En el vasto mundo del cine, hay películas que nos atrapan con sus historias y otras que nos seducen con su estética. ‘The Brutalist’, dirigida por Brady Corbet, se encuentra en una encrucijada fascinante: una obra que aspira a trascender en su narrativa, mientras lidia con los desafíos de acoger temas complejos, como la arquitectura
, la supervivencia
y la búsqueda de la libertad
en el contexto de la historia. En este artículo, exploraremos los matices de esta película y su relación con la arquitectura, con una mirada que mezcla humor, empatía, y un toque de anécdotas personales.
El dueto creativo detrás de ‘The Brutalist’
Como un duo artístico que despierta tanto admiración como curiosidad, Brady Corbet y su esposa Mona Fastvold son una pareja que ha capturado la atención del mundo cinematográfico. Desde que Corbet hizo su debut como director en ‘The Childhood of a Leader’, está claro que tiene una visión única. ¿Quién no ha sentido la carga de crear algo que se sienta monumental? Es como tratar de hacer un soufflé
perfecto. Te puede salir muy bien, o terminar desmoronándose en el fondo del horno.
The Brutalist se siente como un intento épico de tratar de encapsular la esencia de ser un arquitecto, un concepto que rinde homenaje tanto a los sacrificios personales como a las luchas creativas. Aún así, surge una pregunta: ¿puede todo esto sostenerse bajo la presión de la crítica cinematográfica?
La premisa de la película: un arquitecto entre la gloria y el abismo
La historia gira en torno a László Tóth, un arquitecto ficticio, magistralmente interpretado por Adrien Brody, quien absorbe la angustia de ser un creador en un mundo que parece estar en constante descomposición. Desde la silla en el medio de la biblioteca (sí, esa silla que parece haber salido de un mal sueño de interiorismo), la película empieza a esbozar preguntas profundas sobre cómo nuestra percepción de la grandeza puede quedar atrapada en lo superficial.
Imagina que estás sentado en este lugar, rodeado de libros en lo que se supone que es un refugio. ¿Es realmente una biblioteca, o simplemente un espacio diseñado para impresionar en las fotos de Instagram? Aquí reside el problema central de la arquitectura en la película: se presenta como una majestuosa envoltura que, sin embargo, carece de sustancia.
¿Más grande que la vida? El dilema de lo monumental
Corbet y Fastvold buscan atrapar la monumentalidad de la creación artística, pero a menudo, lo que se muestra es más una lucha interna de Tóth que una verdadera exploración de su mundo. La ambición de construir un legado no siempre se traduce en resultados tangibles. Todo esto es, sin duda, un eco de la experiencia que muchos artistas enfrentan en su búsqueda del reconocimiento. Hay algo irónico en ver a Tóth desmoronarse bajo la presión de crear mientras se encuentra atrapado en un campo de concentración, algo que debería haberle enseñado la fragilidad de la vida.
Aquellos que han pasado por momentos de crisis, ya sea personal o creativamente, entenderán la frustración que siente este personaje. ¿Por qué los artistas, a menudo, se han sentido atrapados por sus propios ideales? A veces, pienso en mi propio camino en el mundo del blogging que, a pesar de la libertad de expresión, a menudo parece estar constreñido por mis propias expectativas. ¡Es una montaña rusa emocional que se siente como si, en cada subida, el suelo se alejara!
La trampa de la estética
La película está deliciosamente atenta a las referencias culturales, pero a veces eso puede alejarse de la esencia que intenta capturar. La búsqueda incansable de la belleza arquitectónica y la perfección visual puede conducir a la superficialidad. Hablando sinceramente, a veces me pregunto si estamos tanto enfocados en lo que se ve que olvidamos lo que se siente.
La escena final, donde se presenta un auditorio monumental que, sinceramente, parece más una escenografía de teatro que un logro arquitectónico, es un ejemplo perfecto de este dilema. Al final del día, la arquitectura debe ser más que una mera representación visual; debe tener un propósito. ¿Por qué construimos un edificio si no sirve a la comunidad? La respuesta no es solo el directo productor del arte, sino también el espectador que busca lo auténtico.
Un viaje a la identidad arquitectónica
En su lucha por capturar la esencia del legado arquitectónico, la película a menudo se olvida de los elementos fundamentales que lo componen. La arquitectura no es solo una forma de expresión artística; es también un reflejo de la cultura, la historia y las necesidades humanas.
Corbet, en su búsqueda por crear un mensaje monumental, parece haberse perdido en el camino. De manera similar a cómo a veces me encuentro divagando en medio de un artículo, esperando que las palabras finalmente cobren vida de una manera que resuene con mis lectores.
Reflexiones sobre el brutalismo
El término brutalismo en la arquitectura ha sido objeto de muchas críticas y defensas. Se refiere a un estilo que se aleja de las decoraciones excesivas para enfocarse en la materiales y la funcionalidad. En este punto, se presenta otra pregunta: ¿la estética de los edificios brutales libera a los arquitectos de la carga de crear algo que importe, o simplemente es una excusa para una falta de imaginación?
La película «The Brutalist» parece caer, en ocasiones, en este segundo tipo de crítica. Cuando el personaje de Tóth desprecia a quienes trabajan junto a él en busca de este ideal, me hace reflexionar sobre cuánto valoramos el esfuerzo colectivo versus el individual. No sé tú, pero en mi experiencia haciendo un viaje, las mejores memorias son las que se crean en colaboración con otros. Esa sensación de viajar juntos, donde cada quien aporta un ladrillo a la construcción de la vivencia, es invaluable.
Una crítica a la autenticidad
A medida que la historia se despliega, una zigzagueante línea de hambre por el éxito y la validación se convierte en un aspecto central. La película intenta transmitir la ambición de su protagonista y su deseo de crear algo grandioso. Sin embargo, el verdadero defecto de la película es que, en su intento por ser monumental, a menudo pierde autenticidad.
La voluptuosidad de los escenarios y los elementos visuales pueden resultar deslumbrantes, pero ¿realmente reflejan la esencia de lo que se propone? Este tropeo provocador se dirige hacia un lado del cine que nunca me deja de sorprender. Me hace pensar: ¿por qué a veces los realizadores sienten la necesidad de embelesarnos con una estética que no se siente genuina? ¿Acaso hay un miedo enterrado ante la simpleza que nos reta a ver las cosas tal como son?
La lección de la historia arquitectónica
Para cerrar, hay un detalle importante que no se puede pasar por alto. El verdadero viaje de László Tóth no es solo su lucha en una industria que a menudo confunde lo espectacular con lo esencial, sino también la falta de reconocimiento hacia aquellos que han modelado el espacio antes que él. La historia de la Bauhaus y de figuras emblemáticas como Le Corbusier a menudo queda en la sombra. Su legado debe recordarse no solo en la arquitectura que llevaron a cabo, sino también en el contexto de cómo han influido en la forma de nuestro entorno construido.
Como una lección de vida que nos recuerda la importancia de aprender de los errores del pasado, ‘The Brutalist’ parece dejar un espacio abierto para que reflexionemos sobre qué construimos y por qué. A veces, mientras leo sobre arquitectura, me encuentro valorando más las huellas de quienes nos precedieron, y cómo esos legados nos afectan a todos, incluso a los que no somos arquitectos.
Conclusiones inesperadas
Al final del recorrido a través de ‘The Brutalist’, uno puede preguntarse si esta película es simplemente una exploración de la lucha por la creación, o si es en realidad un retrato de cómo el arte puede, de hecho, fallar en comunicar lo que realmente se siente. Intentar abarcar conceptos tan amplios como la historia, la sexualidad y el deseo de reconocimiento en un solo filme puede resultar en un embrollo, tan monumental como el propio auditorio que Tóth tan desesperadamente quiere construir.
Entonces, al considerar la monumentalidad de la creación, ¿no deberíamos también preguntarnos sobre la importancia de la conexión y la autenticidad a través de cada ladrillo que se coloca en este edificio activo que es la vida? Es un recordatorio, al manifestar una verdad que llega al corazón, que a veces lo que realmente necesitas no es construir algo enorme y perfecto, sino simplemente ser humano. Porque al final, en el vasto e impredecible escenario de la arquitectura y el cine, puede que lo que más importe sea el viaje que compartimos.