La vida es una montaña rusa de emociones, ¿verdad? Un día estamos en la cima, llenos de sueños y metas por cumplir, y al siguiente, nos encontramos en un sube y baja que nos pone a pensar sobre nuestras decisiones pasadas. Esta es una reflexión que resuena fuertemente en la última obra del dramaturgo Juan Jiménez Estepa, titulada ‘Whitehorse, Canadá’. No se trata solo de una representación teatral, sino de un espejo que nos muestra a muchos de nosotros, especialmente a esa generación de cuarentañeros que ha atravesado los meandros de la vida urbana.
Una trama cautivadora
La obra se centra en Alonso, un profesor de colegio privado que, de alguna manera, ha llegado a experimentar lo que muchos de nosotros conocemos: el famoso burnout. Con la insatisfacción apoderándose de él, decide hacer algo radical—desaparecer de su vida actual. Ahora, ¿alguna vez te has sentido así? ¿Te has preguntado si sería posible dejarlo todo atrás y empezar de nuevo? ¡Es una idea tentadora! Pero también aterradora, y eso es precisamente lo que Jiménez Estepa aborda con maestría.
La historia comienza con su decisión de dejar detrás amigos, familia y su querido perro, Omán. Sí, lo has leído bien, ¡su perro! ¿No es cómico cómo solemos aferrarnos a nuestros animales como si fuesen nuestros últimos salvavidas? Es como si, al pensar en dejar a nuestros amigos o familiares, dijéramos: «Bueno, siempre puedo alimentarme de la lealtad de mi perro». Pero, ¿qué ocurre con esas relaciones humanas que nos han condicionado y moldeado a lo largo de nuestra vida?
La ironía del abandono
Una de las cosas más interesantes de esta narrativa es cómo nos muestra la ironía del deseo de huir. En ocasiones, queremos escapar de nuestra vida actual, abrumados por el peso de las expectativas y responsabilidades. ¿Quién no ha soñado alguna vez con irse a una isla desierta, sin preocupación alguna, como en las películas? Así es como la obra pone en tela de juicio ¿es realmente posible desprenderse de todo?
Alonso se debate entre la necesidad de un nuevo comienzo y el dolor que su decisión provoca a los que le rodean. Quizás, en muchas ocasiones, los que amamos son los que más sufren cuando optamos por ser egoístas, y este dilema se amplifica en las interacciones que Alonso tiene con su hermana, su madre y su círculo cercano. Las discusiones sobre quién se preocupa más, quién sufre más, las expectativas de los demás y nuestro propio deseo de liberarnos son presentadas con una agudeza que solo alguien como Jiménez Estepa podría alcanzar.
Una mirada fresca a los conflictos modernos
El dramaturgo logra plasmar esta lucha interna sin caer en el cliché del típico “maduro que no sabe lo que quiere”, un tropo que ya está un poco desgastado, para ser sinceros. En lugar de eso, nos presenta a Alonso no como un héroe inmaduro, sino como un ser humano complejo, lleno de inseguridades y contradicciones. Es un reflejo de muchos de nosotros, cuyas ambiciones de juventud han sido reemplazadas por la realidad de la adultez.
Por ejemplo, todos tenemos ese amigo que protesta sobre la falta de significado en su vida, y ¿cuál es nuestra reacción? Un abrazo de consuelo y un toque de sarcasmo: “Venga, al menos tienes trabajo, ¡debes estar agradecido!”. Pero el tema subyacente es más profundo: la ansiedad y la confusión que enfrentamos al perdernos en lo que realmente deseamos.
Un elenco que brilla
El cast de ‘Whitehorse, Canadá’ es otro de los puntos fuertes. Carlos Algaba, quien interpreta a Alonso, se lleva todos los aplausos por su interpretación matizada y conmovedora. Su habilidad para mostrar los matices de un hombre que no solo lucha con su identidad, sino que también quiere escapar de sus problemas, crea una conexión genuina con el público.
A su lado, Teresa Mencía, interpretando a la hermana de Alonso, brinda el alivio cómico necesario en medio de las tensiones familiares. ¿No es graciosa la forma en que los hermanos suelen lidiar con sus problemas, a veces de manera más divertida que seria? Y esos momentos de risa son precisamente lo que permite a la audiencia respirar entre las intensas exploraciones emocionales de la obra.
Rasgos de comedia y drama se entrelazan, creando un equilibrio que mantiene al público al borde de sus asientos. La obra te hace reír y reflexionar, todo en un solo acto. Es como ese amigo que tiene el don de ir de la broma al sincero consejo en menos de un parpadeo.
Banda sonora: el eco de una generación
Uno de los aspectos más memorables de la obra es su banda sonora. La inclusión de temas de Radiohead (como “How to dissapear completely”) no es meramente decorativa; es un hilo conductor que conecta las experiencias de la generación de Alonso con la musicalidad de sus emociones. ¿Cuántas veces hemos escuchado esas letras y pensado: «¡Eso es exactamente lo que siento!»? La música es, después de todo, un poderoso vehículo para la conexión emocional.
La capacidad de Jiménez Estepa para utilizar estos elementos compositivos añade una capa adicional de profundidad a la narración. A medida que escuchamos esos acordes nostálgicos, la audiencia puede sentirse envuelta en el conflicto interno del protagonista, una experiencia que es tanto individual como colectiva.
La escenografía: arte minimalista
No podemos dejar de mencionar la escenografía diseñada por Teatro cinco. Aunque es sencilla, cada elemento es simbólico; unos troncos cortados que permiten la interacción de los personajes y que simbolizan tanto la vida en la naturaleza como la descomposición de las relaciones que están en juego. El escenario se convierte en un jardín de recuerdos y deseos no cumplidos.
Es un reflejo de cómo nuestras propias vidas están fundamentadas en decisiones cotidianas, esas que parecen insignificantes pero que, al final, son las que moldean nuestro camino. ¿Alguna vez te has sentado en un tronco y te has puesto a reflexionar sobre tus decisiones? Bueno, en la obra, esta escenografía ofrece esos momentos de pausa necesarios para que el público respire y reflexione.
Reflexiones finales: el poder del apego
El final de ‘Whitehorse, Canadá’ nos deja con una sensación de melancolía, pero también de esperanza. En una de sus últimas escenas, Alonso se enfrenta a la realidad de que no puede simplemente eliminar a las personas que ama de su vida. Esta reflexión se asemeja a los momentos de “¡Oh, cielos! ¿Qué he hecho?” que todos hemos tenido.
Porque, seamos sinceros, ¿quién no ha sentido alguna vez la ansiedad de salir corriendo, de irse a un lugar desconocido y de dejar atrás todo lo que le rodea? Pero al final del día, los vínculos que forjamos son los que realmente oscilan en el fondo de nuestro ser.
‘Whitehorse, Canadá’ no solo presenta un conflicto sobre la identidad y el deseo de escapar, sino que también nos recuerda que los apegos son inevitables. A medida que los personajes lidian con estas realidades, el espectáculo nos invita a cuestionar nuestras propias decisiones y anhelos. ¿Es posible realmente soltar esos lazos que nos atan, o estamos destinados a encontrarlos nuevamente, incluso en los momentos más oscuros?
Así que la próxima vez que sientas ese ardor de huir, recuerda a Alonso y su viaje. Tal vez, solo tal vez, la respuesta a todos nuestros dilemas no resida en desaparecer, sino en aprender a vivir plenamente en medio del caos que llamamos vida.