La XV Bienal de La Habana no es solo un evento de arte; es un espejo que refleja las complejidades de la vida cotidiana en Cuba. En un contexto donde el arte se entrelaza con la política, la más reciente edición, que se inauguró el 15 de noviembre y se extenderá hasta el 28 de febrero de 2025, se ha convertido en un escenario para la interacción social más que en un simple despliegue de habilidades artísticas. ¿Quién podría imaginar que una escultura en forma de capullo de flor, como la de Martin Steinert, se tornaría en una plataforma de expresión para los deseos y quejas de los cubanos? Pues sí, la nube de madera ha llegado y ha traído consigo una tormenta de pensamientos y emociones contenidas.

El arte como vehículo de expresión: la obra de Martin Steinert

Steinert, el escultor alemán que creó esta intrigante instalación, ha diseñado una obra que invita a la participación. Su intención de permitir que los visitantes escriban sus pensamientos, ideas y deseos en la madera, transforma una simple escultura en un auténtico diálogo comunitario. Es como si en cada madero se sellara una historia, un anhelo o un grito de protesta. La idea de que las quejas de los ciudadanos puedan ser parte integradora de la escultura es tanto poética como profundamente significativa.

Imagina que, en un parque, le pides a la gente que deje volar su imaginación y que plasme sus expectativas. ¿Alguien ha hecho eso en un lugar donde la libertad de expresión se encuentra tan restringida? La respuesta, evidentemente, es no. Cada vez que alguien se atreve a escribir allí, aunque parezca algo trivial, se enfrenta a un pequeño acto de rebeldía, un guiño al deseo de un cambio.

Si pudiera dar un consejo a los asistentes, sería: ¡llevad un bolígrafo! Porque la posibilidad de ser escuchado, aunque sea de forma efímera, es un lujo en el contexto cubano actual.

La sombra política sobre la Bienal

Sin embargo, no todo es color de rosa en esta fascinante exposición. El trasfondo político de la Bienal se desvela al ver cómo la policía política ha colocado agentes encubiertos alrededor de la Plaza de las Palomas, monitoreando intenciones y frustraciones. ¿Acaso la lucha por la expresión se convierte en un juego del gato y el ratón? Es como una obra de teatro donde los actores son forzados a cambiar sus guiones en cualquier momento por la intervención de fuerzas del estado.

A menudo, he comparado estas situaciones con intentar bailar en un salón lleno de zapatos de plomo. Cada intento de moverse hacia adelante se encuentra con frenos no visibles, y la gracia del arte se ve amenazada por el miedo y la represión. Però, irónicamente, ese mismo miedo hace que el deseo de expresarse se intensifique. Los cubanos han demostrado una y otra vez que la creatividad florece incluso en las condiciones más restrictivas.

La crisis de la Bienal: un reflejo de la situación económica

Este año, la Bienal ha enfrentado desafíos significativos. La crisis económica que azota la isla también ha impactado este evento, privándolo del esplendor y la grandiosidad de ediciones anteriores. Este contraste se hace palpable, dejando de lado el despilfarro de recursos que caracterizó a las ediciones pasadas, donde el arte y la política se mezclaban en un alarde de colores y extravagancia.

Mientras los artistas internacionales llegan a La Habana con expectativas, los seguidores locales se enfrentan a la dura realidad de una economía en caída libre. Anécdotas de aquellos que intentan sobrevivir con un salario de hambre abundan en cada esquina de la ciudad. ¿Cómo se puede hablar de arte en un lugar donde lo básico, como la comida y la vivienda, se convierte en un lujo?

Y aquí es donde se complica el asunto. Los artistas cubanos, con su aguda sensibilidad social, han comenzado a criticarse entre ellos, y algunos han optado por no participar en la Bienal. Esta decisión puede parecer un acto menor, pero es fundamental en un país donde la participación social a menudo se traduce en silenciar la voz de la disidencia.

El eco de la disidencia: Caso de Luis Manuel Otero Alcántara

Uno de los ecos más resonantes de disidencia proviene de Luis Manuel Otero Alcántara, un reconocido artista y activista que ha estado en prisión desde las protestas del 11 de julio de 2021. En las sombras de la Bienal, su voz permanece callada, pero su influencia sigue viva. Ha convocado a los asistentes a visitarlo en prisión en su proyecto «Fe de vida», un gesto que enlaza el arte con la lucha por los derechos humanos.

Como alguien que ha asistido a eventos artísticos donde la creatividad se siente más como una declaración política que como una exhibición estética, no puedo evitar preguntarme: ¿Cuál es el costo del arte en un entorno represivo? La verdad es que, aunque muchos artistas locales expresen desafección hacia este evento, la presencia y el legado de Otero Alcántara siguen aportando un aire de desafío y valentía.

La cultura y la política como intrincados aliados

La Bienal, organizada por el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, es un claro ejemplo de cómo la cultura y la política se entrelazan en una danza a veces incómoda. Desde su inicio hace 40 años, ha sido un evento de referencia para artistas de diversas nacionalidades, mostrando no solo el arte cubano sino el ingenio de creadores en un contexto que aterra y libera a la vez.

Sin embargo, como cualquier otra fiesta, la Bienal ha tenido sus altibajos. En la actualidad, se observa que el poder de convocatoria que alguna vez tuvo ha menguado, en parte por la crisis económica y las restricciones al pensamiento crítico en la isla. ¿Qué pasará si esta tendencia continúa? Dudo que haya un artista que no se haya planteado esta inquietud.

Entiendo que haya quienes prefirieron mantenerse alejados, pero no puedo evitar pensar en lo crucial que sigue siendo el arte. Cada línea trazada, cada color escogido, cuenta una historia que, de lo contrario, podría quedar ahogada en el silencio.

Conclusiones: El futuro del arte en Cuba

Por supuesto, todo artista sueña con un futuro más propicio donde su obra no solo sea escuchada, sino celebrada. Pero mientras tanto, aquí estamos: en la XV Bienal de La Habana, donde las esperanzas y los anhelos se entrelazan con los miedos y las restricciones. La vida en Cuba es complicada, pero el arte continúa siendo un refugio donde las voces pueden alzar vuelo, aunque sea por un momento.

Para los que tengan la suerte de presenciar esta edición, los invito a reflexionar sobre el significado detrás de la nube de madera y el profundo acto de atreverse a escribir sus pensamientos. Tal vez, en esa interacción, estén también aportando su granito de arena al cambio que tanto se anhela.

Y como siempre, los dejo con esta pregunta: ¿cuántas obras de arte en el mundo realmente tocan las fibras más sensibles de la realidad social? Tal vez sea hora de que el arte se tome más en serio su papel como catalizador del cambio. La Bienal de La Habana es solo un capítulo, pero está claro que el libro de la creatividad cubana aún tiene muchas páginas por escribir.