Los seres humanos, en su compleja esencia, tienen la peculiaridad de sentirse fascinados por el drama ajeno. ¿No es curioso cómo disfrutamos, a veces con cierta morbosidad, el espectro de las desgracias ajenas? Esta idea de disfrutar la infelicidad de otros se materializa en un término alemán: Schadenfreude. En nuestras pantallas, las historias de diva, desamor y tragedia parecen haberse vuelto una parte fundamental del entretenimiento moderno. Lo hemos visto en la vida de mujeres emblemáticas como Maria Callas, Jackie Kennedy y Diana Spencer, personajes que han sido desmenuzados en biopics y documentales, alimentando nuestra curiosidad insaciable por su sufrimiento y, por qué no decirlo, nuestra capacidad de empatizar con su dolor.
El cineasta chileno Pablo Larraín ha comenzado a explorar este terreno con su última obra, que nos invita a un viaje por la vida de la indiscutible soprano: Maria Callas. En esta película, que ha generado tanto debate como admiración, encontramos un retrato que se mueve entre la leyenda y la tragedia personal. ¿Realmente entendemos el sacrificio detrás de su talento descomunal, o simplemente disfrutamos de la hermosa melodía que acompaña su historia?
Un viaje apasionante, pero desconectado
Desde el momento en que se inicia esta historia en 1977, el día de la muerte de Callas, la película nos regala un vistazo a una vida marcada por la grandeza y, a menudo, la desdicha. Es interesante pensar en cómo el cine puede capturar las complejidades de una vida tan extraordinaria. Sin embargo, aunque el dramático recorrido de Callas se nos presenta en bellas imágenes y una cuidada producción, la emoción auténtica parece eludirnos en algunos momentos.
¿Alguna vez te has encontrado disfrutando de una película que, a pesar de estar bien hecha, no logra conectar contigo? Así fue mi experiencia con Maria Callas. La actuación de Angelina Jolie, que se pone en la piel de la diva, es, desde luego, un esfuerzo notable. Pero, por alguna razón, el filme se siente un poco frío, casi como si estuviera usando un cristal oscuro entre la historia y el espectador.
Si alguna vez viste una de esas películas de arte donde todo es impresionante visualmente, pero la trama no te llena, entonces sabrás de lo que hablo. Recuerdo un momento en particular, cuando Jolie se presenta frente a su ama de llaves en un bello instante de nostalgia. Estaba claro que se esforzaba por dar vida a esa mujer legendaria, pero yo no podía dejar de pensar en mi propia experiencia preparando el desayuno, con una bata desaliñada y el cabello alborotado. La vida real simplemente no se parece a las portadas de la revista, y a veces nos olvidamos de eso.
La sombra del mítico amor de Callas y Onassis
Las relaciones humanas son un lío. No lo digo solo porque me haya visto en situaciones incómodas y dolorosas (gracias a Dios, no involucraban a hombres del calibre de Aristóteles Onassis), sino porque el vínculo amoroso entre Callas y Onassis es uno de los hilos que teje esta biografía. La película recoge este romance, but rather it also delves into la traición, las expectativas no cumplidas y el precio de la fama.
La historia transita por el corazón roto de Callas de una manera que puede parecer casi repetitiva. Muchos de nosotros hemos tenido nuestras propias experiencias amorosas fallidas, y sin duda hay algo de Schadenfreude en observar cómo incluso las figuras más grandes y brillantes pueden acabar solas, anhelando lo que una vez tuvieron. Aquí es donde surge la pregunta: ¿Es la fama un precio demasiado alto a pagar por la aceptación y el amor?
Cuando pienso en esta cuestión, me viene a la mente una anécdota de mi vida. Un antiguo interés romántico me dejó en la «friendzone» de la forma más dramática posible, con una frase que ahora, más que un dolor, me provoca risa: «No eres tú, soy yo». Debo decir que me encantaría haber encontrado un meteorito que me llevara a una vida tan pintoresca como la de Callas, pero en cambio terminé comiendo un helado solo en mi sofá, viendo Netflix.
El retablo de la soledad
Aunque Larraín busca capturar la esencia de una mujer rodeada por la soledad, a menudo parece que el filme se queda a medio camino. Maria Callas no se trata solo de un rostro conocido; es un collage de emociones, historias y luchas. El director se esfuerza por darnos un vistazo a la soledad que enfrentó la soprano, pero parece que la belleza de las imágenes a veces eclipsa la profundidad de sus sentimientos.
Las escenas donde Callas es tratada casi como una obra de arte, es decir, como una muñeca de porcelana, pueden considerarse un reflejo de cómo las mujeres en el ojo público son a menudo vistas. ¿No es curioso? Te enfrentas al juicio constante de otros y, sin embargo, el espectáculo debe continuar. Recuerdo un modelo de vida que tuvo un efecto profundamente revelador: un amigo de un amigo siempre repetía que «las apariencias engañan», y aunque es un cliché, en el mundo de la celebridad, parece ser una verdad universal.
¿Una película muda?
Hay momentos en la película donde Larraín parece intentar profundizar en el mundo interno de Maria usando técnicas cinematográficas. Sin embargo, se siente que el espectador queda a merced de una serie de saltos temporales y recursos narrativos que pretenden dar un sentido más profundo a su sufrimiento. Pero, como en un mal café, estas técnicas pueden generar confusión más que claridad.
Podría argumentar, con una pizca de humor, que Maria Callas debería haber sido una película muda. Después de todo, a menudo, las silenciosas miradas de pauperismo emocional hablan más que mil palabras. Las expresiones de Jolie, aunque cargadas de emoción, parecen más soñadas que verdaderamente humanas. Y en una era donde estamos tan acostumbrados a los monólogos internos y las narrativas profundas, un film que roza lo visual en lugar de profundizar en el corazón de la protagonista puede decepcionarnos.
El peso del legado
La trágica realidad es que la fama puede ser un arma de doble filo. Maria Callas fue una mujer que, a pesar de su inmenso talento, sufrió durante toda su vida, y la historia de su muerte nos recuerda la fragilidad del estrellato. La película, aunque cautivadora visualmente, no se atreve a ahondar realmente en el dolor de su verdadera humanidad.
Los momentos en que Callas se enfrenta a su propia imagen son un espejo ineludible de cómo lo que vemos en el escenario puede ser simplemente una máscara. La famosa pregunta «¿Cómo debería dirigirme a usted, como Maria o como La Callas?» envuelve todo en una reflexión que va más allá del cine. Pero, a veces, parece superficial; una duda que resonaría más en la soledad que en un espectáculo brillante.
Conclusión: ¿De verdad entendemos el espectáculo de la vida?
Como espectadores, observamos el desfile de éxitos y fracasos de figuras como Maria Callas. Nos convertimos en parte de esta Schadenfreude colectiva que, en lugar de invitarnos a reflexionar sobre su sufrimiento, a menudo evita una conexión emocional genuina con sus vidas. La violencia del juicio público puede ser implacable, y esto se convierte en un eco a través de generaciones.
Así que, ¿qué legado nos dejará Maria Callas? Una reflexión sobre la naturaleza de la fama y el costo de ser un ícono. Pero quizás, en última instancia, nos recuerda que, aunque seamos deslumbrantes bajo las luces, también somos frágiles y, a menudo, solitarios.
En un mundo donde clickbait y dramedias parecen reinar, podemos considerar este embrollo de emociones como un espejo de nuestras propias vidas. Y, mientras navegamos por nuestras propias tormentas, tal vez la historia de Callas nos invite a recordar que, en la fama, al igual que en la vida, en la tragedia hay lecciones. ¿Puede ser que el verdadero arte esté en equilibrar la luz y la oscuridad, y en recordar que todos, incluso los grandes, son más humanos de lo que parecen?