, nos queda a nosotros asegurarnos de que la historia de la DANA no se convierta en una tragedia repetitiva.

Así que, ¿qué te parece? ¿Es hora de que todos aprendamos un poco más sobre la importancia de la comunicación en tiempo de crisis, o preferirías seguir aprendiendo a base de golpes? La respuesta parece clara, y los que trabajamos en el ámbito de la gestión de emergencias tenemos el deber de abogar por cambios significativos. Aún hay esperanza de que la próxima vez esas memorables «reflexiones» se conviertan en acciones decisivas que salvaguarden vidas.