Ahí estaba yo, sentado en mi rincón habitual de la cafetería de la esquina, el aroma del café recién hecho llenando mis sentidos, cuando me topé con una noticia que me hizo reflexionar sobre las complejidades de la fe, el patrimonio y la lucha por la propiedad. Hablo del Convent de Santa Elisabet, un monasterio en Mallorca, cuya historia se ha entrelazado en una feroz batalla legal entre las hermanas jerónimas y el Bisbat de Mallorca. Una situación que no solo desafía las leyes, sino que también pone de relieve la cruda realidad de una comunidad religiosa en tiempos modernos.

La llamada que lo cambió todo

Todo empezó un 24 de diciembre, cuando el sacerdote a cargo de la iglesia, en un gesto que podía confundirse con una escena de una película de Luis García Berlanga, colgó el teléfono tras recibir un mensaje inesperado: la misa del Gallo estaba prohibida. “¿Cómo es posible?”, pueden preguntarse. Aquel día frío, la iglesia estaba llena de personas necesitadas y benefactores, todos reunidos en torno a la imagen del Niño Jesús, esperando un mensaje de esperanza en la cúspide de la festividad cristiana.

La conmoción era palpable. Con un tono conciliador ante la congregación, el sacerdote explicó que debía obedecer órdenes superiores y que debía, “rezar para que la justicia se manifestara”. Sin embargo, no todo fue desdicha: un niño recitó el Sermó de la Calenda, se cantó la Sibil·la, y un coro entonó melodías que evocaban la unión y la comunidad. Ricos y pobres, al final, compartieron una comida de Navidad. Así, la fe se entremezcló con la lucha por una propiedad que suma más de cinco siglos de historia.

Gentrificación y valor monetario

El convento está ubicado en sa Calatrava, uno de los barrios más históricos de Palma de Mallorca. Sin embargo, en las últimas décadas, este sector ha sido consumido por la gentrificación, en la que los precios de los metros cuadrados han alcanzado cifras astronómicas, superando los 6,000 euros. Imagine esto por un segundo: un espacio que representa la herencia cultural de más de quinientos años transformándose potencialmente en un bien inmobiliario de 55 millones de euros. Dolorosamente irónico, ¿no creen?

La disputa legal: trasfondos de un conflicto

La disputa entre las jerónimas y el Bisbat de Mallorca se remonta a hace cerca de diez años. En 2014, el obispado registró documentos que proclamaban la propiedad del convento. Sin embargo, las monjas que habían vivido en dicho lugar durante más de cinco siglos se mudaron a un monasterio más moderno en Inca. Esto dejó al convento vacío y, teóricamente, disponible para el obispado, lo que desató una serie de conflictos legales que se solapan con la historia misma de la orden.

Mientras las hermanas jerónimas se preparaban para abandonar el convento, se llevaron consigo un valioso archivo que documentaba su legítima posesión. Aquí se desprende una cuestión fundamental: ¿Quién tiene realmente la autoridad sobre un lugar que ha sido custodiado por generaciones? La respuesta no solo se encuentra en documentos legales, sino en la historia y el sentimiento de pertenencia de las monjas hacia el convento.

Un poco de historia nunca viene mal

Para entender el contexto, es importante destacar que el convento fue fundado en 1485. Durante los años de conflicto, las jerónimas encontraron refugio y un propósito en este espacio. Más de quinientas monjas han estado enterradas en su suelo sagrado, cada una con una historia que contar. Una historia en la que su fe y vocación no fueron suficientemente visibles en el contexto moderno.

Bajo la Desamortización de Pascual Madoz, promulgada en 1855, varios monasterios quedaron desocupados. Sin embargo, en el caso del Convent de Santa Elisabet, nunca se realizó una Real Orden que expropiara su terreno. Esto significa que, oficialmente, debería seguir siendo parte de la comunidad jerónima. ¿No es fascinante cómo los hilos del pasado siguen tejiendo la trama del presente?

Encarnando la resistencia

Las jerónimas llevaron su lucha a los juzgados. Después de varios pleitos, el Juzgado número 9 de Palma falló a su favor en junio de 2022. Las hermanas presentaron 143 documentos que demostraban que el convento, de facto, les pertenecía desde el siglo XV. Sin embargo, como en toda buena batalla legal, el obispado no se dio por vencido y apeló la sentencia. Ahora la espera se prolonga hacia mayo de 2024, donde el Tribunal Supremo deberá decidir si acepta el recurso o no. ¿Cuántas veces hemos visto que la justicia puede tomar años en decidir?

La voz de los benefactores: más allá de las monedas

Entre el tumulto legal, emerge una comunidad de benefactores que respalda a las hermanas jerónimas en su lucha. Un grupo informal llamado Amics de Sant Jeroni ha empezado a tomar forma, con el objetivo de mantener una conexión entre la comunidad y el convento. “No estamos constituidos como asociación, pero si lo vemos necesario, miraremos cómo y dónde registrarnos”, dice Ángel Jaudenes Gual de Torrella, portavoz de este grupo y descendiente de los antiguos benefactores del monasterio. ¿Quién podría imaginar que la historia se repitiera, uniendo nuevamente a aquellos que buscan hacer el bien?

Su dedicación no se limita a la recolección de dinero. Al contrario, buscan crear un espacio donde la espiritualidad y la cultura convivan. Desde conciertos de música sacra hasta exposiciones sobre la historia del convento, están regresando la vida a un lugar que se ha quedado atrapado en el tiempo.

El futuro incierto: entre la fe y el capitalismo

¿Cómo puede un espacio religioso, tan íntimamente ligado a la fe, convertirse en objeto de deseo comercial? La posibilidad de que el convento se transforme en un hotel de lujo es un fantasma que ronda su historia. Las jerónimas, como fieles guardianas de este legado, resisten a esa visión. Sor Natividad, la madre federal de la orden en España, se ha manifestado en contra de convertir el convento en un hotel: “Es un sitio consagrado”. Todo el mundo puede estar de acuerdo en que el capitalismo moderno a menudo enfrenta a lo sagrado con lo material.

La misa prohibida: un símbolo de lucha

Y hablando de lo prohibido, la misa del Gallo no solo representó la celebración de una festividad, sino que se convirtió en símbolo de resistencia ante un sistema que busca dividir la fe de su sentido más puro. La prohibición de celebrar la Eucaristía se volvió un punto de inflexión. La comunidad de benefactores y los leales a la causa se alzaron en defensa del convento.

El abogado Carlos Portalo, quien presenció los eventos, lanzó una crítica mordaz al obispo. En una columna de opinión publicada en Diario de Mallorca, lo tachó de hipócrita. ¡Claro! La tensión entre la fe y la administración es un tema delicado en la Iglesia Moderna, y nunca falta la polémica.

Un futuro compartido

En esta lucha por el Convent de Santa Elisabet, hay más que solo documentos y pleitos: hay un sentido de comunidad, de conexión con la historia e identidad de Mallorca. A medida que se acercan los días fríos de mayo de 2024, las instancias legales podrían finalizar, pero la labor de las hermanas jerónimas y sus benefactores apenas comienza.

¿Qué pasará si el tribunal falla a favor de las jerónimas? Las puertas del convento podrían abrirse nuevamente a la comunidad, en un espacio en el que la fe y la cultura se entrelacen. De alguna manera, todos necesitamos un lugar donde sentirnos conectados, ya sea a través de la espiritualidad, la historia o simplemente un buen café en la compagnia de amigos.

Reflexionando sobre la fe y la comunidad

Al final del día, ¿quiénes somos para juzgar la conexión de una comunidad con su patrimonio? La historia está llena de luchas, ya sea en la esfera religiosa o la cultural. La pregunta permanece: ¿Qué futuro queremos construir para nuestros espacios sagrados, aquellos que han estado ahí para recordarnos lo que somos? Al mirar hacia adelante, tenemos la oportunidad de decidir si esos lugares de fe se convertirán en joyas culturales o si se ahogarán en la banalidad del lucro.

Así que aquí estamos, asistiendo a una historia que rebosa de elementos suficientes para un guion de cine. La lucha no termina aquí, y como con toda buena historia, estoy seguro de que habrá más capítulos por venir. ¿No sería interesante ver cómo este relato se despliega en el futuro?

Con el corazón lleno de esperanza, brindaré por un futuro donde la fe, la cultura y el sentido de comunidad sigan siendo parte integral de nuestra narrativa colectiva. Salud. 🍷